Este año que hemos comenzado es la gran oportunidad que nos da Dios para que seamos santos. Este año sí debemos ser santos, porque no sabemos si quizás sea el último de nuestra vida aquí en la tierra.
El Cardenal Newman decía que uno debe situarse en el momento de la muerte, del paso de este mundo al más allá, cuando ya no queda tiempo para nada, ni para pedir perdón a Dios, ni para hacer buenas obras ni hablar con Dios y rezar.
Si hacemos así, es decir, si miramos todo como si ahora mismo, en este instante termina nuestra vida en este mundo, entonces ¡qué agradecidos estaremos con Dios, que nos da este nuevo año con todos sus instantes, para no desaprovechar ninguno de ellos, haciendo buenas obras, arrepintiéndonos de nuestros pecados y rezando y hablando con Dios!
Es un buen ejercicio éste de situarse uno en el último instante de vida, para tomar el serio propósito de aprovechar mejor el tiempo, para gloria de Dios, salvación de las almas y, especialmente, para nuestra propia salvación.
Nos daremos cuenta, entonces, que hay un tesoro que vale más que el dinero, que la salud, que los afectos, y es el tiempo, pues efectivamente el tiempo es la mayor riqueza que nos da Dios para que, aprovechándolo bien, ganemos no bienes materiales, sino una gloria imperecedera, y también para que hagamos ganar el Cielo a innumerables almas.
Éste es el año que Dios nos concede. No sabemos si lo viviremos todo completo o quedará truncado. Quizás vengan otros años más, quizás no. Pero este año tenemos que aprovecharlo, porque para Dios sólo cuenta el momento presente y en él tenemos que ser santos.
Pero vamos a necesitar de constancia y perseverancia, porque todo bien grandioso se suele alcanzar con tesón, perseverando, y para ello necesitamos de la vida de oración y de los sacramentos, es decir, de la Gracia.
Nuestra buena voluntad unida a la ayuda de Dios, harán milagros en este nuevo año. No dejemos escapar esta oportunidad única e irrepetible, porque el tiempo que pasa no vuelve, y la gracia que se nos da en el presente instante no será la misma que la que se nos brinda en el instante siguiente, de allí la necesidad de aprovechar cada instante.
¡Que Dios bendiga estos buenos propósitos que hoy hacemos, para que cuando realmente llegue nuestra muerte, estemos con las manos llenas de méritos!
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