sábado, 30 de junio de 2012

Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI - San Pedro y San Pablo

Benedicto XVI: San Pedro y San Pablo son pilares de la Iglesia naciente


                             Papa Benedicto XVI

VATICANO, 29 Jun. 12 / 07:10 am (ACI/EWTN Noticias).- En sus palabras previas al rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVIseñaló que San Pedro y San Pablo, pilares de la Iglesia naciente son “testigos de la fe, que han ampliado el Reino de Dios con sus distintos dones y según el ejemplo del Divino Maestro, han sellado con su sangre su predicación evangélica”.

El Santo Padre subrayó que el martirio de ambos santos “es signo de la unidad de la Iglesia”, y, recordando las palabras de San Agustín, indicó que “un solo día es consagrado para la celebración de la fiesta de los dos apóstoles. Pero también ellos dos eran una sola cosa. A pesar que su martirio tuvo lugar en días diferentes, eran una sola cosa. Pedro fue en primero, Pablo le siguió”.

“Del sacrificio de Pedro son signo elocuente la Basílica Vaticana y es Plaza, tan importantes para el cristianismo. También del martirio de Pablo quedan significativos vestigios en nuestra ciudad, en especial la basílica a él dedicada en la Via Ostiense. Roma lleva inscrita en su historia los signos de la vida y de la muerte gloriosa del humilde Pescador de Galilea y del Apóstol de los gentiles, que justamente ha elegido como Protectores”.

Para Benedicto XVI al recordar el “testimonio luminoso” de San Pedro y San Pablo “recordamos los inicios de la venerable Iglesia que en Roma cree, reza y anuncia a Cristo Redentor. Pero los Santos Pedro y Pablo no sólo brillan en elcielo de Roma, sino en los corazones de todos los creyentes que, iluminados por sus enseñanzas y su ejemplo, en todo el mundo siguen el camino de la fe, la esperanza y la caridad”.

“En este camino de salvación, la comunidad cristiana, sostenida por la presencia del Espíritu del Dios vivo, se siente estimulada a proseguir fuerte y serena en el camino de la fidelidad a Cristo y de la proclamación de su Evangelio a los hombres de todos los tiempos”.

El Papa también recordó la ceremonia de imposición de palios arzobispales realizada horas antes, y la calificó como “un ritual siempre elocuente, que pone de relieve la íntima comunión de los Pastores con el Sucesor de Pedro y el profundo vínculo que nos une a la tradición apostólica. Este es un tesoro doble de santidad, en el que se funden la unidad y la catolicidad de la Iglesia: un tesoro precioso que debe ser redescubierto y vivido con renovado entusiasmo y compromiso”.

30° Día del Sagrado Corazón de Jesús - último día


                           
                 
                                
 NOVENA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Por la señal de la santa Cruz, etc. 
Pésame Dios mio y me arrepiento de todo corazón....., etc.

ORACIÓN PREPARATORIA
¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.

DÍA OCTAVO 
Oración. ¡Oh Corazón amantísimo de Jesús, trono ígneo y lucidísimo, inflamado en el amor de los hombres, a quienes deseáis abrasados mutuamente en vuestro amor! Yo deseo vivir siempre respirando llamas de amor divino en que me abrase, y con que encienda a todo el mundo, para que os corresponda amante y obsequioso. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.
Tres Padrenuestros y Avemarías. Oraciones finales.

Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque. Oraciones finales.

ORACIONES FINALES


Al Padre eterno. ¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.

Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena

Oración. ¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
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Comenzamos esta meditación haciendo un acto de contrición por nuestras faltas:
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo Corazón de Jesús,que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
 MEDITACIÓN CORRESPONDIENTE AL DÍA
DÍA 30
DEMOS HOY GRACIAS AL SAGRADO CORAZÓN POR LOS BENEFICIOS
QUE ESPERAMOS RECIBIR EN LA GLORIA
I
Las misericordias que dispensa el Señor acá en la tierra a sus criaturas no son más que una pálida sombra de las inefables que reserva para ellas en la eternidad. El cielo será nuestro estado perfecto, y allí será realizado el ideal más perfecto de felicidad que pueda imaginarse siquiera ahora el hombre en sus más optimistas ensueños. O mejor, será tal nuestra dicha, que ni en la más pequeña proporción le es dado imaginarla a la fantasía humana. Si una gota sola de sus consuelos que derrame hoy el Señor en nuestro corazón basta para que olvide éste sus mayores tristezas y quebrantos, ¿qué será colmarlo en aquel mar sin fondo de bienaventuranza y de paz? Si unos destellos de su perfección y belleza ha querido dejar el Autor de lo creado en algunas de sus criaturas, y que el arte inspirado por El reproduce en sus obras maestras, así nos eleva y perfecciona el alma, ¿qué será ver cara a cara a la suprema Belleza y perfección, que abiertamente y sin velos se comunica a sus elegidos? Allí existe la salud sin el menor riesgo de enfermedad o molestia; allí la vida sin la dolorosa perspectiva de una muerte próxima o lejana; allí el amor sin tibieza ni desfallecimiento; allí la fiesta perpetua del alma sin tregua en el regocijo. El aleluya glorioso que allí se canta no es como acá, mezclado con los gemidos de la persecución o con las voces de combate. Ni se vence allí con fatigas y sudores, sino que se reina pacíficamente. Vivir con lo que significa de más absoluto la palabra vida; gozar con lo que tiene de más puro y embriagador la palabra goce; amar con la mayor plenitud y alcance que es dado concebir en la palabra amor. He aquí lo que me promete Dios; he aquí lo que me reserva.
   ¡Gracias, Corazón de Jesús, gloria de los bienaventurados, sol de la felicísima ciudad de Dios! Gracias por esos dones que por Ti esperamos, y que mediante tu gracia y nuestras buenas obras estamos seguros de poseer.
                                     Medítese unos minutos.

II
   Alma mía, alza los ojos a ese cielo azul repleto de estrellas por la noche y de día radiante de claridad; álzalos y contempla allí tu patria, el dulce hogar de tu padre, la mansión feliz que en breve va a ser tu patrimonio. Esa región maravillosa de paz, de felicidad y eterna bienaventuranza, con sus Ángeles y Santos, con la Reina gloriosa de ellos, María, con la Humanidad resplandeciente de Cristo, con la augusta majestad de la Trinidad Beatísima, todo, todo es para ti. Ensancha tu corazón, dilata lo más que puedas tu imaginación, sé codiciosa hasta donde pueda creerlo tu más exigente anhelo; todo excederá tus esperanzas, todo sobrepujará tu ilusión. No bienes perecederos que la muerte arrebata; no amores inconstantes que la edad marchita y la ausencia entibia; no fortuna incierta y veleidosa que a la menor vicisitud se cambia; nada de eso con que prometiéndote el mundo hacerte feliz te hace profundamente desgraciada, nada de eso será tu recompensa. Contempla la grandeza de tu porvenir, lo magnífico de tus esperanzas. Enciéndete en ardor de poseerlas, y dale mil gracias al Corazón Divino, que es quien te las ha de proporcionar.
   ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! No quiero esperar recibir tus grandiosos dones para mostrarme agradecido. El hijo que sabe que su padre le dará parte de su herencia, no espera darle las gracias cuando ya esté en posesión del patrimonio. No, el testamento en que se le promete, equivale ya para él a un título de posesión. Y esta página la has escrito Tú repetidas veces en tu testamento, y en ella me has nombrado infinidad de veces a mí, nada y ceniza, como heredero de tu gloria. ¡Gracias, soberano Señor! Te tributamos las gracias, aquí presentes en este día de tu devoto mes, y anhelamos todos los que aquí estamos, reunirnos contigo en el cielo para cantar el gran himno de acción de gracias allí en unión del Padre y del Espíritu Santo, a quien sea toda alabanza, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén. 

   Medítese, y pídase la gracia particular.


ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a tus pies, ¡oh Jesús mío!,considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.
   ¡Mira que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy fragil, oh poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
   Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias: cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

Frases del Santo Padre Pío de Pietrelcina


                                         
"Dios no te abandonará jamás, pero no dejes por eso de abrazar estrechamente su santa cruz."
                                                (Santo Padre Pio de Pietrelcina)



Evangelio - Sábado XII Semana del Tiempo Ordinario


Día litúrgico: Sábado XII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 8,5-17): En aquel tiempo, al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace». Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes». Y dijo Jesús al centurión: «Anda; que te suceda como has creído». Y en aquella hora sanó el criado.

Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; Él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades».
Comentario: Rev. D. Xavier JAUSET i Clivillé (Lleida, España)

Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano
Hoy, en el Evangelio, vemos el amor, la fe, la confianza y la humildad de un centurión, que siente una profunda estima hacia su criado. Se preocupa tanto de él, que es capaz de humillarse ante Jesús y pedirle: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos» (Mt 8,6). Esta solicitud por los demás, especialmente para con un siervo, obtiene de Jesús una pronta respuesta: «Yo iré a curarle» (Mt 8,7). Y todo desemboca en una serie de actos de fe y confianza. El centurión no se considera digno y, al lado de este sentimiento, manifiesta su fe ante Jesús y ante todos los que estaban allí presentes, de tal manera que Jesús dice: «En Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande» (Mt 8,10).

Podemos preguntarnos qué mueve a Jesús para realizar el milagro. ¡Cuántas veces pedimos y parece que Dios no nos atiende!, y eso que sabemos que Dios siempre nos escucha. ¿Qué sucede, pues? Creemos que pedimos bien, pero, ¿lo hacemos como el centurión? Su oración no es egoísta, sino que está llena de amor, humildad y confianza. Dice san Pedro Crisólogo: «La fuerza del amor no mide las posibilidades (...). El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna». ¿Es así mi oración?

«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo...» (Mt 8,8). Es la respuesta del centurión. ¿Son así tus sentimientos? ¿Es así tu fe? «Sólo la fe puede captar este misterio, esta fe que es el fundamento y la base de cuanto sobrepasa a la experiencia y al conocimiento natural» (San Máximo). Si es así, también escucharás: «‘Anda; que te suceda como has creído’. Y en aquella hora sanó el criado» (Mt 8,13).

¡Santa María, Virgen y Madre!, maestra de fe, de esperanza y de amor solícito, enséñanos a orar como conviene para conseguir del Señor todo cuanto necesitamos.

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Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

El misterio de la "impotencia" divina
Hoy, con Jesucristo, nos admiramos ante las palabras del centurión. Nos conmueve la preocupación de este jefe por un subalterno. Y nos convence el sentido común con que capta el poder divino. En el "Credo" confesamos que Dios es Padre todopoderoso. Pero, ¿cómo conciliar su poder infinito con la presencia del mal? Es el misterio de la aparente impotencia divina.

Dios no es un "policía del cosmos", que interviene para poner orden —según nuestros esquemas— en todos los rincones del universo. Él es Padre y su gobierno es providencial. A veces, nos puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Sin embargo, Dios Padre ha revelado su omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo.

—Señor, eres tan grande que en Jesús te has hecho pequeño. Y, desde la Cruz, nos enseñas a transformar el mal en un gesto de amor. Tu "debilidad" es más fuerte que la fuerza de los hombres.




viernes, 29 de junio de 2012

Sabías que!!!

                                     

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús conduce a la Adoración Eucarística

Mensaje del Papa Benedicto XVI


Con la oración contemplamos el plan de amor de Dios para los hombres, afirma el Papa


                                Con la oración contemplamos el plan de amor de Dios para los hombres, afirma el Papa

VATICANO, 20 Jun. 12 / 10:32 am (ACI/EWTN Noticias).- Durante la Audiencia General de este miércoles, el Papa Benedicto XVI invitó a los fieles a practicar la oración constante porque con ella nos abrimos a la contemplación del gran misterio que es el plan de amor de Dios para la historia humana y de cada persona.
Ante los cerca de 8.000 peregrinos reunidos en el Aula Paulo VI, el Papa reflexionó sobre el primer capítulo de la Carta de San Pablo a los Efesios y "que comienza con una oración, que es un himno de bendición, una expresión de gratitud y alegría".
En ese sentido, indicó que es normal que el ser humano ore para pedir la ayuda de Dios. Para ello, señaló, el Señor nos ha enseñado el Padre Nuestro con el cual nos muestra "las prioridades de nuestra oración. Limpia, purifica nuestros deseos, y así limpia y purifica nuestros corazones".
"Si es normal que pidamos en la oración alguna cosa, también es normal que la oración sea una ocasión para dar gracias. Si prestamos un poco de atención, vemos que de Dios recibimos tantas cosas buenas. Es tan bueno con nosotros, que conviene que le demos las gracias. Y debe ser también una oración de alabanza", expresó.
En ese sentido, dijo que en su carta a los Efesios, San Pablo bendice a Dios porque en Cristo "nos hizo ‘conocer el misterio de su voluntad’. "El misterio de su voluntad ‘Mysterion’, ‘Misterio’, es un término que se repite con frecuencia en la Sagrada Escritura y en la Liturgia", indicó el Papa.
Benedicto XVI dijo que si bien para el lenguaje común el misterio es lo que no se puede conocer, "el himno que abre la Carta a los Efesios nos lleva de la mano hacia un significado más profundo de este término y de la realidad que nos muestra".
"Para los creyentes, ‘misterio’ no es tanto lo desconocido, cuanto la voluntad misericordiosa de Dios, su designio de amor que en Jesucristo se revela plenamente y nos ofrece la posibilidad de ‘comprender con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la altura y profundidad, y conocer el amor de Cristo’. El misterio desconocido de Dios se revela, y es que Dios nos ama y nos ama desde el principio, desde la eternidad".
Benedicto indicó que el Apóstol también recurre a la oración para agradecer y alabar a Dios, "pero también reflexiona sobre las razones de esta alabanza, de este agradecimiento, presentando los elementos clave del plan divino y sus etapas".
"En primer lugar tenemos que bendecir a Dios Padre, porque según San Pablo, ‘Dios nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor’".
"San Pablo continúa: Dios nos ha predestinado, nos ha elegido a ser ‘hijos adoptivos por medio de Jesucristo’, a ser incorporados a su Hijo Unigénito. El Apóstol pone de relieve la gratuidad de este maravilloso plan de Dios para la humanidad. Dios nos escoge a nosotros no porque somos buenos, sino porque Él es bueno", añadió.
En ese sentido, explicó que "en el centro de la oración de bendición, el Apóstol muestra la forma en que se lleva a cabo el plan de salvación del Padre en Cristo, en su Hijo amado", por cuya sangre se redimió a la humanidad de sus pecados. "El sacrificio de la cruz de Cristo es el acontecimiento único e irrepetible con el que el Padre ha mostrado de manera luminosa su amor por nosotros, no sólo de palabra, sino de manera concreta", indicó.
"San Pablo nos invita a considerar qué tan profundo es el amor de Dios que transforma la historia, que ha transformado su propia vida de perseguidor de los cristianos a Apóstol incansable del Evangelio. Hagámonos eco una vez más, de las tranquilizadoras palabras de la Epístola a los Romanos: ‘Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?’", recordó el Papa.
Finalmente, dijo el Santo Padre, San Pablo cierra la bendición divina con una referencia al Espíritu Santo "que ha sido derramado en nuestros corazones" y que "es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria".
Benedicto XVI explicó que la redención "alcanzará su cumplimiento pleno cuando los que Dios ha comprado serán salvados en su totalidad".
"Tenemos que aceptar que el camino de la redención es también un camino nuestro, porque Dios quiere criaturas libres, que digan ‘sí’ libremente. Pero ante todo éste fue su camino. Ahora estamos en sus manos y tenemos la libertad de proseguir por el camino abierto por Él. Vamos en este camino de la redención y avanzando con Cristo percibimos que la redención se realiza", afirmó.
Haciendo un resumen, el Papa dijo que la visión presentada por San Pablo "en esta gran oración de bendición nos ha conducido a contemplar la acción de las tres Personas de la Santísima Trinidad: el Padre, quien nos escogió antes de la creación del mundo, que nos pensó y creó; el Hijo que nos redimió mediante su sangre y el Espíritu Santo, anticipo de nuestra redención y de la gloria futura".
"En la oración nos abrimos a la contemplación de este gran misterio, que es el plan divino de amor en la historia humana, en nuestra historia personal. En la oración constante, en la relación diaria con Dios, aprendemos también nosotros, como san Pablo, a vislumbrar cada vez más claramente los signos de este diseño y esta acción: en la belleza del Creador que emerge en sus criaturas", afirmó.
"Queridos amigos, cuando la oración alimenta nuestra vida espiritual nos volvemos capaces de conservar lo que san Pablo llama ‘el misterio de la fe’ en una conciencia pura. La oración - como manera de acostumbrarse a estar con Dios – genera hombres y mujeres animados, no por el egoísmo, el afán de poseer, la sed de poder, sino por la gratuidad, el anhelo de amar, la sed de servir, animados por Dios, y sólo así, se puede llevar la luz a la oscuridad del mundo", añadió.
Finalmente, invitó también a dar "gloria a Dios, porque nos ha dicho todo acerca de sí mismo en Jesucristo y nos ha donado el Consolador, el Espíritu de la verdad".
Durante la Audiencia, el Papa también dirigió unas palabras a "los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, Honduras, Colombia, Argentina, Chile, México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a alimentar vuestra vida espiritual con una oración constante, para crecer en el amor de Dios y llevar al mundo la luz de su claridad".

Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI

El hombre se realiza plenamente cuando hace la voluntad de Dios, afirma Benedicto XVI

                                   El hombre se realiza plenamente cuando hace la voluntad de Dios, afirma Benedicto XVI
                               

VATICANO, 27 Jun. 12 / 10:12 am (ACI/EWTN Noticias).- Esta mañana, durante la Audiencia general de los miércoles, el Papa Benedicto XVI lamentó que en ocasiones el hombre crea tener el poder de Dios, pero recordó que la plena realización está en hacer la voluntad del Padre sirviendo con caridad a los demás.
El Santo Padre subrayó que a menudo la lógica humana "intenta la realización de sí mismo en el poder, en el dominio, en los medios poderosos. El hombre sigue queriendo construir con sus propias fuerzas la torre de Babel para llegar a la altura de Dios, para ser como Dios. La Encarnación y la Cruz nos recuerdan que la realización plena está en conformar la voluntad humana a la del Padre, en el desapego total de uno mismo, del propio egoísmo, para llenarse del amor y de la caridad de Dios y, así, llegar a ser verdaderamente capaces de amar a los demás".
"Adán quería imitar a Dios, pero tenía una idea equivocada de Dios. Dios no quiere sólo la grandeza, Dios es amor que da, ya desde la Trinidad y luego en la Creación. Imitar a Dios significa salir de sí mismo y entregarse en el amor", "sólo si logramos salir de nosotros, nos encontramos", agregó.
En este sentido, explicó que en la oración, en la relación con Dios, debemos abrir "la mente, el corazón y la voluntad a la acción del Espíritu Santo, para entrar en esta misma dinámica de vida".
"Nuestra oración está hecha, como hemos visto en los pasados miércoles, de silencio y de palabras, de canto y de gestos que implican a toda la persona: desde la boca hasta la mente, del corazón a todo el cuerpo. Es una característica que encontramos en la oración judía, especialmente en los Salmos", dijo el Santo Padre al referirse a "uno de los cantos o himnos más antiguos de la tradición cristiana, que San Pablo nos presenta en lo que, en cierto sentido, es su testamento espiritual: la Carta a los Filipenses".
Benedicto XVI recordó que San Pablo escribe esta carta mientras está en la cárcel condenado a muerte, y "expresa la alegría de ser discípulo de Cristo, de poder ir a su encuentro, hasta el punto de ver la muerte no como una pérdida, sino como una ganancia".
San Pablo, a través de su carta invita a la alegría, "una característica fundamental –recordó-, de nuestro ser cristianos y de nuestra orar".
"’Estad siempre alegres en el Señor, lo repito de nuevo: ¡Alegraos!’. Pero, ¿cómo puede regocijarme frente a una sentencia de muerte ya inminente? ¿De dónde, o mejor dicho, de quién San Pablo recoge la serenidad, la fuerza, el coraje de ir hacia su martirio y al derramamiento de sangre?".
El Papa explicó que la respuesta está en el canto para Cristo, más conocido como el himno cristológico, "un canto que centra toda la atención en los sentimientos de Cristo, es decir, en su modo de pensar y su actitud concreta vivida".
Benedicto XVI dijo que estos sentimientos son el amor, la generosidad, la humildad, la obediencia a Dios, y el darse a uno mismo, "no se trata simplemente de seguir el ejemplo de Jesús como algo moral, sino de volcar toda la existencia en su propia manera de pensar y actuar".
Dentro de este marco, el Papa recordó a los fieles que la oración "debe llevar hacia un conocimiento y una unión en el amor cada vez más profunda con el Señor, para poder pensar, actuar y amar como Él, en Él y por Él".
"Ejercitarse en eso, aprender los sentimientos de Jesús es el camino de la vida cristiana", subrayó.
Además, Benedicto XVI indicó que este canto condensa todo "el itinerario divino y humano del Hijo de Dios, que abarca toda la historia humana: del ser en la condición de Dios, a la encarnación, a la muerte en una cruz y a la exaltación en la gloria del Padre, y en parte también el comportamiento de Adán, del hombre desde el principio".
"El verdadero Dios y verdadero hombre, no vive su ‘ser como Dios’ para triunfar o para imponer su supremacía, no lo considera como una posesión, un privilegio, un tesoro al qué aferrarse. Sino que ‘se desnudó’, se vació de sí mismo tomando –como dice el texto griego, la ‘morphe Doulos’, la ‘forma de siervo, de esclavo’, una realidad humana marcada por el sufrimiento, la pobreza, y la muerte".
El Papa explicó que Cristo "se asemejó en todo a los hombres excepto en el pecado, comportándose como un servidor dedicado completamente al servicio de los demás", y en este sentido "tomó sobre sí las fatigas junto a los miembros que sufren. Hizo suyas nuestras humildes enfermedades, y sufrió tormentos por amor a nosotros: esto en conformidad con su gran amor por la humanidad".
El Hijo de Dios "se hizo verdaderamente hombre y cumplió un camino en completa obediencia y fidelidad a la voluntad del Padre, hasta el supremo sacrificio de su vida", y "se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y la muerte de cruz", dijo al recordar las palabras del Apóstol.
"En la cruz Jesucristo alcanzó el mayor grado de humillación, ya que la crucifixión era el castigo reservado a los esclavos y no a las personas libres", recordó.
"En la cruz de Cristo, el hombre es redimido, y la experiencia de Adán se modifica, dándose la vuelta completamente: Adán, creado a imagen y semejanza de Dios, pretendía ser como Dios, con sus propias fuerzas, ocupar el lugar de Dios, y así perdió la dignidad original que se le había dado. Jesús, sin embargo, aun estando en la condición divina, se rebajó, se sumergió en la condición humana, en total fidelidad al Padre, para redimir al Adán que llevamos dentro para volverle a dar al hombre la dignidad que había perdido", afirmó.
De este modo, el Santo Padre reiteró su llamado a imitar a Jesús, que volvió "a dar a la naturaleza humana a través de su humanidad y obediencia, lo que se había perdido por la desobediencia de Adán".
Finalmente, en su saludo a los peregrinos de lengua española, el Santo Padre los invitó a "fijar durante la oración la mirada en el Crucifijo, a detenerse más a menudo para la adoración Eucarística y así entrar en el amor de Dios, que se ha rebajado con humildad para elevarnos hacia Él".






jueves, 28 de junio de 2012

29° Día del Sagrado Corazón de Jesús - Solemnidad de San Pedro y San Pablo


                      
                 
                                
 NOVENA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Por la señal de la santa Cruz, etc. 
Pésame Dios mio y me arrepiento de todo corazón....., etc.


ORACIÓN PREPARATORIA

¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismo, y la gracia que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén.

DÍA SÉPTIMO 
Oración. ¡Oh Corazón clementísimo de Jesús!, divino propiciatorio, por el cual ofreció el Eterno Padre que oiría siempre nuestras oraciones, diciendo: "Pídeme por el Corazón de mi amantísimo Hijo Jesús; por este Corazón te oiré, y alcanzarás cuanto me pides". Presento sobre vos a vuestro Eterno Padre todas mis peticiones, para conseguir el fruto que deseo. Dadme la gracia de resarcir las injurias e ingratitudes hechas contra vos, ¡oh amante Corazón!, y la que os pido en esta novena, si es para mayor gloria de Dios, culto vuestro y bien de mi alma. Amén.


Tres Padrenuestros, tres Avemarías, en reverencia de las tres insignias de la Pasión con que se mostró el divino Corazón a Santa Margarita de Alacoque. Oraciones finales.


ORACIONES FINALES


Al Padre eterno. ¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad; por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que, voluntariamente ciegos, no quieren conoceros. Por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad todas las obligaciones que os tienen todos los hombres; os ofrezco todas las almas redimidas con la preciosa sangre de vuestro divino Hijo, y os pido humildemente la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús; haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Presento también a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos, mis amigos, y os pido los llenéis de su espíritu, para que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente. Amén.

Hacer aquí la petición que se desea obtener con esta novena


Oración. ¡Oh Corazón divinísimo de Jesús, dignísimo de la adoración de los hombres y de los ángeles! ¡Oh Corazón inefable y verdaderamente amable, digno de ser adorado con infinitas alabanzas, por ser fuente de todos los bienes, por ser origen de todas las virtudes, por ser el objeto en quien más se agrada toda la Santísima Trinidad entre todas las criaturas! ¡Oh Corazón dulcísimo de Jesús! Yo profundísimamente os adoro con todos los espíritus de mi pobre corazón, yo os alabo, yo os ofrezco las alabanzas todas de los más amantes serafines y de toda vuestra corte celestial y todas las que os puede dar el Corazón de vuestra Madre Santísima. Amén.
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Comenzamos esta meditación haciendo un acto de contrición por nuestras faltas:
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo Corazón de Jesús,que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
 MEDITACIÓN CORRESPONDIENTE AL DÍA
DÍA 29
DEMOS HOY GRACIAS AL SAGRADO CORAZÓN POR LOS BENEFICIOS

RECIBIDOS EN EL ORDEN DE LA GRACIA

I
Si se ha mostrado pródiga conmigo la mano de Dios en el orden natural, no se lo ha mostrado menos en el orden de la gracia, o sea, el de los medios sobrenaturales que me ha concedido por mi justificación y para mi salvación eterna.
   En el centro de su Iglesia me ha hecho nacer como un hermoso jardín que riegan caudalosos ríos y fecundan a todas horas abundantes lluvias. El Bautismo con que me inició en la vida sobrenatural, los demás Sacramentos con que ella me robustece y sustenta, los santos ejemplos que para estímulo mío me hace admirar de continuo en derredor, la voz de sus ministros, la enseñanza de los buenos libros, los secretos toques con los que ahora despierta, o aviva, o quizá hasta resucita mi corazón, ¿qué son sino ligera historia de los admirables beneficios con que me va conduciendo su mano desde la cuna hasta la eternidad? Si fijo mi consideración en lo que ha sido hasta aquí mi vida; si me detengo en reflexionar sobre las causas que en cualquier período de ella han influido en mis determinaciones para que fuera hoy lo que soy, ¿no encuentro en todos mis pasos que soy objeto de una tierna y amorosa solicitud de mi buen Dios? Aquella palabra que me hizo buena impresión, aquella página que me hirió el alma,  aquel ejemplo que me alumbró de repente con vivos resplandores, ¿quién los disponía y hacía aparecer en mitad de mi camino, sino la Providencia admirable de mi Dios que velaba por mí, como madre por el hijo que lleva en brazos?
   ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! A Ti debo el manantial de estas gracias sin medida, que sobre mi mal ha derramado la divina misericordia. Tuyas son, porque Tú nos las haz merecido, y proporcionado, porque es tuyo el conducto por donde a su vez vuelen al Padre celestial los afectos de mi pobre corazón.
   Medítese unos minutos.

II
   No hay minuto de mi vida en que no tenga algo que agradecer a la infinita bondad y misericordia de mi Dios en orden a la gracia. Más fácil sería contar las estrellas que están el cielo en una noche serena, o las gotas de rocío que caen en una mañana, que contar las ilustraciones superiores con que esclarece Dios constantemente la noche de mi vida, o las gotas de rocío con que ablanda y fecundiza la aridez de mi corazón. La habitual distracción en que vivo y lo limitado de mi inteligencia, no me permiten sondear como quisiera esos misterios de la operación de Dios en mi alma por medio de la gracia multiforme; conocimiento completo de ella no la tendré sino a la luz de la gloria en la eternidad. Hoy sólo puedo imperfectamente rastrearlos; pero aun así, me basta considerar un poco de ellos, para que me confundan su inconmensurable riqueza, su magnífica variedad, su poderosa eficacia. El estudio atento de mí mismo en una sola de mis tentaciones a que haya felizmente resistido, me daría materia para incesantes alabanzas a Dios. ¡y son tantas en el decurso del día, del mes, del año, de la vida, son tantas esas crisis por que ha pasado mi salvación eterna, crisis que ha venido a resolver a favor mío una ayuda en quien entonces tal vez ni siquiera pensaba!
  La eternidad misma no me parece bastante para agradecerte dignamente tales muestras de amor de mi buen Dios. Tú puedes, Sagrado Corazón de Jesús, llenar totalmente en mi nombre esta obligación sagrada. A Ti te escojo para que pagues por mí esta deuda de reconocimiento. Toma Tú, Jesús mío, los ruegos de mi alma y preséntalos al Eterno Padre en unión del eterno himno de gracias que en gloria suya le canta tu adorable Corazón. 

   Medítese, y pídase la gracia particular.



ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a tus pies, ¡oh Jesús mío!,considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.
   ¡Mira que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy fragil, oh poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
   Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias: cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.