7 medios prácticos
para formar el hábito de la presencia de Dios
A
Jesús no le vemos y tocamos como a cualquier otra persona, pero por la fe
sabemos que Cristo Resucitado está vivo y nos acompaña
En las últimas dos notas he hablado
sobre el hábito más importante la vida espiritual: el hábito de la presencia de
Dios. Allí he explicado en qué consiste. Ahora propongo algunos medios
prácticos para vivir en la presencia de Dios.
1. Cree e imagina que Jesús está junto a ti.
A Jesús no
le vemos y tocamos como a cualquier otra persona, pero por la fe sabemos que
Cristo Resucitado está vivo y nos acompaña en el camino de la vida. Como el
ciego percibe la presencia de otra persona a su lado, así, por la fe, siento y
estoy seguro de la presencia de Dios junto a mí. Yo sé que Él me escucha. Creo
que siempre lo he tenido a mi lado y dentro de mí, y que ahora mismo está aquí.
Puedo “llevarlo conmigo” a todas partes, conversar familiarmente con Él,
pedirle luz y fuerza, disfrutar de su compañía.
Una de las
oraciones más bellas que conocemos y que celebran esta presencia omnipresente
de Dios es el Salmo 139:
“Señor, tú
me examinas y conoces,
sabes si me siento o me levanto, tú conoces de lejos lo que pienso.
Ya esté caminando o en la cama me escudriñas, eres testigo de todos mis pasos.
Aún no está en mi lengua la palabra cuando ya tú, Señor, la conoces entera.
Me aprietas por detrás y por delante y colocas tu mano sobre mí.
Me supera ese prodigio de saber, son alturas que no puedo alcanzar.
¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde huiré lejos de tu rostro?
Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí también estás.
Si le pido las alas a la Aurora para irme a la otra orilla del mar,
también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha.
Si digo entonces: “¡Que me oculten, al menos, las tinieblas y la luz se haga noche sobre mí!”
Mas para ti ni son oscuras las tinieblas y la noche es luminosa como el día.
Pues eres tú quien formó mis riñones, quien me tejió en el seno de mi madre.
Te doy gracias por tantas maravillas, admirables son tus obras y mi alma bien lo sabe.
Mis huesos no te estaban ocultos cuando yo era formado en el secreto, o bordado en lo profundo de la tierra.
Tus ojos veían todos mis días, todos ya estaban escritos en tu libro y contados antes que existiera uno de ellos.”
sabes si me siento o me levanto, tú conoces de lejos lo que pienso.
Ya esté caminando o en la cama me escudriñas, eres testigo de todos mis pasos.
Aún no está en mi lengua la palabra cuando ya tú, Señor, la conoces entera.
Me aprietas por detrás y por delante y colocas tu mano sobre mí.
Me supera ese prodigio de saber, son alturas que no puedo alcanzar.
¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde huiré lejos de tu rostro?
Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí también estás.
Si le pido las alas a la Aurora para irme a la otra orilla del mar,
también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha.
Si digo entonces: “¡Que me oculten, al menos, las tinieblas y la luz se haga noche sobre mí!”
Mas para ti ni son oscuras las tinieblas y la noche es luminosa como el día.
Pues eres tú quien formó mis riñones, quien me tejió en el seno de mi madre.
Te doy gracias por tantas maravillas, admirables son tus obras y mi alma bien lo sabe.
Mis huesos no te estaban ocultos cuando yo era formado en el secreto, o bordado en lo profundo de la tierra.
Tus ojos veían todos mis días, todos ya estaban escritos en tu libro y contados antes que existiera uno de ellos.”
2. Mira con miradas de fe:
Aplicando
una mirada de fe, todo es transparencia de Dios; todo: cosas, acontecimientos y
personas. Dios está en toda la creación porque le da la existencia y porque la
conserva. Las criaturas tienen los rasgos de su autor y podemos descubrir en
ellas los atributos, las cualidades esenciales, de Quien las hizo. En las
personas podemos reconocer a Dios porque las creó a su imagen y semejanza y
porque la gracia santificante corre por sus venas.
Dios está
allí, quiere revelarse, darse a conocer a nosotros, depende de cada uno abrir
los ojos con una mirada de fe y reconocerle. Lo contrario sería una especie de
ceguera o miopía.
3. Haz un examen diario lleno de gratitud:
Dios
Providente está presente en la historia y en tu historia personal, la de cada
día; que no te pase desapercibido.
Dios suele
manifestarse a través de actos y palabras de otras personas, de gracias
actuales que el Espíritu Santo te regale, de dones que recibas, de
oportunidades para crecer, de los Sacramentos, etc. No tienen que ser grandes
acontecimientos, Dios nos ofrece los dones de Su amor de manera bastante
sencilla. Es cuestión de estar atento para captar su intervención Providente,
ser receptivo, ser humilde, atribuirle el mérito, bendecirlo y darle las
gracias.
Si todos los
días, al final de la jornada, te reservas un tiempo para descubrir el modo en
que Dios se hizo presente en tu vida y para darle las gracias, estarás
aplicando un medio de gran eficacia para formar el hábito de la presencia de
Dios.
4. Echa mano de jaculatorias:
San Pedro de
Alcántara, en su tratado de la oración y meditación, dice que las jaculatorias
“ayudan para la memoria continua de Dios y el andar siempre en su presencia”.
Las
jaculatorias son oraciones breves, en forma de frases sencillas, que dirigimos
a Dios en medio de las actividades cotidianas, poniendo toda la fuerza de
nuestra fe y todo el afecto de nuestro corazón al pronunciarlas.
Algunos
ejemplos:
“Señor, tú
lo sabes todo, tú bien sabes que te amo”
“El Señor es mi Pastor, nada me falta”
“Estoy en tus manos. Hágase tu voluntad”
“Tú eres mi Roca y mi salvación”
“Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”
“Espíritu Santo, ilumíname”
“Señor, que vea”
“Señor, aumenta mi fe”
“Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros”
“María, soy todo tuyo”
“Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”
“Señor mío y Dios mío”
“Señor, ten misericordia de mí”
“El Señor es mi Pastor, nada me falta”
“Estoy en tus manos. Hágase tu voluntad”
“Tú eres mi Roca y mi salvación”
“Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”
“Espíritu Santo, ilumíname”
“Señor, que vea”
“Señor, aumenta mi fe”
“Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros”
“María, soy todo tuyo”
“Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío”
“Señor mío y Dios mío”
“Señor, ten misericordia de mí”
5. Haz visitas eucarísticas y comuniones espirituales:
Si hablamos
de la presencia de Dios, ¿qué mayor presencia que la de la Eucaristía? Cristo
Eucaristía: la presencia fiel y cercana. Si hay una capilla en tu universidad,
o cerca de tu trabajo o de tu casa, puedes ir a visitar a Cristo Eucaristía una
vez al día. Tal vez pases, o puedas pasar, todos los días frente a una Iglesia
y quieras formar el hábito de detenerte a saludarlo unos minutos. Lo mismo que
haces con tu novia, con tu esposa o con tus padres. Es una forma de mantener
fresco el amor.
También, hay
ocasiones en que quisieras recibir la Eucaristía y no te es posible; entonces
puedes hacer una comunión de deseo donde quiera que te encuentres. Consiste en
hacer una pausa y manifestar a Jesucristo el deseo de recibirle en el
Sacramento de la Eucaristía y pedirle la gracia de recibirlo espiritualmente.
Puedes
imaginarte junto a Jesús en la última cena, recostarte espiritualmente sobre su
pecho y decirle con tus propias palabras lo mucho que deseas recibirle. También
puedes usar fórmulas como la de San Alfonso María de Ligorio:
Creo, Jesús
mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo
sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma. Pero
como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven a lo menos espiritualmente a mi
corazón.
(Guarda
silencio y expresa a Jesús el amor que le tienes)
Y ahora,
como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a ti.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.
6. Reza cuando realices tus actividades habituales:
Ayuda mucho
para avivar la presencia de Dios adquirir el hábito de rezar antes de tus
actividades habituales. Comes tres veces al día, puedes bendecir los alimentos
antes de comer. Cuando sales de casa, puedes pedir la protección de Dios.
Cuando vas a iniciar tu jornada laboral, puedes hacer la señal de la cruz.
Cuando regresas todos los días a casa, puedes besar una Biblia, un crucifijo o
una imagen de la Virgen María que coloques a la entrada.
7. Enciende una veladora o lleva un crucifijo en tu bolsillo.
La llama de
una veladora puede recordarte a Cristo Resucitado (como el cirio pascual) y Su
presencia en tu corazón. Puedes tener un cirio en tu escritorio, en el taller,
en la cocina, o en donde pases tiempos largos todos los días, y encenderlo
ocasionalmente. El cirio encendido puede ayudarte a evocar la presencia de
Cristo Resucitado a tu lado y dentro de ti.
Y hay otros
medios prácticos que cada uno puede ir encontrando, como un amigo que desde
hace tiempo tiene el hábito de llevar un crucifijo en el bolsillo de su
pantalón: varias veces durante la jornada, mete la mano en la bolsa, aprieta
fuerte el crucifijo y le dirige una palabra a Jesús.
–
Padre Evaristo Sada, L.C. La-Oracion.com
Padre Evaristo Sada, L.C. La-Oracion.com
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