sábado, 25 de agosto de 2018

Cuando sufro, pienso en Jesús, solo, en aquél sagrario de la Iglesia (Un Testimonio maravilloso)




Sabes que me encantan los testimonios. Son vivencias que nos muestran el gran amor que Dios nos tiene. Y las gracias que Jesús le brinda a los que lo visitan en los sagrarios del mundo.  Suelo compartirles algunos de las muchas que recibo, porque son edificantes y nos enseñan que no estamos solos en nuestra búsqueda.
Alrededor de este maravilloso mundo hay millones de personas que a diario entran a un oratorio para estar con Jesús frente al sagrario.
He descubierto en esos pequeños oratorios las respuestas a muchas de mis inquietudes. Es un ambiente de paz que invita a la oración y a permanecer en la presencia del amado Jesús.
Él siempre te acoge con ilusión. Pienso que le da tanta alegría verte cruzar la puerta de esa capillita, que te llena de regalos espirituales para que te animes a regresar.
Esta mañana mientras te escribía recibí una llamada telefónica que me sorprendió. Era una dulce abuelita que leyó mi libro EL SAGRARIO  y quería compartirme su experiencia con Jesús.
Le encanta ir al sagrario al terminar la misa de la mañana y allí se queda un buen rato para que nuestro Señor no se sienta solo. Tiene largas conversaciones con Él. Me dijo:
“A veces no sentimos que no está con nosotros, pero si está con nosotros. Llega un momento que siento su presencia y sé que está conmigo.
Cuando me están humillando o me ofenden o sufro por mi enfermedad pienso en Jesús, en ese sagrario, solitario, esperando, amando, y le ofrezco todo. Yo también quiero conocer a Dios porque Él es puro amor. Y yo necesito de ese amor, más que nunca.
Cuando voy al sagrario siempre le mando saludos suyos.
Cada sufrimiento, humillación y dolor lo ofrezco a Dios. Hay tanta necesidad de oración en el mundo. El que nos conoce a Dios jamás podría entender que un sufrimiento sirva para algo espiritual. Y yo, ya ve, estoy aprendiendo en el camino y ahora lo ofrezco todo. Le pido que cada dolor, tristeza, angustia que sufra, sirva para ayudar un alma en riesgo de perder su eternidad en el Paraíso”.
Cuánto amor por Jesús y por los demás. Lo ofrece todo, por personas que ni siquiera conoce. Y tiene toda la razón al hacerlo, no sabe cuánta.
La Virgen en 1917 les dijo a los pastorcillos en Fátima estas palabras sobrecogedoras e impactantes:
“Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores. Van muchas almas al infierno por no haber quien se sacrifique y rece por ellas”.
Tus oraciones y sacrificios y ofrecimientos tienen un valor que no imaginas. Reza, ofrece y persevera. El mundo tiene gran necesidad de oración.
¿Puedo pedirte un favor? Cuando vayas al sagrario a ver a Jesús, dile:“Claudio te manda saludos”. Ya sabes que me encanta sorprenderlo.
¡Ánimo! ¡La vida es maravillosa!
¡Dios te bendiga!






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