Mensaje espiritual
¿Dónde está nuestro corazón?
Nuestro corazón está allí donde está nuestro tesoro. ¿Y dónde está nuestro tesoro? ¿En un banco, en una caja fuerte, en un garage, en una mansión?
Pongamos nuestro corazón en el verdadero Tesoro que es Dios, en las buenas obras, porque lo material tarde o temprano lo perderemos.
¿Por qué no nos llevamos las cosas materiales, lo que amamos en este mundo, al Cielo? Si queremos llevarlos, démosle un uso cristiano. Sirvamos a nuestros hermanos con los bienes que Dios nos ha confiado, y entonces así los llevaremos al Cielo.
Ya nos dice el Señor en el Evangelio que allí donde esté nuestro tesoro, estará también nuestro corazón. Y por lo tanto se puede decir también que el corazón se encuentra donde está nuestro tesoro. Entonces no pongamos el corazón en las cosas transitorias, sino en las eternas, para no correr el riesgo de perder nuestro corazón cuando desaparezcan aquéllas.
¡Cuántas veces hemos visto que parientes o amigos cercanos se preocupaban tanto por sus bienes materiales y estaban muy atados a ellos! Luego murieron y los que los heredaron o se apoderaron de ellos, le dieron un fin desastroso. ¿Para qué entonces desvivirse por lo que es perecedero? Hay que darle a cada cosa su lugar. Y cada cosa nos debe ayudar a alcanzar el Cielo, nos deben llevar todas a Dios. Lo que nos aparta de Dios hay que rechazarlo, dejarlo, porque no es bueno.
Lamentablemente cuando vamos de viaje, o por la calle, y en todas partes, la gente no habla más que de dinero y de tener, o de adelgazar, o de noviazgos y rupturas.
Tengamos una mirada más sobrenatural, al menos nosotros que somos cristianos, que sabemos que este mundo pasa y solo queda el Cielo. No vayamos con la opinión de la gente, que corre y no sabe adónde va ni de dónde viene. Nosotros sabemos que venimos de Dios y vamos hacia Dios, y todo lo demás nos debe servir para alcanzar la meta que es el Cielo.
Por supuesto que hay que comer y hay que vestirse, etc., pero sepamos que Dios proveerá con lo necesario a quien tiene fe en Él y en su Providencia. Basta que nosotros nos ocupemos en primer lugar por el Reino de Dios en las almas, en nosotros y en el mundo entero, que todo lo demás que necesitamos se nos dará por añadidura.
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