jueves, 28 de febrero de 2013

Evangelio - Viernes II Semana de Cuaresma


† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 21, 33-43.45-46
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: 
"El dueño de una finca plantó una viña, la rodeó con una cerca, construyó un lugar para hacer el vino, edificó una torre, la alquiló a unos viñadores, y se ausentó.
Al llegar la cosecha, envió sus criados a los viñadores para recoger los frutos. Pero los viñadores agarraron a los criados, hirieron a uno, mataron a otro y al otro lo apedrearon. De nuevo envió otros criados, en mayor número que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Finalmente les mandó a su hijo, pensando: 
"A mi hijo lo respetarán". 
Pero los viñadores, al ver al hijo, se dijeron: 
"Este es el heredero. 
Matémoslo y nos quedaremos con su herencia". 
Lo capturaron, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron.
¿Qué les parece? Cuando regrese el dueño de la viña, ¿qué hará con esos viñadores?"
Le respondieron:
"Matará sin compasión a esos desalmados y alquilará la viña a otros viñadores que le entreguen los frutos a su tiempo".
Entonces Jesús les dijo: 
"¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra fundamental; esto lo hizo el Señor y es realmente admirable?
Por eso les digo que a ustedes se les quitará el reino de Dios y se le entregará a un pueblo que dé a su tiempo los frutos que al reino corresponden".
Cuando los sumos sacerdotes y los fariseos oyeron sus parábolas, se dieron cuenta de que Jesús se refería a ellos. Querían capturarlo, pero tuvieron miedo de la gente, porque lo tenían por profeta.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

† Meditación diaria

Cuaresma. 2ª semana. Viernes
ABORRECER EL PECADO
— Nuestros pecados y la Redención. El verdadero mal del mundo.
 Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados1.
La liturgia de estos días nos acerca poco a poco al misterio central de la Redención. Nos propone personajes del Antiguo Testamento que son imágenes de Nuestro Señor. Hoy, la Primera lectura de la Misa nos habla de José, que mediante la traición de sus hermanos llegó a ser, providencialmente, el salvador de la familia y de toda aquella región2. Es figura de Cristo Redentor.
José era el hijo predilecto de Jacob, y por encargo de su padre va en busca de sus hermanos. Recorre un largo camino hasta encontrarles: les lleva buenas noticias de su padre y también alimentos. Al principio sus hermanos –que le envidian y le odian por ser el predilecto– pensaron en matarle; más tarde le venden como esclavo, y así es conducido a Egipto. Dios se sirve de esta circunstancia para, años más tarde, darle un alto puesto en aquel país. En tiempos de gran hambre será el salvador de sus hermanos, a quienes no tiene en cuenta su crimen, y la tierra de Egipto donde se asentaron las tribus israelitas por benevolencia de José, se convirtió en cuna del pueblo elegido. Todos los que acuden en demanda de ayuda al faraón son enviados a José: id a José, les decía siempre.
También el Señor vino para traer la luz al mundo, enviado por el Padre: vino a su casa y los suyos no le recibieron3;... les mandó a su hijo, diciéndose: Tendrán respeto a mi hijo. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: Este es el heredero. Venid, lo matamos y nos quedamos con la herencia. Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron4. Así hicieron con el Señor: lo sacaron fuera de la ciudad y lo crucificaron.
Los pecados de los hombres han sido la causa de la muerte de Jesucristo. Todo pecado está relacionado íntima y misteriosamente con la Pasión de Jesús. Solo reconoceremos la maldad del pecado si, con la ayuda de la gracia, sabemos relacionarlo con el misterio de la Redención. Solo así podremos purificar de verdad el alma y crecer en contrición de nuestras faltas y pecados. La conversión que insistentemente nos pide el Señor, y de modo particular en este tiempo de Cuaresma, mientras nos acercamos a la Semana Santa, debe partir de un rechazo firme de todo pecado y de toda circunstancia que nos ponga en peligro de ofender a Dios. La renovación moral de la que tan necesitado está el mundo, parte de esta convicción profunda: «(...) en la tierra solo hay un mal, que habrás de temer, y evitar con la gracia divina: el pecado»5. Por el contrario, «la pérdida del sentido del pecado es una forma o un fruto de la negación de Dios (...). Si el pecado es la ruptura de la relación filial con Dios para vivir la propia existencia fuera de la obediencia a Él, entonces no es solamente negar a Dios, pecar es también vivir como si Él no existiera, es borrarlo de la propia existencia diaria»6. Nosotros no queremos borrar al Señor de nuestra vida, sino que cada vez esté más presente en ella.
«Podemos afirmar muy bien –dice el Santo Cura de Ars– que la Pasión que los judíos hicieron sufrir a Cristo era casi nada, comparada con la que le hacen soportar los cristianos con los ultrajes del pecado mortal (...). ¡Cuál va a ser nuestro horror cuando Jesucristo nos muestre las cosas por las cuales le hemos abandonado!»7. ¡Qué necedades a cambio de tanto bien! Por la misericordia divina, con la ayuda de la gracia, nosotros no le vamos a dejar, y procuraremos que muchos que están lejos se acerquen.
— La Cuaresma, ocasión propicia que nos brinda la Iglesia para aumentar la lucha contra el pecado. La malicia del pecado venial.
El esfuerzo de conversión personal que nos pide el Señor debemos ejercitarlo todos los días de nuestra vida, pero en determinadas épocas y situaciones –como es la Cuaresma– recibimos especiales gracias que debemos aprovechar. Este tiempo litúrgico es una ocasión extraordinaria para afinar en la lucha contra el pecado y para aumentar la vida de la gracia con el ejercicio de las buenas obras.
Para comprender mejor la malicia del pecado debemos contemplar lo que Jesucristo sufrió por los nuestros. En la agonía de Getsemaní le vemos padecer, hasta lo indecible. Él, que no conoció pecado, se hizo pecado por nosotros8, dice San Pablo; cargó con todos nuestros horrores, llegando a derramar sudor de sangre. «Jesús, solo y triste, sufría y empapaba la tierra con su sangre.
»De rodillas sobre el duro suelo, persevera en oración... Llora por ti... y por mí: le aplasta el peso de los pecados de los hombres»9. Es una escena que debemos recordar muchas veces, cada día, pero muy especialmente cuando las tentaciones arrecien.
El Señor nos ha llamado a la santidad, a amar con obras, y de la postura que se adopte ante el pecado venial deliberado depende el progreso de nuestra vida interior, pues los pecados veniales, cuando no se lucha por evitarlos o no hay suficiente contrición después de cometerlos, producen un gran daño en el alma, volviéndola insensible e indiferente a las inspiraciones y mociones del Espíritu Santo. Debilitan la vida de la gracia, hacen más difícil el ejercicio de las virtudes, y disponen al pecado mortal.
«Muchas almas piadosas –dice un autor de nuestros días– están en una infidelidad casi continua en “pequeñas” cosas; son impacientes, poco caritativas en sus pensamientos, juicios y palabras, falsas en su conversación y en sus actitudes, lentas y relajadas en su piedad, no se dominan a sí mismas y son demasiado frívolas en su lenguaje, tratan con ligereza la buena fama del prójimo. Conocen sus defectos e infidelidades y los acusan quizá en confesión, mas no se arrepienten de ellos con seriedad ni emplean los medios con que podrían prevenirlos. No reflexionan que cada una de estas imperfecciones es como un peso de plomo que las arrastra hacia abajo, no se dan cuenta de que van comenzando a pensar de manera puramente humana y a obrar únicamente por motivos naturales, ni de que resisten habitualmente a las inspiraciones de la gracia y abusan de ella. El alma pierde así el esplendor de su belleza, y Dios va retirándose cada vez más de ella. Poco a poco pierde el alma sus puntos de contacto con Dios: en Él no ve al Padre amoroso y amado a quien se entregaba con filial ternura; algo se ha interpuesto entre los dos»10. Es el camino, ya iniciado, de la tibieza.
En la lucha decidida por desterrar de nuestra vida todo pecado demostraremos nuestro amor al Señor, nuestra correspondencia a la gracia: «¡Qué pena me das mientras no sientas dolor de tus pecados veniales! —Porque, hasta entonces, no habrás comenzado a tener verdadera vida interior»11.
Pidamos hoy a la Virgen que nos conceda aborrecer, no solo el pecado mortal, sino también el pecado venial deliberado.
— La lucha contra el pecado venial deliberado. Sinceridad. Examen. Contrición.
«Restablecer el sentido justo del pecado es la primera manera de afrontar la grave crisis espiritual, que afecta al hombre de nuestro tiempo»12.
También para afrontar decididamente la lucha contra el pecado venial es preciso reconocerlo como tal, como ofensa a Dios que retrasa la unión con Él. Es preciso llamarlo por su nombre, sin excusas, sin disminuir la trascendental importancia que tiene para el alma que verdaderamente quiere ir a Dios. Movimientos de ira, envidia o sensualidad no rechazados con prontitud; deseo de ser el centro en todo, de llamar la atención; no ocuparse más que de uno mismo, de las propias cosas e intereses, perdiendo la capacidad para interesarnos por los demás; prácticas de piedad hechas con rutina, con poca atención y poco amor; juicios hechos con ligereza y poco caritativos sobre los demás..., constituyen pecados veniales y no solamente faltas o imperfecciones.
Debemos pedir al Espíritu Santo que nos ayude a reconocer con sinceridad nuestras faltas y pecados, a tener una conciencia delicada, que pide perdón y no justifica sus errores. «El que tiene sano el olfato del alma –decía San Agustín–, sentirá cómo hieden los pecados»13.
Los santos han comprendido con entera claridad, a la luz de la fe y del amor, que un solo pecado –sobre todo mortal, pero también los pecados veniales– constituye un desorden mayor que el peor cataclismo que asolara la tierra, «pues el bien de la gracia de un solo hombre es mayor que el bien natural del universo entero»14.
Fomentemos un sincero arrepentimiento de nuestras faltas y pecados, luchemos por quitar toda rutina al acudir al sacramento de la Misericordia divina. «Ten verdadero dolor de los pecados que confiesas, por leves que sean –aconseja San Francisco de Sales–, y haz firme propósito de la enmienda para en adelante. Muchos hay que pierden grandes bienes y mucho aprovechamiento espiritual porque, confesándose de los pecados veniales como por costumbre y cumplimiento, sin pensar enmendarse, permanecen toda la vida cargados de ellos»15.
La Virgen Santa María, Refugio de los pecadores, nos ayudará a tener una conciencia delicada para amar a Cristo y a todos los hombres, a ser sinceros con nosotros mismos y en la Confesión, a contar con nuestras flaquezas y a saber arrepentirnos de ellas con prontitud.
1 Antífona de la Comunión, 1 Jn 4, 10. — 2 Gen 3-4; 12-13; 17-28. — 3 Jn 1, 11. — 4Evangelio de la Misa, Mt 21, 33-34; 45-46. — 5 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 386. — 6 Juan Pablo II, Exhor. Apos. Reconciliatio et Paenitentia, 2-XII-1984, 18. — 7Santo Cura de Ars, Sermón sobre el pecado. — 8 Cfr. 2 Cor 5, 21. — 9 San Josemaría Escrivá, Santo Rosario. Primer misterio doloroso. — 10 B. Baur, En la intimidad con Dios, Herder. Madrid 1975, 10ª ed., p. 74. — 11 San Josemaría Escrivá,Camino, n. 330. — 12 Juan Pablo II, loc. cit. — 13 San Agustín, Coment. sobre el Salmo 37. — 14 Santo Tomás, Suma Teológica, 1-2, q. 113 a. 9 ad. 2. — 15 San Francisco de Sales, Introd. a la vida devota, II, 19.
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Otro comentario: Rev. D. Melcior QUEROL i Solà (Ribes de Freser, Girona, España)
La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido
Hoy, Jesús, por medio de la parábola de los viñadores homicidas, nos habla de la infidelidad; compara la viña con Israel y los viñadores con los jefes del pueblo escogido. A ellos y a toda la descendencia de Abraham se les había confiado el Reino de Dios, pero han malversado la heredad: «Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos» (Mt 21,43).

Al principio del Evangelio de Mateo, la Buena Nueva parece dirigida únicamente a Israel. El pueble escogido, ya en la Antigua Alianza, tiene la misión de anunciar y llevar la salvación a todas las naciones. Pero Israel no ha sido fiel a su misión. Jesús, el mediador de la Nueva Alianza, congregará a su alrededor a los doce Apóstoles, símbolo del “nuevo” Israel, llamado a dar frutos de vida eterna y a anunciar a todos los pueblos la salvación.

Este nuevo Israel es la Iglesia, todos los bautizados. Nosotros hemos recibido, en la persona de Jesús y en su mensaje, un regalo único que hemos de hacer fructificar. No nos podemos conformar con una vivencia individualista y cerrada a nuestra fe; hay que comunicarla y regalarla a cada persona que se nos acerca. De ahí se deriva que el primer fruto es que vivamos nuestra fe en el calor de familia, el de la comunidad cristiana. Esto será sencillo, porque «donde hay dos o más reunidos en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos» (Mt 18,20).

Pero se trata de una comunidad cristiana abierta, es decir, eminentemente misionera (segundo fruto). Por la fuerza y la belleza del Resucitado “en medio nuestro”, la comunidad es atractiva en todos sus gestos y actos, y cada uno de sus miembros goza de la capacidad de engendrar hombres y mujeres a la nueva vida del Resucitado. Y un tercer fruto es que vivamos con la convicción y certeza de que en el Evangelio encontramos la solución a todos los problemas.

Vivamos en el santo temor de Dios, no fuera que nos sea tomado el Reino y dado a otros.
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Otro comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
Actualidad de la "Parábola de la viña y sus arrendatarios"
Hoy, Jesús retoma —modificándolo— el "canto de la viña" de Isaías (5,1-7): la viña aparecía como imagen de la "esposa", Israel: aquéllos a los que Dios había mostrado el camino de la "Torá", pero que correspondieron quebrantando la Ley…

Ahora, en las palabras de Jesús, Israel está representado por los arrendatarios. La historia de la lucha de Dios —continuamente renovada— por y con Israel se muestra en una sucesión de "criados" que, por encargo del dueño, llegan para recoger la renta. El maltrato a los criados refleja la historia de los profetas, su sufrimiento… Aunque el "hijo" correrá la misma suerte, el "Amo" no abandonará a la viña: la arrendará a otros…

—¿No es ésta una descripción de nuestro presente? Declaramos que "Dios ha muerto" y, así, somos dios y la "viña" es nuestra! Empezamos a descubrir ahora las consecuencias de todo esto... Sin embargo, la muerte del "Hijo" no es la última palabra: Él es la "piedra angular" que, con su muerte y resurrección, trae un nuevo comienzo.
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Otro comentario: San Ireneo de Lyon (130-208), obispo, teólogo y mártir 
Contra los herejes, IV 36, 2-3; SC 100 

La viña del Señor

    Dios ha plantado la viña del género humano moldeando a Adán (Gn 2,7) y eligiendo a los patriarcas. Luego, entregó la viña a los viñadores dándoles la Ley por Moisés. La ciñó con una valla, es decir, delimitó la tierra que los viñadores tendrían que cultivar. Construyó una torre, es decir, escogió a Jerusalén. Les envió los profetas antes del exilio a Babilonia, después de la deportación envió otros, más numerosos que los primeros para reclamar el fruto y para decirles: “Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones.” (Jer 7,3) “Juzgad con rectitud y justicia; practicad el amor y la misericordia unos con otros. No explotéis a la viuda, al huérfano, al extranjero y al pobre, y no traméis nada malo contra el prójimo...” (Za 7,9-10)... “Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones... aprended a hacer el bien. Buscad el derecho, proteged al oprimido, socorred al huérfano, defended a la viuda.” (Is 1,16)...

    Por esta predicación los profetas reclamaban los frutos de la justicia. Pero, como esta gente permaneció en la incredulidad, les envió finalmente al Hijo, Nuestro Señor Jesucristo que fue asesinado por lo viñadores malvados. Por esto, Dios confió la viña, -no ya delimitada sino extendiéndola sobre toda la tierra,- a otros viñadores para que le entregaran el fruto a su tiempo... La gloria de la elección se extiende por doquier con su resplandor, porque por todas partes resplandece la Iglesia. Por todas partes está colocado el lagar porque en todas partes viven los que han recibido la unción del Espíritu de Dios...

    Por eso el Señor les decía a sus discípulos, para que fueran buenos obreros: "Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones, con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida” (Lc 21,34.36)...; “Tened ceñida vuestra cintura y encendidas vuestras lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a su señor” (Lc 12,35-36).    









Disposiciones durante el periodo de sede apsotolica vacante




  Sede Apostólica Romana Vacante
 Disposiciones
Es deber de toda la Iglesia
acompañar con la oración a los Cardenales
 para que puedan descubrir la voluntad de Dios
Sede vacante es el período y las circunstancias especiales que se dan cuando una diócesis o iglesia particular queda sin obispo o pastor. Para evitar un vacío absoluto de poder, estas circunstancias están previstas detalladamente en los cánones 416-430 del Código de derecho canónico. La expresión proviene del latín y significa que el sitio está vacío, refiriéndose a la cátedra de una iglesia en particular.
Regularización por Sede Apostólica Vacante
Un caso absolutamente particular es la sede apostólica vacante, esto es, el período que transcurre tras la muerte o renuncia de un pontífice y la elección de su sucesor después de su elección por parte del cónclave. En este caso quien permanece privada de su propia cabeza es la archidiócesis de Roma y, en consecuencia, toda la Iglesia católica.
La sede vacante, en el caso del Papa, está regulada en la Primera Parte de la Constitución Apostólica de Juan Pablo II Universi Dominici Gregis (1996). Benedicto XVI ha modificado algunas normas de esta Constitución en dos Motu Propio de 2007 y de 22 de febrero de 2013.
La serie de los acontecimientos por fallecimiento, en su orden, es:

El escudo del Estado de la Ciudad del Vaticano durante la sede vacante.

El cardenal Camarlengo constata la muerte del Pontífice llamándole 3 veces por su nombre de pila y luego golpeando su frente con un martillo de plata. Todo esto en presencia del Maestro de Celebraciones Litúrgicas, que durante todo el proceso hace de Notario, del Secretario y del Canciller de la Cámara Apostólica.

Se sella la cámara y el estudio del Pontífice, y el Camarlengo anuncia el deceso al Vicario de Roma, así como también a la ciudad de Roma y al mundo.

El Portón de Bronce del Palacio Apostólico se cierra por la mitad, y la campana mayor de San Pedro comunica el deceso.

Los restos mortales son preparados y revestidos con los ornamentos episcopales: la mitra, señal de la dignidad episcopal y papal, pero sencilla (blanca), en señal de luto; la casulla (vestidura sacerdotal para la misa) de color rojo: color pontifical y del culto a los Apóstoles, también sencilla, el palio (una banda de lana blanca en forma de escapulario con cruces negras o rojas, símbolo de pastor, así como también la férula o cruz que hace de báculo pastoral.

Por tres días el cuerpo del fallecido Papa se expone a la veneración de los fieles en la Basílica de San Pedro.
Los funerales solemnes son celebrados a los tres días de la muerte; el cuerpo se trata para sea conservado durante todo este tiempo por técnicos especialistas.

Tras la Missa exequialis, los restos del papa son introducidos en una triple caja de ciprés, plomo y nogal, y enterrado en el lugar que el mismo papa, en vida, haya designado, o si no, en algún lugar del Vaticano, que suele ser en las Grutas Vaticanas, debajo de la Basílica de San Pedro.

Se celebran las novenas, es decir, las exequias en sufragio del alma del difunto, durante los siguientes nueve días.

El Cardenal Camarlengo se encarga de destruir el anillo del pescador, símbolo de San Pedro, y el sello de plomo del pontífice muerto.
Funciones Papales en periodo de Sede Vacante
Las funciones del papa no son asumidas por nadie: no hay un "papa en funciones" ni nada similar, por lo que desde el momento de su muerte, hasta después de conocido el nombre del nuevo Papa, en la celebración de la misa, en el recuerdo de la Plegaria Eucarística por la Iglesia universal, se elimina el nombre del Papa y se menciona únicamente al Obispo Diocesano, si la Diócesis se encuentra ubicada fuera de Roma, mientras que dentro de Roma, será mencionado el Colegio Cardenalicio. La administración ordinaria es desarrollada por este colegio de cardenales. El Cardenal Camarlengo convoca a los cardenales para el Cónclave para la elección del nuevo pontífice. Una vez llegados los cardenales, se convocan las congregaciones generales, en que los miembros del cónclave discuten sobre el futuro de la Iglesia. Para el cónclave, son elegidos al azar tres cardenales asistentes, entre los presentes, por cada uno de los órdenes (obispo, presbítero o diácono). El día señalado por el Cardenal Camarlengo empieza el cónclave, entre los 15 y 20 días después de la muerte del papa, aunque puede anticiparse si los cardenales ya están todos en Roma, según la última modificación de Benedicto XVI antes de su renuncia, en 2013.
A la muerte del papa, todos los cargos de la Curia Romana, así como el Cardenal Secretario de Estado cesan automáticamente en sus cargos, a excepción del Cardenal Camarlengo, el cardenal vicario de la Diócesis de Roma y del Penitenciario. El Cardenal Decano, esto es, el mayor de los cardenales en edad, ejerce la presidencia del colegio, presidiendo habitualmente la misa exequial del pontífice y la misa de inauguración del Cónclave, pro eligendo sumo pontífice.
Así, transcurridos entre quince y veinte días, los cardenales electores se reúnen en cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Sede Apostólica Vacante por Renuncia
Aunque solamente se ha dado el caso de Benedicto XVI en la historia moderna (2013), también existe la opción de que la sede quede vacante por dimisión o renuncia del papa. En otros casos de la historia, ha sido por obligación o por circunstancias de divisiones o cismas, pero el Código de Derecho Canónico de 1983 establece que sea una renuncia expuesta de modo libre y con plena lucidez, sin necesidad, como es lógico, que sea aceptada por nadie. A la fecha elegida para el cese del pontificado, la sede queda vacante y el papa es tenido como "papa emérito". Como signo de este cese, también se destruyen los sellos y anillo del pescador. Al quedar la sede vacante en el momento designado, se convoca a los cardenales a Roma para, primero, las congregaciones generales y luego el Cónclave, a los 15 o 20 días, o bien antes, al anunciarse con tiempo el momento exacto que empezará el periodo de interregno. Luego, los trámites son los mismos: cesan todos los cargos y empieza el cónclave.
Disposiciones Litúrgicas en tiempo de
Sede Apostólica Vacante
NOMBRE DEL PAPA EN LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

Al estar la Sede Apostólica Vacante desde el jueves 28 de Febrero a las 20 Hs. hora de Roma, en las misas que se celebren después de esa hora las Plegarias Eucarísticas deben OMITIR la frase que hace referencia al Santo Padre (p.e.: con tu servidor el Papa N.,) Directamente se nombrará al Obispo. Esta Disposición cesa en el mismo momento en que se anuncia el nombre del Papa recién electo.
INDULGENCIAS

Durante la Sede Apostólica Vacante pueden alcanzarse todas las Indulgencias Plenarias ya concedidas por los distintos Romanos Pontífices. Durante el actual período de vacancia también se pueden seguir ganando las Indulgencias del Año de la Fe. La condición de costumbre para alcanzar dichas Indulgencias de rezar por las intenciones del Romano Pontífice se sigue cumpliendo, ya que dichas intenciones no son personales del Papa sino intenciones generales por la Iglesia y por el mundo que se resumen con el nombre genérico de “intenciones del Sumo Pontífice”.
MISA EN EL INICIO DEL CÓNCLAVE

El día de inicio del Cónclave, o el día siguiente a dicho inicio si el mismo es Domingo de Cuaresma, podrá celebrarse en toda la Arquidiócesis la Misa por la elección del Papa.
CONVENTOS DE VIDA CONTEMPLATIVA

En todos los Monasterios de vida contemplativa de la Arquidiócesis, según el expreso pedido del Card. Camarlengo, se rogará insistentemente por la elección del nuevo Sumo Pontífice, ofreciendo las oraciones y sacrificios que crean convenientes según el espíritu de la comunidad.

Oraciones para ser utilizadas durante el periodo de
Sede Vacante (Sugeridas, No obligatorias)
EN LA CELEBRACIÓN DE LAUDES Y VÍSPERAS

En las preces de la Liturgia de las Horas (en la celebración comunitaria o individual) puede agregarse:

“Llena de alegría a tu Iglesia con la elección de un Pastor Supremo que reproduzca la imagen de Cristo

- que con sus virtudes sirva de ejemplo a tu pueblo e ilumine los corazones de los fieles”
INTENCIONES PARA LA CELEBRACIÓN DE LA MISA

Pidamos hermanos al Padre del cielo que escuche las oraciones de su Iglesia, que espera la elección del Pastor Universal.

A cada intención respondemos:
ESCUCHA, SEÑOR, LA ORACIÓN DE TU IGLESIA.

1) Para que Dios conceda a la Iglesia un pastor que le sea grato por su santidad, gobierne al pueblo con sabiduría e impulse la Nueva Evangelización de nuestro mundo. Oremos.

2) Por el Colegio de los Cardenales para que abiertos a la voluntad divina puedan encontrar a quien Dios ya eligió como Pastor Supremo de la Iglesia. Oremos.

3) Por nuestro Cardenal NN  para que al cumplir el grave ministerio de participar en la elección del nuevo Sucesor de Pedro experimente la cercanía espiritual de toda la Arquidiócesis. Oremos.

4) Para que Dios conceda al mundo un Pastor Universal que anuncie con decisión a los pueblos que Cristo es el único que tiene palabras de vida eterna para todas las razas, culturas y naciones. Oremos.

5) Para que los fieles de todo el mundo recibamos con fe al nuevo Sumo Pontífice, como sucesor de Pedro, Vicario de Jesucristo y fundamento de unidad en la Iglesia. Oremos.

Oración
Escucha Señor nuestra oración
y concede a tu pueblo
un pastor que en nombre de Cristo
presida la Iglesia
y acreciente la unidad de la fe
y los vínculos del amor de todos los obispos
y de sus Iglesias esparcidas por el mundo entero.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen
PARA REZAR INDIVIDUALMENTE O EN GRUPO

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don de dones;
luz que llenas las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los dolores. Amen

 

Creados por amor - Juan del Carmelo




Creados por amor
            Si somos creyentes es porque tenemos fe…, y esa fe nos dice que existe un Dios creador de todo lo visible y lo invisible. Y a partir de aquí, y teniendo en cuenta que somos seres inteligentes a diferencia de los animales, nos salen al encuentro una serie de preguntas transcendentales, de las cuales unas tiene respuestas al alcance de nuestra mente y para encontrar la respuesta, a otras preguntas de las que nos formulamos, hemos de acudir a la fe, cosa que no todo el mundo tiene ni admite, pues para ellos dignos hijos herederos de la revolución francesa, solo le prestan tributo a la diosa razón. Por esto, por dirigirme solo a los creyentes, he escrito este párrafo a modo de introducción.
             Partiendo de la base de que Dios nos ha creado, una de las primeras preguntas que uno se formula, es la de conocer las razones que Dios tuvo para crearnos, no solo a nosotros, sino también a nuestros hermanos mayores los ángeles. Por otro lado, si Dios, viviendo desde siempre en la eternidad, en la que pasado y futuro quedan absorbidos por el presente, sabía perfectamente que parte de los ángeles se iban a revelar y en cuanto a nosotros, que nuestros primeros padres iban también a sucumbir a la tentación de ofenderle a Él, condenándonos a todos sus descendientes  a la pérdida de los dones preternaturales y a un perpetuo encadenamiento a satanás, ¿Por qué creó a los ángeles y a los hombres?  
       La clave de la respuesta a esta pregunta se encuentra en una palabra, que es la que define a Dios, porque Dios es amor y solo amor. Muy claramente así nos lo manifiesta San Juan evangelista (1Jn 4,16).   
     Y si la esencia de Dios es amor y solo amor, para conocer y comprender a Dios hemos amar a Dios, porque si amamos con pasión a Dios, cada vez lo conoceremos mejor y comprenderemos mejor que es lo que le mueve al Señor en sus actuaciones. El amor es la mayor y más potente fuerza que existe en la totalidad del universo, en los dominios de Dios que es todo lo visible y lo invisible, lo conocido y lo desconocido por nuestras pobres mentes, porque Él, es Dios y Él es el Todo de todo.
           Dicho  lo anterior y si lo aceptamos, nada tiene de extraño afirmar que Dios nos creó por razón de amor y no solo a nosotros sino a los ángeles y a toda la creación tanto material como inmaterial, por nosotros conocida o intuida su existencia y aquella que no es desconocida. Dios es amor y solo es el amor el que le mueve, sus razones son siempre de amor y si queremos alcanzarle algún día, después de abandonar este mundo, hemos de ser expertos en amarle a Él y a todo lo por Él creado, especialmente a nuestros semejantes.
        Y si resulta que el amor es tan importante y es la clave de todo, nos conviene saber que es el amor y cuáles son sus características. Conocemos la existencia de tres virtudes esenciales y de otras más porque ellas son las que nos llevan a Dios y las tres más básicas, las enumeramos diciendo: Fe, esperanza y caridad (en este caso amor). Pero el amor no solo nos lleva a Dios como las demás, virtudes, si no lo que es más importante es ella, la que nos une a Dios. El amor es el inicio y el fin de los caminos que conducen a Dios.
       Muchas son las definiciones que podemos reseñar sobre lo que es el amor, muchas de ellas pone énfasis en resaltar solo alguna de las varias cualidades del amor; para mí personalmente me encanta una de Jean Lafrance, que dice: “Amar es, en primer lugar, ser atraído, seducido y cautivado por el amor de Dios”.
       A los efectos de esta glosa, más importante que definir el amor, es señalar las características que este tiene, pues a través de ellas, podemos darle contestación a las anteriores trascendentales preguntas de las que nos hemos ocupado antes. Son varias las características que identifican al amor. Las más importantes nos dicen que: el amor es entrega del amante al Amado y las entregas con llevan sacrificios que el amante acepta gustoso, por lo que el amor es sacrificioel amor identifica o asemeja al amante con el Amado; el amor unifica al amante con Amado: el amor es reciprocidad entre los amantes, si la reciprocidad falla no se genera amor; el amor necesita libertad para generarse a nadie se le puede obligar a que ame en cumplimiento de una orden; el amor necesita compartir su felicidad,  por su naturaleza el amor siempre tiene deseos de compartir con otros su felicidad; el amor es fuerte es el más fuerte de los sentimientos; el amor es eterno, porque el amor lo genera Dios y Él es eterno; el amor es fuego que abrasa, todo el que se acerca se abrasa gustosamente; el amor crea conocimiento y recíprocamente el conocimiento crea amor; el amor es ilimitado, como lo es el Señor que es quien lo genera;  el amor es intimidad, para su desarrollo los amantes necesitan intimidad; el amor desea el contacto físico, esencialmente el amor humano, en el amor sobrenatural este contacto se da en la eucaristía: el amor destierra el temor, y así nos lo hace ver el apóstol San Juan (1Jn 4,19); el amor es pureza. Y otras características más, muchas veces unas derivadas de otras o como consecuencia de otras.
         Visto lo referente al amor, y que Dios es amor y solo amor, es en el amor donde encontramos las razones de nuestra creación. Brot Etienne, autor francés de mediados del s. XVII escribe a este respecto diciéndonos:  “Ese Dios trinitario, acostumbrado desde toda la eternidad a un amor interpersonal del pureza perfecta, ha sido, pues, totalmente desinteresado en su obra creadora, no pensando en modo alguno en Si mismo, en su recreo o en su satisfacción personal, sino únicamente en el bien y en el interés de sus criaturas a las que quiso dar todo lo que Él es y todo lo que tiene, excepto algo cuya importancia crecerá a raíz del pecado original; no les ha dado, ni les dará jamás, su inalienable naturaleza de Creador. Serán pues criaturas eternamente y se beneficiarán de Sus dones no por naturaleza, sino por la gracia”.
      Para Edwards Leen: “El primordial propósito de la creación fue que la perfección infinita de Dios se pusiera de manifiesto en otros seres que debían de ser reflejo de su existencia y de su belleza. Entre estos seres tenía que haber algunos que fueran imágenes de la vida consciente de Dios, de su vida de conocimiento y amor.…. La grandeza y la felicidad de los seres inteligentes consiste en la fidelidad con que reflejan las perfecciones de Dios en sí mismos. De ahí se deriva que la gloria de Dios y la felicidad de la criatura fiel son materialmente, aunque no formalmente idénticas”. Y continua eeste autor diciéndonos en otra página de su libro “El Espíritu Santo”: “Su propósito al crear a los ángeles y a los hombres fue el de hacerles felices con su propia felicidad. No tienen más que admitir esa felicidad admitiendo a Dios en sus almas”.
       El teólogo dominico español contemporáneo Royo Marín, fallecido hace pocos años, en su libro “Alabanzas de la Santísima Trinidad”, nos dice: “La razón de ser y el último porqué de la Creación universal es: La gloria de Dios, como fin último absoluto. Nuestra felicidad eterna, como fin último relativo. No hay más. Eso es todo”.
          Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Por Juan del Carmelo




Frases del Santo Padre Pío de Pietrelcina


                                                  -un santo moderno con los valores de siempre-
"En la medida que te vayas vaciando de ti mismo, es decir, del amor al cuerpo y de tu propia voluntad, y te vayas enraizando en la santa humildad, el Señor lo irá comunicando a tu corazón." (Santo Padre Pio de Pietrelcina)

Evangelio - Jueves II Semana de Cuaresma


† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: 
"Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino, y todos los días celebraba espléndidos banquetes. Y había también un pobre, llamado Lázaro, tendido junto a la puerta y cubierto de llagas, que deseaba saciar su hambre con lo que tiraban de la mesa del rico. Hasta los perros venían a lamer sus llagas.
Un día el pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. También murió el rico y fue sepultado. Y en el abismo, cuando se encontraba entre tormentos, levantó los ojos el rico y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno. Y gritó: 
"Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque no soporto estas llamas". 
Abrahán contestó: 
"Recuerda, hijo, que ya recibiste tus bienes durante la vida, y Lázaro, en cambio, males. Ahora él está aquí consolado mientras tú estás atormentado. Pero además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo, de suerte que los de aquí que quieran pasar hasta ustedes, no puedan; ni tampoco de allí puedan venir hasta nosotros".
El rico insistió: 
"Te ruego, padre, que lo envíes a mi familia, para que diga a mis cinco hermanos la verdad y no vengan también ellos a este lugar de tormento". 
Abrahán le respondió: 
"Ya tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen". 
El rico insistió: 
"No, padre Abrahán; si se les presenta un muerto, se convertirán". 
Entonces Abrahán le dijo: 
"Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco harán caso aunque resucite un muerto".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

† Meditación diaria 
Cuaresma. 2ª semana. Jueves
DESPRENDIMIENTO
— El desprendimiento de las cosas nos da la necesaria libertad para seguir a Cristo. Los bienes son solo medios.
En este tiempo de Cuaresma, la Iglesia nos hace muchas llamadas para que nos soltemos de las cosas de esta tierra, y llenar así de Dios nuestro corazón. En la Primera lectura de la Misa de hoy nos dice el profeta Jeremías: Bendito quien confía en el Señor, y pone en Él su confianza: Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en el año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto1. El Señor cuida del alma que tiene puesto en Él su corazón.
Quien pone su confianza en las cosas de la tierra, apartando su corazón del Señor, está condenado a la esterilidad y a la ineficacia para aquello que realmente importa: será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará en la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita2.
El Señor desea que nos ocupemos de las cosas de la tierra, y las amemos correctamente: Poseed y dominad la tierra3. Pero una persona que ame «desordenadamente» las cosas de la tierra no deja lugar en su alma para el amor a Dios. Son incompatibles el «apegamiento» a los bienes y querer al Señor: no podéis servir a Dios y a las riquezas4. Las cosas pueden convertirse en una atadura que impida alcanzar a Dios. Y si no llegamos hasta Él, ¿para qué sirve nuestra vida? «Para llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la Cruz hay que tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra»5. Él nos dio ejemplo: pasó por los bienes de esta tierra con perfecto señorío y con la más plena libertad.Siendo rico, por nosotros se hizo pobre6. Para seguirle, nos dejó a todos una condición indispensable: cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo7. Esta condición es también imprescindible para quienes le quieran seguir en medio del mundo. Este no renunciar a los bienes llenó de tristeza al joven rico, que tenía muchas posesiones8 y estaba muy apegado a ellas. ¡Cuánto perdió aquel día este hombre joven que tenía «cuatro cosas», que pronto se le escaparían de las manos!
Los bienes materiales son buenos, porque son de Dios. Son medios que Dios ha puesto a disposición del hombre desde su creación, para su desarrollo en la sociedad con los demás. Somos administradores de esos bienes durante un tiempo, por un plazo corto. Todo nos debe servir para amar a Dios –Creador y Padre– y a los demás. Si nos apegamos a las cosas que tenemos y no hacemos actos de desprendimiento efectivo, si los bienes no sirven para hacer el bien, si nos separan del Señor, entonces no son bienes, se convierten en males. Se excluye del reino de los cielos quien pone las riquezas como centro de su vida; idolatría llama San Pablo a la avaricia9. Un ídolo ocupa entonces el lugar que solo Dios debe ocupar.
Se excluye de una verdadera vida interior, de un trato de amor con el Señor, aquel que no rompe las amarras, aunque sean finas, que atan de modo desordenado a las cosas, a las personas, a uno mismo. «Porque poco se me da –dice San Juan de la Cruz– que un ave esté asida a un hilo delgado en vez de a uno grueso, porque, aunque sea delgado, tan asida estará a él como al grueso, en tanto que no le quebrare para volar. Verdad es que el delgado es más fácil de quebrar; pero, por fácil que es, si no lo rompe, no volará»10.
El desprendimiento aumenta nuestra capacidad de amar a Dios, a las personas y a todas las cosas nobles de este mundo.
— Desasimiento y generosidad. Algunos ejemplos.
El Evangelio de la Misa nos presenta a uno que hacía mal uso de los bienes. Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes. En cambio, un pobre llamado Lázaro yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico11.
Este hombre rico tiene un marcado sentido de la vida, una manera de vivir: «Se banqueteaba». Vive para sí, como si Dios no existiera, como si no lo necesitara. Vive a sus anchas, en la abundancia. No dice la parábola que esté contra Dios ni contra el pobre: únicamente está ciego para ver a Dios y a uno que le necesita. Vive constantemente para sí mismo. Quiere encontrar la felicidad en el egoísmo, no en la generosidad. Y el egoísmo ciega, y degrada a la persona.
¿Su pecado? No tuvo en cuenta a Lázaro, no lo vio. No utilizó los bienes según el querer de Dios. «Porque la pobreza no condujo a Lázaro al Cielo, sino la humildad, y las riquezas no impidieron al rico entrar en el gran descanso, sino su egoísmo e infidelidad»12, dice con gran profundidad San Gregorio Magno.
El egoísmo y el aburguesamiento impiden ver las necesidades ajenas. Entonces, se trata a las personas como cosas (es grave ver a las personas como cosas, que se toman o se dejan según interese), como cosas sin valor. Todos tenemos mucho que dar: afecto, comprensión, cordialidad y aliento, trabajo bien hecho y acabado, limosna a gente necesitada o a obras buenas, la sonrisa cotidiana, un buen consejo, ayudar a nuestros amigos para que se acerquen a los sacramentos...
Con el ejercicio que hagamos de la riqueza –mucha o poca– que Dios ha depositado en nosotros nos ganamos la vida eterna. Este es tiempo de merecer. Siendo generosos, tratando a los demás como a hijos de Dios, somos felices aquí en la tierra y más tarde en la otra vida. La caridad, en sus muchas formas, es siempre realización del reino de Dios, y el único bagaje que sobrenadará en este mundo que pasa.
Este desasimiento ha de ser efectivo, con resultados bien determinados que no se consiguen sin sacrificio, y también natural ydiscreto, como corresponde a los cristianos que viven en medio del mundo y que han de usar los bienes como instrumentos de trabajo o en tareas apostólicas. Se trata de un desprendimiento positivo, porque resultan ridículamente pequeñas, e insuficientes, todas las cosas de la tierra en comparación del bien inmenso e infinito que pretendemos alcanzar; es también interno, que afecta a los deseos; actual, porque requiere examinar con frecuencia en qué tenemos puesto el corazón y tomar determinaciones concretas que aseguren la libertad interior;alegre, porque tenemos los ojos puestos en Cristo, bien incomparable, y porque no es una mera privación, sino riqueza espiritual, dominio de las cosas y plenitud.
— Desprendimiento de lo superfluo y de lo necesario, de la salud, de los dones que Dios nos ha dado, de lo que tenemos y usamos...
El desprendimiento nace del amor a Cristo y, a la vez, hace posible que crezca y viva este amor. Dios no habita en un alma llena de baratijas. Por eso es necesaria una firme labor de vigilancia y de limpieza interior. Este tiempo de Cuaresma es muy oportuno para examinar nuestra actitud ante las cosas y ante nosotros mismos: ¿tengo cosas innecesarias o superfluas?, ¿llevo una cuenta o control de los gastos que hago para saber en qué invierto el dinero?, ¿evito todo lo que significa lujo o mero capricho, aunque no lo sea para otro?, ¿practico habitualmente la limosna a personas necesitadas o a obras apostólicas con generosidad, sin cicaterías?, ¿contribuyo al sostenimiento de estas obras y al culto de la Iglesia con una aportación proporcionada a mis ingresos y gastos?, ¿estoy apegado a las cosas o instrumentos que he de utilizar en mi trabajo?, ¿me quejo cuando no dispongo de lo necesario?, ¿llevo una vida sobria, propia de una persona que quiere ser santa?, ¿hago gastos inútiles por precipitación o por no prevenir?
El desprendimiento necesario para seguir de cerca al Señor incluye, además de los bienes materiales, el desprendimiento de nosotros mismos: de la salud, de lo que piensan los demás de nosotros, de las ambiciones nobles, de los triunfos y éxitos profesionales.
«Me refiero también (...) a esas ilusiones limpias, con las que buscamos exclusivamente dar toda la gloria a Dios y alabarle, ajustando nuestra voluntad a esta norma clara y precisa: Señor, quiero esto o aquello solo si a Ti te agrada, porque si no, a mí, ¿para qué me interesa? Asestamos así un golpe mortal al egoísmo y a la vanidad, que serpean en todas las conciencias; de paso que alcanzamos la verdadera paz en nuestras almas, con un desasimiento que acaba en la posesión de Dios, cada vez más íntima y más intensa»13. ¿Estamos desprendidos así de los frutos de nuestra labor?
Los cristianos deben poseer las cosas como si nada poseyesen14. Dice San Gregorio Magno que «posee, pero como si nada poseyera, el que reúne todo lo necesario para su uso, pero prevé cautamente que presto lo ha de dejar. Usa de este mundo como si no usara, el que dispone de lo necesario para vivir, pero no dejando que domine a su corazón, para que todo ello sirva, y nunca desvíe, la buena marcha del alma, que tiende a cosas más altas»15.
Desprendimiento de la salud corporal. «Consideraba lo mucho que importa no mirar nuestra flaca disposición cuando entendemos se sirve al Señor (...). ¿Para qué es la vida y la salud, sino para perderla por tan gran Rey y Señor? Creedme, hermanas, que jamás os irá mal en ir por aquí»16.
Nuestros corazones para Dios, porque para Él han sido hechos, y solo en Él colmarán sus ansias de felicidad y de infinito. «Jesús no se satisface “compartiendo”: lo quiere todo»17. Todos los demás amores limpios y nobles, que constituyen nuestra vida aquí en la tierra, cada uno según la específica vocación recibida, se ordenan y se alimentan en este gran Amor: Jesucristo Señor Nuestro.
«Señor, tú que amas la inocencia y la devuelves a quien la ha perdido, atrae hacia ti nuestros corazones y abrásalos en el fuego de tu Espíritu»18.
Nuestra Madre Santa María nos ayudará a limpiar y ordenar los afectos de nuestro corazón para que solo su Hijo reine en él. Ahora y por toda la eternidad. Corazón dulcísimo de María, guarda nuestro corazón y prepárale un camino seguro.
1 Jer 17, 7-8. — 2 Jer 17, 6. — 3 Cfr. Gen 1, 28. — 4 Mt 6, 24. — 5 San Josemaría Escrivá, Vía Crucis, X. — 6 Cfr. 2 Cor 8, 9.  7 Lc 14, 33. — 8 Mc 10, 22. — 9 Col 3, 5. — 10 San Juan de la Cruz, Llama de amor viva, 11, 4. — 11 Lc 16 19-21.  12San Gregorio Magno, Homilías sobre el Evangelio de San Lucas, 40, 2. — 13 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 114. — 14 1 Cor 7, 30.  15 San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, 36. — 16 Santa Teresa, Fundaciones, 28, 18. — 17 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 155. — 18 Oración colecta de la Misa del día.
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Otro comentario: Rev. D. Xavier SOBREVÍA i Vidal (Sant Boi de Llobregat, Barcelona, España)
Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite
Hoy, el Evangelio es una parábola que nos descubre las realidades del hombre después de la muerte. Jesús nos habla del premio o del castigo que tendremos según cómo nos hayamos comportado.

El contraste entre el rico y el pobre es muy fuerte. El lujo y la indiferencia del rico; la situación patética de Lázaro, con los perros que le lamen las úlceras (cf. Lc 16,19-21). Todo tiene un gran realismo que hace que entremos en escena.

Podemos pensar, ¿dónde estaría yo si fuera uno de los dos protagonistas de la parábola? Nuestra sociedad, constantemente, nos recuerda que hemos de vivir bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones. Vivir para uno mismo, sin ocuparse de los demás, o preocupándonos justo lo necesario para que la conciencia quede tranquila, pero no por un sentido de justicia, amor o solidaridad.

Hoy se nos presenta la necesidad de escuchar a Dios en esta vida, de convertirnos en ella y aprovechar el tiempo que Él nos concede. Dios pide cuentas. En esta vida nos jugamos la vida.

Jesús deja clara la existencia del infierno y describe algunas de sus características: la pena que sufren los sentidos —«que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama» (Lc 16,24)— y su eternidad —«entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo» (Lc 16,26).

San Gregorio Magno nos dice que «todas estas cosas se dicen para que nadie pueda excusarse a causa de su ignorancia». Hay que despojarse del hombre viejo y ser libre para poder amar al prójimo. Hay que responder al sufrimiento de los pobres, de los enfermos, o de los abandonados. Sería bueno que recordáramos esta parábola con frecuencia para que nos haga más responsables de nuestra vida. A todos nos llega el momento de la muerte. Y hay que estar siempre preparados, porque un día seremos juzgados.
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Otro comentario: Isaac el Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul, santo de la Iglesia Ortodoxa 
Discursos, 1ª série, n° 84 
Sufro terriblemente en este horno

    En cuanto a mí, digo que los que son atormentados en infierno lo son por los golpes del amor. ¿Qué hay más amargo y más violento que los tormentos del amor? Los que sienten que pecaron contra el amor llevan en ellos una condena mucho más grande que los castigos más temidos. El sufrimiento que el pecado contra el amor provoca en el corazón es más desgarrador que cualquier otro tormento.

    Es absurdo pensar que los pecadores en el infierno están privados del amor de Dios. El amor es el origen de la verdad, que, según el testimonio de todos, se da sin división. Por su poder, el amor actúa de dos maneras. Atormenta a los pecadores, como pasa aquí abajo cuando un amigo atormenta a otro amigo. Y regocija en él a los que han hecho lo que había que hacer. Tal es a mi juicio, el tormento del infierno: el pesar. Pero las almas de los de arriba, de los del cielo, están en la embriaguez de las delicias.