martes, 31 de julio de 2012

1° de Agosto - San Alfonso María de Ligorio


                                                              
1 de agosto
SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO
Memoria
San Alfonso M.ª de Ligorio nació en Nápoles el año 1696. Obtuvo el doctorado en Derecho civil y en Derecho canónico, recibió la ordenación sacerdotal y fundó la Congregación del Santísimo Redentor. Para fomentar la vida cristiana en el pueblo, se dedicó a la predicación y publicó diversas obras, especialmente sobre la Virgen, la Eucaristía, la vida cristiana, y de teología moral, materia por la que fue nombrado Doctor de la Iglesia. Su dilatada vida constituye un admirable ejemplo de trabajo, de sencillez, de espíritu de sacrificio y de preocupación por ayudar a los demás a conseguir la salvación eterna. Fue elegido obispo de Sant’Agata de Goli, pero algunos años después renunció a dicho cargo y murió entre los suyos, en Pagani, cerca de Nápoles, el año 1787.

— Su devoción a la Virgen.
El espíritu del Señor está sobre mí; por eso me ha consagrado con la unción, me ha mandado anunciar a los pobres la alegre noticia y a curar al que tiene el corazón herido1.
La larga vida de San Alfonso “estuvo llena de un trabajo incesante: trabajo de misionero, de obispo, de teólogo y de escritor espiritual, de fundador y superior de una congregación religiosa”2. Le tocó vivir un tiempo en que la descristianización iba en continuo aumento. Por eso, el Señor le llevó a entrar en contacto con el pueblo, culturalmente desatendido y espiritualmente necesitado, mediante las misiones populares. Predicó incansablemente, enseñando la doctrina y alentando a todos, con la palabra y con sus escritos, a la oración personal, “que devuelve a las almas la tranquilidad de la confianza y el optimismo de la salvación. Escribió entre otras cosas: “Dios no niega a nadie la gracia de la oración, con la cual se obtiene la ayuda para vencer toda concupiscencia y toda tentación. Y digo, y repito y repetiré siempre mientras tenga vida recalcaba el Santo, que toda nuestra salvación está en la oración”. De donde el famoso axioma: “El que reza se salva, el que no reza se condena”“3. La oración ha sido siempre el gran remedio de todos los males, la que nos abre la puerta del Cielo. Ha sido esta una enseñanza continua de las almas que han estado muy cerca de Dios.
San Alfonso procuró que los fieles cristianos centraran su vida en el Sagrario, con una piedad íntima hacia Jesús Sacramentado, dio una particular importancia a la Visita al Santísimo, y para facilitarla escribió un pequeño tratado4. Por la rectitud y hondura de su doctrina, especialmente en materia de Moral, fue declarado Doctor de la Iglesia5.
Este santo, tan preocupado por la formación de las conciencias, comprendió que el camino que lleva a la pérdida de la fe comienza en muchas ocasiones por la tibieza y frialdad en la devoción a la Virgen. Y, por el contrario, la vuelta a Jesús comienza por un gran amor a María. Por eso difundió su devoción por todas partes y preparó para los fieles, y en especial para los sacerdotes, un arsenal de “materiales para predicar y propagar la devoción a esta Madre divina”. Siempre ha entendido la Iglesia que “un punto enteramente particular en la economía de la salvación es la devoción a la Virgen, Mediadora de las gracias y Corredentora, y por ello Madre, Abogada y Reina. En realidad afirma el Papa Juan Pablo II, Alfonso fue siempre todo de María, desde el comienzo de su vida hasta su muerte”6.
También cada uno de nosotros debe ser “todo de María”, teniéndola presente en nuestros quehaceres ordinarios, por pequeños que sean. Y no olvidaremos jamás, y sobre todo si alguna vez hemos tenido la desgracia de alejarnos, que “a Jesús siempre se va y se “vuelve” por María”7. Ella nos conduce rápida y eficazmente a su Hijo.

— La mediación de Nuestra Señora.
San Alfonso murió muy anciano. Y los últimos años de su vida permitió el Señor que fueran de purificación. Entre las pruebas que padeció, una muy dolorosa fue la pérdida de la vista. Y el Santo distraía las horas rezando y haciendo que le leyeran algún libro piadoso. Se cuenta de él que un día, entusiasmado con el libro que le leían, y no recordando al autor de tales maravillas, preguntó quién había escrito tales cosas, tan llenas de piedad y de amor a Nuestra Señora. Por toda respuesta, quien le acompañaba abrió el libro por la portada y leyó: “Las glorias de María, por Alfonso María de Ligorio”. El venerable anciano se cubrió el rostro con ambas manos, lamentando una vez más la perdida de la memoria8, pero alegrándose inmensamente de aquel testimonio de amor a la Virgen Santísima. Fue un gran consuelo que el Señor permitió, en medio de tanta oscuridad.
Los conocimientos teológicos del Santo y su experiencia personal le llevaron al convencimiento de que la vida espiritual y su restauración en las almas se ha de alcanzar, según el plan divino que Dios mismo ha preestablecido y realizado en la historia de la salvación, a través de la mediación de Nuestra Madre, por quien nos vino la Vida, y camino fácil de retorno al mismo Dios.
Dios quiere afirma el Santo que todos los bienes que de Él nos llegan, nos vengan por medio de la Virgen Santísima9. Y cita la conocida sentencia de San Bernardo: “que es voluntad de Dios que todo lo obtengamos por María”10. Ella es nuestra principal intercesora en el Cielo, la que nos consigue todo cuanto necesitamos. Es más, muchas veces se adelanta a nuestras peticiones, nos protege, sugiere en el fondo del alma esas santas inspiraciones que nos llevan a vivir con más delicadeza la caridad, a confesarnos con la regularidad que habíamos previsto; nos anima y da fuerzas en momentos de desaliento, sale en nuestra defensa en cuanto acudimos a Ella en las tentaciones... Es nuestra gran aliada en el apostolado: en concreto, permite que la torpeza de nuestras palabras encuentren eco en el corazón de nuestros amigos. Este fue con frecuencia el gran descubrimiento de muchos santos: con María se llega “antes, más y mejor” a las metas sobrenaturales que nos habíamos propuesto.

— Eficacia de esta mediación.
La función del mediador consiste en unir o poner en comunicación dos extremos entre los que se encuentra. Jesucristo es el Mediador único y perfecto entre Dios y los hombres11, porque siendo verdadero Dios y Hombre verdadero ha ofrecido un sacrificio de valor infinito su propia muerte- para reconciliar a los hombres con Dios12. Pero esto no impide que los santos y los ángeles, y de modo del todo singular Nuestra Señora, ejerzan esta función de mediadores. “La misión maternal de María hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni disminuye esta única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia. Porque todo el influjo salvífico de la Bienaventurada Virgen en favor de los hombres no es exigido por ninguna ley, sino que nace de su beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo”13. La Virgen, por ser Madre espiritual de los hombres, es llamada especialmente Mediadora, ya que presenta al Señor nuestras oraciones y nuestras obras, y nos hace llegar los dones divinos.
Muchas de nuestras peticiones que no van del todo bien orientadas, Ella las endereza para que obtengan su fruto. Por su condición de Madre de Dios, Nuestra Señora entra a formar parte, de modo peculiar, en la Trinidad de Dios, y por su condición de Madre de los hombres tiene el encargo divino de cuidar de sus hijos que aún estamos como peregrinos que se dirigen a la Casa del Padre14. ¡Cuántas veces la hemos encontrado en el camino! ¡En cuántas ocasiones se hizo encontradiza, ofreciéndonos su ayuda y su consuelo! ¿Dónde estaríamos si Ella no nos hubiera tomado de la mano en circunstancias bien determinadas?
“¿Por qué tendrán tanta eficacia los ruegos de María ante Dios?”, se pregunta San Alfonso. Y responde: “Las oraciones de los santos son oraciones de siervos, en tanto que las de María son oraciones de Madre, de donde procede su eficacia y carácter de autoridad; y como Jesús ama inmensamente a su Madre, no puede rogar sin ser atendida”. Y para probarlo, recuerda las bodas de Caná, donde Jesús realizó su primer milagro por intercesión de Nuestra Señora: “Faltaba el vino, con el consiguiente apuro de los esposos. Nadie pide a la Santísima Virgen que interceda ante su Hijo en favor de los consternados esposos. Con todo, el corazón de María, que no puede menos de compadecer a los desgraciados ( ... ), la impulsó a encargarse por sí misma del oficio de intercesora y pedir al Hijo el milagro, a pesar de que nadie se lo pidiera”. Y concluye el Santo: “Si la Señora obró así sin que se lo pidieran, ¿qué hubiera sido si le rogaran?”15. ¿Cómo no va a atender nuestras súplicas?
Pedimos hoy, en su fiesta, a San Alfonso M.ª de Ligorio que nos alcance la gracia de amar a Nuestra Señora tanto como él la amó mientras estuvo aquí en la tierra, y nos aliente a difundir su devoción por todas partes. Aprendamos que con Ella llegamos antes, más y mejor a lo que solos no hubiéramos logrado jamás: metas apostólicas, defectos que debemos desarraigar, intimidad con su Hijo.

1 Antífona de Entrada de la Misa propia del Santo, Lc 4, 18; cfr. Is 61, 1. — 2 Juan Pablo II. Carta Apost. Spiritus Domini, en el II Centenario de la muerte de San Alfonso M.ª de Ligorio, 1-VIII-1987. — 3 Ibídem. — 4 San Alfonso M.ª de Ligorio. Visitas al Santísimo Sacramento, Rialp, Madrid 1965. — 5 Pío IX, Decr. Urbis et orbis, 23-III-1871. — 6 Juan Pablo II, loc. cit. — 7 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 495. — 8 P. Ramos, en el Prólogo a Las glorias de María, Perpetuo Socorro, Madrid 1941. — 9 Cfr. San Alfonso M.ª de Ligorio, Las glorias de María, Rialp, Madrid 1977, V, 3-4. — 10 San Bernardo, Sermón sobre el Acueducto. — 11 Cfr. 1 Tim 2, 51. — 12 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 26, a. 2. — 13 Conc. vat. II, Const. Lumen gentium, 60. — 14 Cfr. Ibídem, n. 62; Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 2-IV-1987, n. 40. — 15 San Alfonso M.ª de Ligorio,Sermones abreviados, en Obras ascéticas de..., II, BAC, Madrid 1952, 48.

Evangelio - Miércoles XVII Semana del Tiempo Ordinario


† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a la gente:
"Sucede con el Reino de los cielos lo mismo que con un tesoro escondido en el campo; el que lo encuentra lo deja oculto y, lleno de alegría, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
También sucede con el Reino de los cielos lo mismo que con un comerciante que busca perlas finas, y que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

† Meditación diaria

17ª Semana. Miércoles
EL TESORO Y LA PERLA PRECIOSA

— La vocación, algo de inmenso valor, una muestra muy particular del amor de Dios.
El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, gozoso del hallazgo, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo. También es semejante a un comerciante que busca perlas finas y, cuando encuentra una perla de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y la compra1.
Con estas dos parábolas descubre Jesús en el Evangelio de la Misa el valor supremo del Reino de Dios y la actitud del hombre para alcanzarlo. El tesoro y la perla han sido imágenes empleadas para expresar tradicionalmente la grandeza de la propia vocación, el camino para alcanzar a Cristo en esta vida y después, para siempre, en el Cielo.
El tesoro significa la abundancia de dones que se reciben con la vocación: gracias para vencer los obstáculos, para crecer en fidelidad día a día, para el apostolado...; la perla indica la belleza y la maravilla de la llamada: no solamente es algo de altísimo valor, sino también el ideal más bello y perfecto que el hombre puede conseguir.
Hay una novedad en esta segunda parábola con respecto a la del tesoro: el hallazgo de la perla supone una búsqueda esforzada, el tesoro se presenta de improviso2. Así puede pasar con Jesús y su llamada: muchos pueden haber encontrado la vocación casi sin buscarla: un tesoro que de pronto les deslumbra; en otras personas, Dios ha puesto una inquietud íntima en su corazón que les lleva a buscar perlas de más valor, dando todo cuanto tienen al encontrarlas; Dios les pone en el alma una insatisfacción hacia las cosas que no les acaban de llenar, y les urge a seguir buscando: Quid adhuc mihi deest?, ¿Qué me falta?3, habrán preguntado tantos al Señor en la intimidad de su alma. En ambos casos –un encuentro repentino o una búsqueda larga– se trata de algo de grandísimo precio: “un honor inmenso, un orgullo grande y santo, una muestra de predilección, un cariño particularísimo, que ha manifestado Dios en un momento concreto, pero que estaba en su mente desde toda la eternidad”4.
El hombre que descubre su vocación siempre ha tenido que esforzarse para seguirla, pues el Señor llama, invita, pero no coacciona.
Una vez descubierta la perla o encontrado el tesoro, es necesario dar un paso más. La actitud que se ha de tomar es idéntica en ambas parábolas y está descrita con los mismos términos: va y vende cuanto tiene y lo compra; el desprendimiento, la generosidad, es condición indispensable para alcanzarlo. “Escribías: “(...) Este pasaje del Santo Evangelio ha caído en mi alma echando raíces. Lo había leído tantas veces, sin coger su entraña, su sabor divino”.
“¡Todo..., todo se ha de vender por el hombre discreto, para conseguir el tesoro, la margarita preciosa de la Gloria!”5. ¡Nada hay que tenga tanto valor!

— Dios pasa por la vida de cada persona en circunstancias bien determinadas de edad, trabajo, etc. Pasa y llama.
El descubrimiento de los planes divinos proporciona al alma la clave para descifrar el propio pasado. En ese momento encajan las piezas de lo que hasta ahora era como un rompecabezas: por qué conocimos a aquella determinada persona, las ayudas especiales que experimentamos en un determinado momento... La vocación también proyecta su luz sobre la vida futura, que se ve plena de sentido6.
Ni el hombre que encontró el tesoro, ni el que halló la perla, echan de menos lo que antes poseían y que vendieron. Tal es la nueva riqueza, que ninguna otra cosa dejada debe añorarse. Lo mismo sucede a aquel que se desprende de todo por amor a Cristo: lo deja todo, y lo halla todo. Su vida, en apariencia la misma, es bien distinta. El Señor subraya en la parábola el gozo con que vende sus posesiones. Cabe pensar que serían cosas a las que tendría aprecio: la casa, el mobiliario, los adornos... representaban el esfuerzo de años de trabajo. Pero lo vende todo, sin regateos, sin pensarlo demasiado, con alegría. Lo vende todo porque sabe bien el tesoro que ha encontrado. Ante este, todo lo demás carece de importancia.
Dios pasa por la vida de cada persona en unas circunstancias bien determinadas, a una edad concreta, en situaciones distintas; y exige de acuerdo con esas condiciones, que Él mismo ha previsto desde la eternidad. Jesús pasa y llama: a unos a la primera hora7, cuando aún tienen pocos años, y les pide sus ambiciones, las esperanzas y proyectos de un futuro que, a esa edad, parece lleno de promesas; a otros, en la madurez de la vida... o en su declinar. A muchos, la mayoría, el Señor los encontrará en su trabajo de hombres y mujeres corrientes en medio del mundo, y querrá que sigan siendo fieles corrientes para que santifiquen ese mundo en cuyas entrañas se encuentran, a través de su profesión, de su prestigio profesional quizá duramente adquirido, con una entrega plena y total. A otros los encuentra el Señor en el matrimonio y les pide que santifiquen su familia y se den a Él por entero, en sus peculiares circunstancias.
En cualquier edad en la que se reciba la llamada, el Señor da una juventud interior que lo renueva todo, la llena de ilusiones a estrenar y de afán apostólico. Ecce nova facio omnia8, dice el Señor; Yo puedo renovarlo todo: acabar con la rutina en la vida, enseñar a mirar más lejos y más arriba. ¿Cuál es la mejor edad para entregarse a Dios? Aquella en la que el Señor llama. Lo importante es ser generoso con Él entonces y siempre, sin confiar en que habrá otra oportunidad, que tal vez no llegue nunca; sin suponer tampoco que ya se ha pasado el tiempo de las decisiones llenas de audacia y de valentía, que es demasiado tarde..., o demasiado pronto.

— Generosidad ante la llamada del Señor.
Es semejante el Reino de los Cielos a un comerciante que anda en busca de perlas finas, y hallando una muy preciosa, vende cuanto tiene y la compra... En comparación de aquella –comenta San Gregorio Magno– nada tiene valor, y el alma abandona todo cuanto había adquirido, derrama todo cuanto había congregado y considera deforme todo lo que le parecía bello en la tierra, porque solo brilla en el alma el resplandor de aquella perla preciosa9.
Quien es llamado –cualquiera que sea su situación personal– debe entregar al Señor todo lo que le pide: con frecuencia, todo lo que esté en condiciones de darle. Las circunstancias, sin embargo, son distintas y, por tanto, darlo todo no siempre significará materialmente lo mismo: una persona casada, por ejemplo, no puede ni debe abandonar lo que, por voluntad de Dios, pertenece a los suyos: el amor a su mujer o a su marido, la dedicación a su familia, la educación de los hijos... Al contrario, para esta persona, darlo todo supone vivir la vida de un modo nuevo, cumpliendo mejor con sus deberes legítimos; supone trabajar más y mejor; vivir heroicamente sus obligaciones familiares; desvivirse para educar humana y cristianamente a sus hijos; preocuparse de otras familias amigas; hablar de Dios con la conducta y con la palabra; buscar tiempo para colaborar en tareas de apostolado...; “en la vida real de un hombre o de una mujer casados, que después descubren la significación vocacional de su matrimonio, el “descubrimiento” aparece siempre como una dimensión concreta de su vocación cristiana, que es lo radical; y su respuesta, como un aspecto –importante– de su total obediencia de fe, que comporta necesariamente otros muchos aspectos”10.
Cuando se quiere seguir al Señor más de cerca –en cualquier estado y situación–, se comprende que no pueda uno quedarse encerrado en su pequeño mundo, en el que tal vez se había instalado como si fuera definitivo. Se entiende que es preciso dar claridad a los otros, llegar más lejos, entrar más a fondo en el propio ambiente para transformarlo desde dentro, ampliando el círculo de amistades, llegando a un apostolado más intenso y extenso, dando luz a muchas almas, porque el mundo está a oscuras.
La llamada del Señor es el acontecimiento más grande que nos puede suceder, como a aquellos a quienes Jesús llamó a orillas del lago de Genesaret. Sin embargo, seguir a Cristo en una entrega plena nunca es fácil. Quien se encuentra instalado en una posición más o menos estable, el que considera que tiene su vida hecha, puede ver que peligra esa tranquilidad conquistada, en la que se supone con pleno derecho. Y eso es precisamente lo que Cristo pide: romper con la rutina, con la medianía, con la vulgaridad cómoda. La vocación siempre exige renuncia y un cambio profundo en la propia conducta. La llamada reclama para Dios todo lo que uno se había reservado para sí mismo, y pone al descubierto apagamientos, flaquezas, reductos que se suponían intocables y que, sin embargo, es preciso destruir para adquirir el tesoro sin precio, la perla incomparable. Es Jesús el que nos busca: no me elegisteis vosotros a Mí, sino que Yo os he elegido a vosotros11. Y si Él llama, también da las gracias necesarias para seguirle, en los comienzos y a lo largo de toda la vida.
San José, nuestro Padre y Señor, encontró el tesoro de su vida y la perla preciosa en el encargo de cuidar de Jesús y de María aquí en la tierra. Pidámosle hoy que nos ayude siempre a vivir con plenitud y alegría lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, y que entendamos en todo momento que nada vale la pena tanto como el cumplimiento de la propia vocación.

1 Mt 13, 44-45. — 2 Cfr. F. M. Moschner, Las parábolas del Reino de los Cielos, Rialp, Madrid 1957, p. 11. — 3 Mt 19, 20. — 4 San Josemaría Escrivá, Forja, 18. — 5 Ibídem, 993. — 6 Cfr. F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora, p. 88. — 7 Cfr. Mt 20, 1 ss. — 8 Apoc 2, 2-6. — 9 Cfr. San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, 11. — 10 P. Rodríguez, Vocación, trabajo. contemplación, EUNSA, Pamplona 1986, p. 31. — 11 Jn 15, 16.


C. Cañizares: Es recomendable comulgar.....


sábado, 12 de septiembre de 2009


Cardenal Cañizares: Es recomendable comulgar en la boca y de rodillas


Cardenal Cañizares:
"Es recomendable comulgar
en la boca y de rodillas"


REDACCIÓN CENTRAL, 27 Jul. 11 / 12:04 am (ACI/EWTN Noticias)

En entrevista concedida a ACI Prensa, el Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en el Vaticano, Cardenal Antonio Cañizares Llovera, señaló que es recomendable que los católicos comulguen en la boca y de rodillas.
Así lo indicó el Purpurado español que sirve en la Santa Sede como máximo responsable, después del Papa, de la liturgia y los sacramentos en la Iglesia Católica, al ser consultado sobre si es recomendable que los fieles comulguen o no en la mano.
La respuesta del Cardenal fue breve y sencilla: "es recomendable que los fieles comulguen en la boca y de rodillas".
Asimismo, al responder a la pregunta de ACI Prensa sobre la costumbre promovida por el Papa Benedicto XVI de hacer que los fieles que reciben la Eucaristía de él lo hagan en la boca y de rodillas, el Cardenal Cañizares dijo que eso se debe "al sentido que debe tener la comunión, que es de adoración, de reconocimiento de Dios".
"Es sencillamente saber que estamos delante de Dios mismo y que Él vino a nosotros y que nosotros no lo merecemos", afirmó.
El Purpurado dijo también que comulgar de esta forma "es la señal de adoración que es necesario recuperar. Yo creo que es necesario para toda la Iglesia que la comunión se haga de rodillas".
"De hecho –añadió– si se comulga de pie, hay que hacer genuflexión, o hacer una inclinación profunda, cosa que no se hace".
El Prefecto vaticano dijo además que "si trivializamos la comunión, trivializamos todo, y no podemos perder un momento tan importante como es comulgar, como es reconocer la presencia real de Cristo allí presente, del Dios que es amor de los amores como cantamos en una canción española".
Al ser consultado por ACI Prensa sobre los abusos litúrgicos en que incurren algunos actualmente, el Cardenal dijo que es necesario "corregirlos, sobre todo mediante una buena formación: formación de los seminaristas, formación de los sacerdotes, formación de los catequistas, formación de todos los fieles cristianos".
Esta formación, explicó, debe hacer que "se celebre bien, para que se celebre conforme a las exigencias y dignidad de la celebración, conforme a las normas de la Iglesia, que es la única manera que tenemos de celebrar auténticamente la Eucaristía".
Finalmente el Cardenal Cañizares dijo a ACI Prensa que en esta tarea de formación para celebrar bien la liturgia y corregir los abusos, "los obispos tenemos una responsabilidad muy particulary no podemos dejarla de cumplir, porque todo lo que hagamos en que la Eucaristía se celebre bien será hacer que en la Eucaristía se participe bien".

Sabias que!!!



                                      
Un buen libro puede llegar a ser un excelente amigo “que nos pone delante los ejemplos de los santos, condena nuestra indiferencia, nos recuerda los juicios de Dios, nos habla de la eternidad, disipa las ilusiones del mundo, responde a los falsos pretextos del amor propio, nos proporciona los medios para resistir a nuestras pasiones desordenadas. Es un monitor discreto que nos avisa en secreto, un amigo que jamás nos engaña...”
                                             A. Royo Marín en Teología de la perfección cristiana

31 de Julio - San Ignacio de Loyola


                                                   Haga click
          en la imagen para ver la oración de Ignacio de Loyola: El Alma
          de Cristo
31 de julio
SAN IGNACIO DE LOYOLA*
Memoria

— La influencia de la lectura en la conversión de San Ignacio.
Según cuenta en su Autobiografía Ignacio de Loyola “hasta los veintiséis años de su edad fue hombre dado a las vanidades del mundo, y principalmente se deleitaba en ejercicio de armas, con un grande y vano deseo de ganar honra”1. Después de haber sido herido en una pierna en la defensa de la ciudad de Pamplona fue llevado en una litera a su tierra, donde estuvo al borde de la muerte; después de una larga convalecencia recuperó la salud. En este tiempo, “y porque era muy dado a leer libros mundanos y falsos, que suelen llamar de caballerías, sintiéndose bueno, pidió que le diesen algunos dellos para pasar el tiempo: mas en aquella casa no se halló ninguno de los que él solía leer, y así le dieron un Vita Christi y un libro de la vida de los santos en romances”2. Se aficionó a estas lecturas, reflexionó en ellas en el largo tiempo que hubo de guardar cama, y “leyendo la vida de Nuestro Señor y de los santos, se paraba a pensar, razonando consigo: ¿Qué seria, sí yo hiciese esto que hizo San Francisco, y esto que hizo Santo Domingo?. Y así discurría por muchas cosas que hallaba buenas ...”3.
Se alegraba cuando se determinaba a seguir la vida de los santos y se entristecía cuando abandonaba estos pensamientos. “Y cobrada no poca lumbre de aquesta lección, comenzó a pensar más de veras en su vida pasada, y en cuánta necesidad tenía de hacer penitencia de ella”4. Así, poco a poco, Dios se fue metiendo en su alma, y de caballero valeroso de un señor terreno pasó “a heroico caballero del Rey Eterno, Jesucristo. La herida que sufriera en Pamplona, la larga convalecencia en Loyola, las lecturas, la reflexión y la meditación bajo el influjo de la gracia, los diversos estados de ánimo por los que pasaba su espíritu, obraron en él una conversión radical: de los sueños de una vida mundana a una plena consagración a Cristo, que aconteció a los pies de Nuestra Señora de Montserrat y maduró en el retiro de Manresa”5.
El Señor se valió de la lectura para la conversión de San Ignacio. Y así ha sido en muchos otros: Dios ha penetrado en muchas almas a través de un buen libro. Verdaderamente, “la lectura ha hecho muchos santos”6. En ella encontramos una gran ayuda para nuestra formación, y también para nuestra conversación diaria con Dios. “En la lectura me escribes formo el depósito de combustible. Parece un montón inerte, pero es de allí de donde muchas veces mi memoria saca espontáneamente material, que llena de vida mi oración y enciende mi hacimiento de gracias después de comulgar”7. Un buen libro para lectura espiritual es un gran amigo, del que nos cuesta separarnos porque nos enseña el camino que conduce a Dios, y nos alienta y ayuda a recorrerlo.

— Importancia de la lectura espiritual.
La lectura espiritual cobra particular importancia en nuestros días, pues de ordinario será uno de los medios más importantes para alcanzar esa buena doctrina que ha de servirnos para alimentar nuestra piedad y para dar a conocer la fe a un mundo lleno de una profunda ignorancia. No es raro que en nuestra conversación normal de todos los días con amigos, parientes, conocidos... nos encontremos con que desconocen las nociones más elementales de la fe y los criterios más fundamentales para enjuiciar los problemas del mundo. Desgraciadamente, sigue siendo actual lo que en los primeros siglos del cristianismo escribía San Juan Crisóstomo, lamentándose de la ignorancia religiosa de muchos cristianos de su época: “a veces ocurre escribe el Santo que consagramos todo nuestro esfuerzo a cosas, no solo superfluas, sino incluso inútiles o perjudiciales, mientras se abandona y desprecia el estudio de la Escritura. Aquellos que en las competiciones hípicas se excitan hasta el colmo, pueden referir con rapidez el nombre, la yeguada, la raza, la nación, el entrenamiento de los caballos, los años de su vida, la velocidad de su carrera, y quién con quién, si galoparan unidos, conseguirían la victoria; y qué caballo, entre estos o aquellos, si toma parte en la carrera y si fuera montado por tal jinete, vencería la prueba... Si, por el contrario, nos preguntamos cuántas son las epístolas de San Pablo, ni siquiera su número sabemos expresar”8. El Señor nos urge para que iluminemos con la doctrina católica la oscuridad y la cerrazón de tantos que ignoran las verdades fundamentales de la fe y de la moral.
Cuando son tantas las publicaciones, las imágenes que cada día nos llegan, que por sí mismas no acercan a Dios y muchas veces tienden a separar de Él, se hacen urgentes unos momentos de reflexión al hilo de esa lectura adecuada que nos recuerde nuestro fin último, el sentido de la vida y de los acontecimientos a la luz de las enseñanzas de la Iglesia9. Un buen libro puede llegar a ser un excelente amigo “que nos pone delante los ejemplos de los santos, condena nuestra indiferencia, nos recuerda los juicios de Dios, nos habla de la eternidad, disipa las ilusiones del mundo, responde a los falsos pretextos del amor propio, nos proporciona los medios para resistir a nuestras pasiones desordenadas. Es un monitor discreto que nos avisa en secreto, un amigo que jamás nos engaña...”10. A la lectura se le pueden aplicar las palabras que la Escritura reserva a una buena amistad: podemos decir que cuando encontramos un buen libro hemos hallado un tesoro11. En muchos casos, una buena lectura espiritual puede ser decisiva en la vida de una persona, como lo fue en la vida de San Ignacio de Loyola y en la de tantos cristianos. Aconsejar buenos libros es también una forma excelente de apostolado, de enriquecer espiritualmente a nuestros amigos.

— Cuidar lo que se lee. Modo de hacer la lectura espiritual.
He venido a traer fuego a la tierra dice el Señor ¡Y ojalá estuviera ya ardiendo!12.
Para extender ese amor a Dios por el mundo entero necesitamos tenerlo en el corazón, como lo tuvo San Ignacio. Y la lectura espiritual da luces en la vida interior, propone ejemplos vivos de virtud, enciende en deseos de amor a Dios y es una gran ayuda para la oración, además de ser un excelente medio para una buena formación doctrinal. En los Santos Padres se encuentran frecuentes y concretas enseñanzas sobre la lectura espiritual. San Jerónimo, por ejemplo, aconseja que se lean cada día unos versículos de la Sagrada Escritura, y “escritos espirituales de hombres doctos, cuidando, sin embargo, de que sean autores de fe segura, porque no se puede buscar el oro en medio del fango”13. La lectura espiritual ha de hacerse con libros cuidadosamente escogidos, de modo que constituya con seguridad el alimento que necesita nuestra alma según las personales circunstancias. En estas, como en tantas otras ocasiones, la ayuda que recibimos en la dirección espiritual puede ser inestimable. En general, más que obras que intenten presentar nuevos problemas teológicos (que probablemente solo interesarán a especialistas de la ciencia teológica) hay que elegir libros que ilustren los fundamentos de la doctrina común, que expongan claramente el contenido de la fe, que nos ayuden a contemplar la vida de Jesucristo.
Para hacer con provecho la lectura espiritual a veces bastará que le dediquemos, por ejemplo, quince minutos diarios, incluyendo algunos versículos del Nuevo Testamento será necesario leer despacio, con atención y recogimiento, “parándote a considerar, rumiar, pensar y saborear las verdades que te tocan más de cerca, para grabarlas más hondamente en tu alma, y sacar de ella actos y afectos”14 que lleven a amar más a Dios. San Pedro de Alcántara solía dar un consejo parecido: la lectura “no ha de ser apresurada ni corrida, sino atenta y sosegada; aplicando a ella no solo el entendimiento para entender lo que se lee, sino mucho más la voluntad para gustar lo que se entiende. Y cuando hallare algún paso devoto, deténgase algo más en él para mejor sentirlo”15.
Ayuda mucho hacerla con continuidad, con el mismo libro, y podrá ser útil llevarlo con nosotros cuando nos ausentamos en fines de semana, viajes profesionales, etc., como hacemos con otros enseres, quizá más voluminosos y menos útiles. En determinadas épocas nos será también de gran provecho “volver a leer las obras que años atrás hicieron bien a nuestras almas. La vida es corta; por eso nos hemos de contentar con leer y releer aquellos escritos que verdaderamente llevan impresa la huella de Dios, y no perder el tiempo en lecturas de cosas sin vida y sin valor”16.
A San Ignacio le pedimos que nos ayude desde el Cielo a sacar abundante provecho de nuestra lectura espiritual y que convierta nuestro corazón para un mayor servicio de Dios.
Señor, Dios nuestro, que has suscitado en tu Iglesia a San Ignacio de Loyola para extender la gloria de tu nombre, concédenos que después de combatir en la tierra, bajo su protección y siguiendo su ejemplo, merezcamos compartir con él la gloria del Cielo17.
1 San Ignacio de Loyola, Autobiografía, en Obras completas, BAC, Madrid 1963, I, 1. — 2 Ibídem, 1, 5. — 3 Ibídem, 1, 7. — 4 Ibídem, I, 9. — 5 Juan Pablo II, Mensaje para el Año Ignaciano, 31-VII-1990. — 6 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 116. — 7 Ibídem, n. 117. — 8 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre algunos pasajes del Nuevo Testamento, 1, 1. — 9 Cfr. E. Boylan. El amor supremo, Rialp, 3.ª ed., Madrid 1963, vol. I, pp. 181 ss. — 10 Berthier, cit. por A. Royo Marín en Teología de la perfección cristiana, 4.ª ed., BAC, Madrid 1962, p. 737. — 11 Cfr. Ecl 6, 14. — 12 Antífona de comunión, Lc 12, 49. — 13 San Jerónimo, Epístola 54, 10. —14 San Juan Eudes, Royaume de Jésus, II. 15, 196. — 15 San Pedro de Alcántara, Tratado de la oración y meditación, I, 7. — 16 R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior, Palabra, 4.ª ed., Madrid 1982, vol. I, p. 291. — 17 Oración colecta de la Misa.
* Nació el año 1491 en Loyola; siguió la carrera de las armas. Fue herido en la defensa de Pamplona; trasladado a su tierra natal, se convirtió durante la convalecencia a través de la lectura de una vida del Señor y vidas de algunos santos. Marchó a París para estudiar teología y allí reunió a los primeros seguidores, con los que más tarde, en Roma, fundaría la Compañía de Jesús. Murió en esta ciudad el año 1556.
__________________________________________________

lunes, 30 de julio de 2012

¿Cómo debo comulgar?




                                                              DADA POR EL PADRE PIO

                                              Comunion_padre_pio

Explicación sobre la manera de comulgar
La ley es comulgar de rodillas. La autorización a hacerlo de pie y en la mano es una excepción a la regla, contra el deseo de la Cátedra de Pedro y contra la tradición de la Iglesia.
En los documentos que se citan a continuación queda claro que ningún Sacerdote, Obispo o Conferencia Episcopal tiene potestad para prohibir la ley. Jamás autorizó la Santa Sede prohibir comulgar de rodillas y en la boca, a conferencia episcopal alguna. Comulgar de rodillas es un derecho del fiel que sólo puede ser suprimido por el Papa.
Nadie puede prohibir comulgar rodillas y en la boca porque es un derecho del fiel y porque en definitiva es lo que sugiere la Santa Sede como una mejor forma de comulgar.
Si alguna vez un sacerdote ha dicho lo contrario, favor de corregirle fraternalmente, rezando antes por él. Si ha propagado el error públicamente, por ejemplo en una Misa o en el boletín parroquial, el corregirse públicamente muestra el amor a la Verdad y la virtud de la humildad.
Para corregir el error, al menos se debieran dedicar los mismos esfuerzos y medios que se utilizaron para propagarlo.
Ordenamiento del Misal Romano 2001, nro. 160, dice: “Después el sacerdote toma la patena o el copón, y se aproxima a los que van a comulgar, quienes de ordinario se acercan procesionalmente. No está permitido a los fieles tomar por sí mismos el pan consagrado ni el cáliz sagrado ni mucho menos que se lo pasen entre sí de mano en mano. Los fieles comulgan de rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia Episcopal. Cuando comulgan de pie, se recomienda hacer, antes de recibir el Sacramento, la debida reverencia, establecida por las mismas normas.”

Muchas Conferencias Episcopales (como la Argentina) no han establecido normas al respecto, pero las que lo hacen, deben hacerlas reconocer por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Ese dicasterio las reconoce, pero siempre, salvando el derecho de los fieles a comulgar de rodillas.

“Notitiæ”, la publicación oficial de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en su edición de noviembre-diciembre de 2002 (Nº 436), dice: “Aun en aquellos países donde esta Congregación ha aprobado la legislación local que establece el permanecer de pie como la postura para recibir la Sagrada Comunión, de acuerdo con las adaptaciones permitidas a las Conferencias Episcopales por la Instrucción General del Misal Romano n. 160, § 2, lo ha hecho con la condición de que a los comulgantes que prefieren arrodillarse no les será negada la Sagrada Comunión.”

“La Congregación está de hecho preocupada por el número de quejas similares que ha recibido desde varios lugares en los últimos meses, y considera que cualquier negativa de dar la Sagrada Comunión a un miembro de la feligresía, fundada en que se encuentra de rodillas para recibirla, es una grave violación a uno de los derechos más básicos del feligrés cristiano, a saber, el de ser ayudado por sus Pastores por medio de los Sacramentos (Código de Derecho Canónico, canon 213)”.

“En vista de la ley que establece que ‘los ministros sagrados no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y no les sea prohibido por el derecho recibirlos’ (Código de Derecho Canónico, canon 843, § 1), no debe negarse la Sagrada Comunión a ningún católico durante la Santa Misa, excepto en casos que pongan en peligro de grave escándalo a otros creyentes, como el pecador público o la obstinación en la herejía o el cisma, públicamente profesado o declarado.”

SAN EFRÉN: 'Comed este pan y no piséis sus migas, ... una partícula de sus migas puede santificar a miles de miles y es suficiente para dar vida a todos los que la comen.' (Serm. in hebd. s., 4, 4.). Este texto es comentado por el PAPA PABLO VI: «Consta que los fieles creían, y con razón, que pecaban, como nos recuerda Orígenes, si, habiendo recibido el cuerpo del Señor, y conservándolo con todo cuidado y veneración, algún fragmento caía por negligencia. ' » (Mysterium Fidei, 32.)
Recordando que Jesús está entero en cada partícula (miguita visible) y que cada partícula merece el respeto del Rey del universo y Amor de los Amores, la comunión en la mano es peor por varias razones:
· Mayor posibilidad de maltrato a la Eucaristía:
o Mayor posibilidad de secuestro de Jesús (llevarse la Hostia a casa) y de robo para sectas satánicas y misas negras
o Posibilidad de que se comparta con alguien (caso madre que da a hijita)
o Pérdida de partículas en la mano que hace de patena (a veces ni siquiera se pone cuidado en ésto)
o Pérdida de partículas en los dedos que la agarran
o Nadie se lava las manos inmediatamente para evitar posibilidad de que haya quedado partículas, cosa que sí hace (o debiera hacer) el Sacerdote
o Nadie se lame las manos o dedos por si quedaran partículas (sino comulgaría en la boca)
o Riesgo de pérdida de partículas y de no alcanzar una Hostia que se cae porque la mano obliga a poner la patena más abajo (incluso no usan bandeja o patena a pesar de lo prescripto por la Santa Sede por ejemplo en Redemptionis Sacramentum)
o Mayor riesgo de pérdida de partículas al hacerse dos trayectos en vez de uno: del Sacerdote a la mano y de la mano a la boca
· Falta de respeto y pérdida del sentido de lo sagrado:
o La Hostia es tocada por manos no ordenadas (Sacerdote o diácono): en lo posible, Jesús merece ser tocado únicamente por manos consagradas (es lo que pide la Iglesia en Redemptionis Sacramentum)
o No considerarse digno de tocar a Cristo muestra respeto como la hemorroísa que apenas se dignó a tocar los flecos de su manto cuando todo el resto lo toqueteaba (cabe recordar que de todos los que le tocaron sólo ella que no se dignó a hacerlo fue la que recibió su “fuerza” y su sanación)
o Casi la totalidad de quienes comulgan en la mano no hacen la debida reverencia solicitada por la Santa Sede en el Misal (al menos una inclinación de cabeza). Quienes comulgan de rodillas no deben hacer reverencia porque esa es de por sí una mejor reverencia que inclinar la cabeza.
o Algunos incluso intentan arrancar la Hostia de las manos del Sacerdote,
o Algunos se llevan la mano en que se depositó directamente a la boca, mostrando que no fueron preparados o no comprendieron.
o Todos vienen de la calle con las manos sucias: es curioso que nos lavamos las manos para comer cualquier comida pero consideramos que no lo amerita el Pan del Cielo. Para los hipocondríacos, aprensivos y maniáticos es importante hacerles saber que jamás alguien se va a enfermar por comulgar en la boca: Jesús es la salud del mundo.
· Desidia y falta de control de abusos: la mayoría de quienes comulgan en la mano lo hacen de espaldas al sacerdote camino a su banco sin seguir los lineamientos de comulgar frente al Sacerdote

Testimonio sobre la obligación de la reverencia
Conozco un sacerdote que niega la comunión a quien no haga la reverencia. Pero lo importante es que no lo hace sin más y sin explicación. Sino que, siempre (aunque a los que asistimos a sus misas con alguna frecuencia nos parezca algo repetitivo), antes de iniciar la distribución de la Sagrada Eucaristía, explica a todos que esa reverencia es absolutamente necesaria como una muestra de respeto y adoración al Señor, y que todos los que deseen comulgar la tendrán que hacer. Cuando llega alguien al frente de la fila, y no la hace, el sacerdote simplemente le retiene la Sagrada Forma mientras le indica, ya sea con un ademán o verbalmente que se le está olvidando la reverencia; de modo que, al final, todos la hacen.
ESTO es la Nueva Evangelizació n: no se trata tan sólo de 'mostrar', ni tan sólo de exigir el símbolo o la acción. Sino se trata de explicar su contenido de manera expresa. Pues, de lo contrario, el símbolo queda como una mera acción externa, un cascarón sin contenido. En cambio, si el sacerdote (o el laico evangelizador) explica e instruye, el símbolo adquiere toda su fuerza y contenido.

¿Por qué se comulgó en la mano durante más de mil años? 
Una explicación podría ser que se tardó ese tiempo en inventarse e introducirse la hostia en forma de oblea, pero una vez introducida la “tecnología”, toda la Iglesia cambió a la comunión en la boca. Otra explicación es que la liturgia fue descubriendo mejores formas de honrar a Cristo presente en la Eucaristía.
¿quieres ser Santo? ¿Amas a Dios sobre TODAS las cosas? No hay un sólo Santo que recomiende la comunión en la mano luego de ese período. Ni uno sólo! Los Santos tienen visión más clara de la Verdad porque tienen menos pecados que la enturbian y están más cerca de la Verdad… y viceversa!

¿Por qué Jesús no introdujo la oblea?
Porque no era su misión sino la del hombre: “dominar la tierra”. Jesús, que lo sabía TODO, no nos dejó el conocimiento para fabricar medicamentos y todas las innovaciones tecnológicas que hubieran curado y alimentado a millones: ¿por qué habría de hacerlo con la oblea?

Comunión en la mano: anti-ecuménico
Otro argumento interesante: prohibir la comunión de rodillas y en la boca atenta contra el espíritu ecuménico, no sólo porque hay ritos Católicos que prescriben esa modalidad sino porque nuestros hermanos Ortodoxos no comulgan en la mano.
Los protestantes sí reciben en la mano el simulacro de comunión porque ellos no tienen la presencia real de Cristo en la Eucaristía. La comunión en la mano en realidad se ha re-introducido en la Iglesia imitando la falta de fe del protestantismo, que no cree en la presencia Real de Cristo, y por eso es un retroceso litúrgico.

¿Es una pérdida de tiempo?
Antes los fieles que comulgaban de rodillas rodeaban el altar y el Sacerdote iba de fiel en fiel en un semicírculo: mientras se iba un fiel se acercaba otro y para cuando el Sacerdote regresaba de la “ronda” ya estaba bien ubicado y listo para comulgar. Este sistema era mucho más rápido que la comunión de pie.
Bajo la organización actual comulgar de rodillas retrasa la distribución de la Comunión. Esto no sería así si se pusiera el más mínimo interés en permitir comulgar de rodillas.
La solución más simple es hacer 2 filas para comulgar: mientras se da a uno, se ubica el de la otra fila y de esta forma no se pierde tiempo alguno si alguien quiere arrodillarse. Sólo es necesario dejar más espacio en el corredor que posibilite 2 filas de llegada y dos de salida.
Aún si no se hicieran cambios, la demora en la distribución no debe ser considerado una desventaja: da más tiempo para rezar fervorosamente para prepararse mejor para comulgar y para agradecer mejor semejante visita. El problema es cuando los cantos no ayudan a concentrarse en la oración (por ejemplo cuando la letra nada tiene que ver con la oración debida a ese momento), pero eso da para otro artículo.
A Dios se le debe todo el tiempo que sea necesario.

ConclusiónEs mejor comulgar de rodillas, en la boca y de manos consagradas (Sacerdotes y diáconos pero no ministros de la Comunión si existe la opción de los anteriores) porque demuestra más respeto y amor a la Eucaristía, es decir a Jesús, al Papa y a la Iglesia.
Lo que no busca agradar a Dios, agrada a Satanás. ¿A quién quieres agradar?
Según Redemptionis Sacramentum es una tarea gravísima para todos (incluso fieles) denunciar y corregir abusos.