miércoles, 5 de marzo de 2014

Imposición de la Ceniza

Al recibir la imposición de la ceniza recordamos que somos efímeros, que nuestro tiempo está marcado entre nuestro nacimiento y nuestra muerte y que, sin Dios, ni habríamos nacido ni estaríamos llamados a vivir luego de morir. En efecto, con la fórmula Memento homo quia pulvis est et in pulverem reverteris recordamos la realidad que envuelve a nuestro cuerpo, que del polvo procede y que al polvo ha de retornar; es decir: el alma al cielo y el cuerpo a la tierra.

Somos efímeros pero hemos sido rescatados del tiempo por Cristo y hemos sido llamados por Él a la eternidad; “Vida de Dios viviría” afirma san Juan de la Cruz, pero para alcanzar la eternidad hemos de pasar por un proceso de conversión que nos lleve a la santidad en la tierra para alcanzar el cielo. Este proceso de Conversión es la  Metanoia , una mentalidad, una conducta que nos permita llegar más allá de donde estamos, más allá de nuestro momento, de nuestro tiempo y más allá de nuestra vida.
La Cuaresma, que inicia con el miércoles de Ceniza es un tiempo dedicado precisamente a la Conversión. Para ello, la Iglesia ha fijado tres prácticas cuaresmales: la oración, que nos lleva al encuentro personal con Dios; el ayuno o penitencia, que nos lleva al encuentro con nosotros mismos; y la limosna, que nos lleva al encuentro con el prójimo.
La duración de la Cuaresma o Quadragésima se fundamenta en el símbolo del número cuarenta en las Sagradas Escrituras, que narran los cuarenta días del diluvio, los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña y los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su predicación.
Cuarenta es un número teológico que se deriva del cuatro, otro número teológico que simboliza el universo material, el mundo de los hombres, y que, seguido de ceros, significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de vicisitudes y dificultades. Con la práctica cuaresmal, todo creyente puede participar hoy de estos misterios y también de los testimonios narrados en las Escrituras. Si Jesús se retiró al desierto para entrar en búsqueda, en sed y en ansia del encuentro con Dios… ¿por qué yo no habría de hacerlo para, así, configurarme con Él?
El miércoles de Ceniza de 2014, el papa Francisco, durante su catequesis en la Audiencia general, se refirió a este tiempo litúrgico como “un momento providencial para cambiar de rumbo, para recuperar la capacidad de reaccionar ante la realidad del mal que siempre nos desafía”, indicó que “la Cuaresma se debe vivir como un tiempo de conversión, de renovación personal y comunitaria a través del acercamiento a Dios y la adhesión confiada al Evangelio. De esta manera también nos permite mirar con nuevos ojos a los hermanos y sus necesidades” y recordó que es un tiempo “favorable para convertirse al amor hacia Dios y hacia el prójimo; un amor que sepa imitar la actitud de generosidad y misericordia del Señor, que se ha hecho pobre para enriquecernos con su pobreza”. Luego invitó a todos a invocar “con especial confianza la protección y la ayuda de la Virgen María: para que Ella, la primera creyente en Cristo, nos acompañe durante los días de intensa oración y penitencia, para llegar a celebrar, purificados y renovados en el espíritu, el gran misterio de la Pascua su Hijo”.
En su mensaje para la Cuaresma de 2014, hecho público desde el 4 de febrero, el Santo Padre expresa su deseo de que “este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”.
Ya que la Ceniza nos recuerda que somos efímeros, y nos hace meditar en que hemos sido llamados por el Señor a la eternidad, lancémonos durante esta Cuaresma a practicar la limosna, que nos cueste y que nos duela -como dice el Papa- y entraremos a un proceso de Conversión.

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