HIJO, ¿por qué has hecho así
con nosotros? Tu padre y yo te estábamos buscando con angustia[1].
El Justo.
Esposo de la
Madre de Dios.
Padre adoptivo
del Redentor.
Lugarteniente
de Dios Padre.
Patrono de la
Iglesia Universal.
Abogado de una
Buena Muerte.
Defensor de
todos los Obreros.
Modelo de
todos los Padres de familia,
y al mismo tiempo el Santo
de quien menos se sabe, el más humilde y escondido, como una estrella que hay
en el cielo tan al lado del Sol que nadie ha visto.
La Escritura dice de San
José una sola palabra: que era justo, lo cual en el lenguaje de la Escritura
significa santo, perfecto, cabal. Es tan grande la virtud de la justicia.
Una virtud perfecta
presupone todas: muchos distinguen en alguna virtud, no hay hombre que no tenga
alguna: generoso, leal, compasivo, recto, valiente, franco, piadoso, religioso,
sobrio... Pero hay quienes son compasivos y débiles, generosos e incontinentes,
fuertes y orgullosos, humildes y pusilánimes.
Las tres virtudes que
resplandecen en lo que el Evangelio nos narra de San José son la castidad, el
trabajo y la oración.
La castidad en el pasaje de
San Lucas que cuenta la Anunciación de Nuestra Señora, donde se deduce que San
José había ofrecido a Dios su castidad perpetua prenunciando así lo que había
de ser después el estado religioso.
El trabajo humilde y oscuro:
“¿Acaso no es este el hijo del carpintero?”.
La oración de San José está
en las dos moniciones del ángel, la de recibir a su esposa[2] y la de huir a Egipto[3].
La narración de San Lucas es
un pasaje delicadísimo. Lucas nos presenta de golpe las cosas ya hechas: una
doncella prometida, el anuncio de que va a ser Madre del Mesías. La respuesta
de María: “No conozco varón” ni lo conoceré nunca. “No importa”, dice el
ángel: “será un milagro”. El milagro será la realización de la profecía de
Isaías al rey Acaz: “El Señor mismo os dará una señal: he aquí que la virgen
concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”[4].
La virgen consiente. Ese
consentimiento es un poema de alabanza a San José, porque supone que los dos
jóvenes habían hecho juramento de castidad. San José había aceptado casarse
con María y vivir con ella como hermano y hermana. La virgen tenía plena
confianza en la fidelidad de San José.
El Espíritu Santo había
inspirado a estos dos jóvenes esa actitud tan insólita en las costumbres de
Israel. San José era joven, por lo menos relativamente, pues su misión era proteger
y criar a Jesús durante treinta años. El matrimonio virginal de San José y la
virgen fue matrimonio válido y no fingimiento porque lo que constituye al
sacramento del matrimonio no es la unión conyugal propiamente sino el consentimiento
de la voluntad ante el sacerdote. Porque el hombre es un cuerpo y es antes de
todo una voluntad.
San José es así ejemplo de
una de las virtudes más necesarias de nuestros tiempos perturbados. La castidad
significa el dominio del hombre sobre los propios apetitos, aun los más
violentos, el respeto a la propia dignidad y al honor ajeno, la limpieza y
decoro delante de Dios y delante de los hombres. Perdida esta virtud, trae como
consecuencia toda clase de terribles castigos; y el mundo moderno lo sabe
perfectamente porque a un especial desenfreno de impureza, vemos cuántas
plagas, desórdenes y catástrofes siguen. Sois vasos del Espíritu Santo, Dios
mora en vosotros, sois miembros de Cristo, no ensuciéis vuestros cuerpos con
torpezas, nos dice San Pablo.
El Trabajo. San José fue encargado de
una de las misiones más grandes del mundo. Personaje importantísimo. Nos
asombramos ante la misión de un Colón, de un San Martín, de un Dus... San José
es el eje sobre el que gira la redención -el mayor de los santos fuera de la
madre de Dios- y mirad cómo son las vías de Dios: trabajo el más oscuro,
humilde, insignificante. Trabajo manual rudo toda la vida. Pero, ¿cómo? ¿Vos,
oh, San José, sois padre del Mesías, mandáis al Verbo de Dios, tenéis en
vuestra casa a la esperanza de toda la humanidad y estáis haciendo arados,
manceras, vigas, puertas, postigos, batientes, ataúdes...
No se puede decir que el
mundo moderno no trabaje; trabaja quizá demasiado, pero trabaja mal. Ha robado
al trabajo su sello divino y humano y ese es quizá al peor crimen de nuestra
época, trabajo de bestias, trabajo de esclavos, máquinas, enfermos
enloquecidos... Trabajan los pobres explotados por algunos ricos; trabajan
ricos esclavizados al dios cruel del Lucro de la Avaricia, del más tengo más
quiero; y al dios estúpido del placer frívolo y la diversión incesante que los
trae con fiebre continua y se llama Vida Social, Figuración, Vida Mundana. Y
sobre este mundo que ha olvidado la dignidad humana y cristiana del trabajo
planea la más grande de las revoluciones de la historia.
La Oración. La oración es necesaria.
El mundo moderno anda perturbado porque ha perdido el contacto con Dios. Anda
ciego detrás del Placer o del Oro porque no ve ni conoce más a Dios. La oración
es necesaria al ser humano. El niño necesita de sus padres para poder llegar a
su estado perfecto, a ser adulto. El hombre necesita de Dios para llegar a su
Ultimo Fin que es el mismo Dios. Representaos el estado de un hombre sin
oración como el estado de un niño sin sus padres, y en medio de un bosque. La
oración es necesaria para la salvación. Sin oración no hay salvación. El cielo
nos lo da Dios. Nos lo da por nuestras buenas obras, pero nos lo da. “Pedid y
recibiréis”. Y nuestras buenas obras nos las da Dios. “Sin mí nada podéis”.
Por eso la Iglesia nos manda
a hacer oraciones vocales, asistir a la misa dominical y a ciertas
solemnidades.
San José hablaba con Dios
continuamente y penetraba las palabras de Jesús. ¿Por qué murió antes de la
predicación de Jesús? Porque no la necesitaba. ¿Y por qué la Virgen? Porque
Jesús necesitaba de ella. La contemplación de los santos, San Ignacio, Santa
Teresa, es nada el lado de la de San José.
Se ora poco en el mundo. A
Dios gracias hay santas almas que oran por otras. Pero las naciones no oran, porque
en ellas ha triunfado el liberalismo. Y bien, he aquí que las naciones se
derrumban. “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la
construyen. Si el Señor no guarda la ciudad, el centinela vigila en vano”. Las
guerras son efectos de los pecados. Dice De Maistre que cuando los pecados;
ciertos pecados se acumulan, estalla la guerra:
1o: los vicios
nefandos
2o: la
explotación del pobre, claman al cielo.
Un mundo muere. Que se salve. Y nosotros
morimos. La muerte, que tenemos tan olvidada, hecho trascendental para el
hombre. Patrón de la buena muerte, salvadnos. Enséñanos a mirar la muerte sin
horror y sin desesperación haciendo que nuestra alma penetre, como la tuya, el
Misterio Grande de Jesús y de María.
__________
[1] Lc. 2, 48.
[2] Mt 1, 20-21.
[3] Mt 2,13-14.
[4] Isaías 7, 14.
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