MARÍA SOCORRE A SUS DEVOTOS EN EL PURGATORIO
LAS GLORIAS DE MARÍA
POR: SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Muy felices son los devotos de esta piadosísima Madre, pues no sólo les socorre en este mundo, sino que también en el purgatorio asistiéndoles y consolándoles con su protección. Y como aquellas almas necesitan ser más auxiliadas, porque allí son más atormentadas, y no pueden aliviarse por sí mismas, esta Madre de misericordia se ocupa con más eficacia en socorrerlas. En aquella cárcel de almas esposas de Jesucristo, María santísima, según san Bernardino de Siena que, ejerce dominio y plenipotencia, tanto para aliviarlas, como para librarlas de sus penas. (Serm. III de Nom. Mar., a 2, c 3)
Y primeramente en cuanto aliviarlas, aplicando el mismo Santo aquellas palabras del Eclesiástico: «Me paseé por las olas del mar» (Cap. IV): y añade: «Esto es, visitando y socorriendo en las necesidades y en los tormentos de mis devotos que son mis hijos». Llámense olas las penas del purgatorio, dice el citado Santo, porque son transitorias, a diferencia de las del infierno que nunca pasan. Y se llaman olas del mar, porque son penas muy amargas. Afligidos de estas penas, los devotos de María son con frecuencia visitados y socorridos por ella. He aquí, pues, cuanto importa, dice Novarino, dedicarse a honrar a esta buena Señora, pues no se olvida de ellos cuando padecen en aquellas llamas. Y aunque María socorre a todas las almas que están purgando, sin embargo siempre alcanza más indulgencias y alivios a sus especiales devotos. (Nov. Virg. Umb. c. 15, exc. 86)
Esta Madre divina reveló a santa Brígida que ella era la Madre de todas las almas que se hallan en el purgatorio, porque todas las penas que merecen por las culpas que cometieron en vida, en cierto modo se van mitigando de hora en hora por sus ruegos (Lib. 4, Rev. c. 132). Ni se desdeña la piadosa Madre de entrar también a veces en aquella santa cárcel para visitar y consolar a sus afligidas hijas. «Yo penetré en lo profundo del abismo» dice ella, como se lee en los Proverbios,capítulo XLIX, y le aplica san Buenaventura añadiendo: «del abismo, esto es, del purgatorio, para aliviar con mi presencia aquellas almas santas». ¡Oh cuán afable y bondadosa, dice san Vicente Ferrer,es la santísima Virgen, con las almas que padecen en el purgatorio, pues por su medio reciben continuamente alivios y consuelos. (Serm. I de Nat. Virg.)
Y ¿que consuelo y socorro les queda en sus penas sino el de esta Madre de misericordia? Oyó un día santa Brígida que Jesús decía a su Madre: «Tú eres mi Madre, tú la Madre misericordiosa, el consuelo de los que se hallan en el purgatorio» (Lib.I Rev.) Y la bienaventurada Virgen dijo también a santa Brígida que así como a un pobre enfermo, afligido y abandonado en su lecho, le complacen las palabras de consuelo que se le dirigen, así también aquellas almas consuelan con solo oír su nombre. (Ap. B. Dion. Cart. 1, 3, de Laud. Virg.) El nombre, pues, de María, nombre de esperanza y de salvación es el que invocan con frecuencia en aquella cárcel sus hijas queridas, les sirve de grande alivio. Y la amorosa Madre, dice Novarino, al ver que la invocan, dirige sus ruegos a Dios, y con los que son socorridas dichas almas, y así quedan refrigeradas como de un celestial rocío en sus grandes sufrimientos (Nov. cit. 25, exc. 86).
Pero no solamente consuela y socorre María a sus devotos en el purgatorio, sino que también les saca de él y les libra de las penas por su intercesión. Desde el instante de su gloriosa Asunción, en el que dice quedó vacía aquella cárcel, como escribió Gersón y lo confirma Novarino, diciendo que graves autores refieren, que estando María para subir al Cielo, pidió a Jesucristo la gracia de poderse llevar consigo todas las almas que gemían entonces en el purgatorio, (Cit. exc. 86), desde entonces, dice Gersón, la santísima Virgen obtuvo el privilegio de librar a todos sus siervos, de aquellas penas, lo que también afirma san Bernardino de Siena, diciendo que la bienaventurada Virgen, con sus súplicas y la aplicación de sus méritos tiene la facultad de libertar a las almas del purgatorio y principalmente las de sus más devotos. Lo mismo dice Novarino, juzgando que por los méritos de María, no solo se mitigan las penas de aquellas infelices almas, sino que se abrevian, acortándose por su intercesión el tiempo de su sufrimiento. Para obtener esta gracia, basta que ella interponga su valimiento.
Pero no solamente consuela y socorre María a sus devotos en el purgatorio, sino que también les saca de él y les libra de las penas por su intercesión. Desde el instante de su gloriosa Asunción, en el que dice quedó vacía aquella cárcel, como escribió Gersón y lo confirma Novarino, diciendo que graves autores refieren, que estando María para subir al Cielo, pidió a Jesucristo la gracia de poderse llevar consigo todas las almas que gemían entonces en el purgatorio, (Cit. exc. 86), desde entonces, dice Gersón, la santísima Virgen obtuvo el privilegio de librar a todos sus siervos, de aquellas penas, lo que también afirma san Bernardino de Siena, diciendo que la bienaventurada Virgen, con sus súplicas y la aplicación de sus méritos tiene la facultad de libertar a las almas del purgatorio y principalmente las de sus más devotos. Lo mismo dice Novarino, juzgando que por los méritos de María, no solo se mitigan las penas de aquellas infelices almas, sino que se abrevian, acortándose por su intercesión el tiempo de su sufrimiento. Para obtener esta gracia, basta que ella interponga su valimiento.
San Pedro Damiano refiere que habiendo muerto una mujer llamada Marozia, se apareció a una comadre suya, y le dijo, que en el día de la Asunción de María fue librada por ella del purgatorio junto con tantas almas que excedían el número de pueblo romano. San Dionisio Cartujano afirma que lo mismo acontece en la festividad de la Navidad y de la Resurrección de Jesucristo, diciendo que en tales días desciende María al purgatorio seguida de un coro de Ángeles y libra a muchas almas de aquellas penas; lo que Novarino cree se repite en todas las fiestas solemnes de la santísima Virgen.
Además es bien sabida la promesa que hizo María al Papa Juan XXII, cuando, apareciéndose le ordenó que participase que en el sábado después de su muerte libraría del purgatorio a cuantos llevasen el santo escapulario del Carmen; lo que declaró el mismo Pontífice, según refiere el P. Crasset, en la bula que publicó y fue después confirmada por Alejandro V, Clemente VII, Pío V, Gregorio XII y Pablo V, el cual, en el año de 1612 en una bula dijo: “El pueblo cristiano puede piadosamente creer que la Santísima Virgen ayudará con su continua intercesión, y con sus méritos y protección especial, después de la muerte, y principalmente en el día de sabado -consagrado por la Iglesia a la misma Virgen María- a las almas de los hermanos de la Cofradía de Santa María del monte Carmelo, que hayan salido de este mundo en gracia, y hayan llevado su escapulario, observando castidad según su estado, y hayan rezado el Oficio Parvo de la Virgen, y si no han podido recitarlo, habiendo observado los ayunos de la Iglesia”. Y en el Oficio Solemne de Santa María del Carmen se lee que se ha de creer piadosamente, que la Santísima Virgen consuela con amor de Madre a los cofrades del Carmen en el purgatorio, y con su intercesión los lleva pronto a la patria celestial.
¿Por qué no hemos de esperar también nosotros las mismas gracias y favores de esta divina Madre? Y si le sirviéramos con amor especialísimo ¿por qué no podemos esperar también la gracia de ir al Cielo inmediatamente después de haber fallecido, sin entrar en el purgatorio, segun aquello que la misma Virgen envió a decir por Fr. Abondio al beato Godofredo: «Di a fray Godofredo que adelante en la virtud, que así será de mi Hijo y mío; y cuando su alma se separará del cuerpo, no permitiré que vaya al purgatorio, sino que la tomaré y la ofreceré a mi Hijo»?
Y si deseamos ofrecer sufragios a las almas del purgatorio, roguemos a la santísima Virgen en nuestras oraciones, aplicando por ellas especialmente el santísimo Rosario, que les sirve de gran alivio.
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