Actualizado 8 marzo 2014 Amor divino, amor humano |
Más de una vez…, en otras glosas hemos escrito, que el amor es el Todo de todo y ello es así, sencillamente, porque Dios es amor y sólo amor (1Jn 4,16). Su esencia su naturaleza, la naturaleza de Dios, es amor, sólo amor y nada más que amor. Y siendo esto así, es lógico de ver y comprender que sólo Dios es capaz de generar amor. Él es la única fuente, de dónde mana todo el amor que existe, todo el amor que conocemos, tanto el sobrenatural, es decir el que directamente proviene de Dios mismo, como el humano del que nosotros disponemos y sólo es un mero y pobre reflejo del amor sobrenatural divino.
Nos dice San Juan evangelista. “Nosotros amamos, porque él nos amó primero”.(1Jn 4,19). En esta afirmación de San Juan, comprendemos perfectamente, cuál es el origen del amor humano, de esa capacidad que tenemos para amar y que se nos concede como reflejo el amor Sobrenatural o divino, que es el único amor existente, porque Dios es solo uno e inmutable. Y escrito esto, señalemos cuales son las características de estas dos clases de amores.
Lo primero que hay que destacar es que el amor sobrenatural, tiene tres características importantes, amén de otras varias de las cuales carece el amor humano, y estas son: Primeramente su perfección, en segundo lugar su intensidad y en tercer lugar su inmutabilidad e ilimitud o carencia de límites. Las tres características emanan de la misma esencia de Dios y son solo atribuibles al amor sobrenatural, no del humano. pues el amor humano carece de ellas, como más adelante podemos ver.
El amor sobrenatural es perfecto, porque emana de la suma perfección que es Dios mismo. Fue Nuestro Señor el que nos dejó dicho: “Sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto”. (Mt 5,48). Si nos miramos a nosotros mismos y miramos a nuestro alrededor, enseguida nos damos cuenta de que los hombres, unos más y otros menos, pero todos carecemos de perfección. Quizás el género humano haya avanzado algo hacia la perfección, desde el momento en que el Señor, pronunció estas palabras, pero sobre este tema ha división de opiniones y mientras unos piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor del que ahora vivimos, también hay personas que son más optimistas y piensan que la humanidad se acerca hoy en día más a los postulado evangélicos. ¡Esto solo Dios lo sabe!
De lo que no podemos dudar, es de que Dios es la Suma perfección, y esta perfección la tiene el amor sobrenatural que Él nos genera, que es a su vez perfecto, cualidad esta que no tiene el amor humano, Nuestro amor humano, es variable, porque variables somos todos nosotros, unos más y otros menos y generalmente nuestros amores humanos son siempre interesados y están a la búsqueda de una compensación que hasta puede llegar a ser pecaminosamente por dinero.
Nuestro amor humano, siempre será más perfecto en cuanto más amemos a Dios, incluso si somos capaces de amar a los demás solo en función del amor a Dios, pues si amamos, por ejemplo por razones humanitarias exclusivamente marginado a Dios, estamos cayendo en una absurda filantropía. La perfección de nuestro amor humano, para que sea esta lo más posible, ha de pasar siempre por el tamiz del previo amor a Dios, lo contrario es auto engañarse.
En segundo lugar, está el tema de la intensidad con la que ama Dios y pobre intensidad que somos capaces de desarrollar nosotros. Más de una vez hemos escuchado el término: Fuego del amor de Dios. Efectivamente el amor de Dios es un fugo abrasador. El Señor decía: "49 He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! 50 Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! 51 « ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. 52 Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; 53 estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”. (Lc 12,49-53). El fuego del amor de Dios, abrasa pero también divide entre los que lo sienten y los que lo ignoran.
Jean Lafrance sobre este tema escribe diciendo: “Dios es un fuego devorador, un fuego que consume. Transforma en Él todo lo que toca. No se puede pretender acercarse a Dios sin dejarse devorar por este fuego. Por eso la oración es una aventura peligrosa”.Dichosos aquello que en vida en este mundo, siente abrasarse en el fuego del amor divino, porque sus reatos de culpa se esfumarán. El fuego del Amor divino, es más santificante que el del purgatorio”. Escribía Santa Teresa de Lisieux”. Es difícil que un alma que vive el fuego del amor divino, tena que pasar por el purgatorio, pues ella está penamente purificada.
Por su parte Lewis C,S, escribía: “El amor de Dios es un fuego voraz, es el amor creador de los mundos, tenaz como el amor del artista por su obra, despótico como el del hombre por el perro, providente y venerable como el del padre por su hijo, celoso, inflexible y exigente como el amor entre los sexos. Desconozco cómo es posible un amor así. Explicar porque las criaturas especialmente las humanas, poseen un amor tan prodigioso a los ojos del Salvador, es algo superior a las posibilidades de la razón”. Y Slawomir Biela también escribe diciendo: “El fuego del amor divino, del que nos habla San Juan de la Cruz, es el fuego que ilumina al hombre y que con su luz le descubre aquellas zonas de oscuridad y de mal que hay en él… Si los dos pilares de la vida interior son en ti algo superficial y exterior, no te engañes al pensar en tu vida espiritual. Si no son profundas tu contrición y tu gratitud, es señal de que apenas estás comenzando tu vida interior”.
La tercera característica es fruto de la condición de Dios, que es un Ser carente de limites e inmutable Dios es el único Ser carente de límites, no puede haber dos naturalezas carentes de límites o infinitas, pues si la hubiera una estaría limitada por el hecho de no ser la otra y por no poder tener poder sobre ella. Por tanto la naturaleza carente de límites o infinita solo es la propia de la Santísima Trinidad y si el Hijo o el Espíritu Santo tienen una naturaleza infinita, esta será la misma que la del Padre. La ilimitud o infinidad divina, afecta totalmente al amor sobrenatural que emana solo de Dios, porque lo impregna de esa carencia de límites que tiene todo lo divino. El amor de Dios a sus criaturas carece de límites y es inimaginable para nosotros. El amor humano jamás podrá gozar de esa cualidad de infinidad. Es lógico que así sea, porque nunca una parte puede alcanzar el tamaño del todo al que pertenece.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
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martes, 11 de marzo de 2014
Amor divino, amor humano - Juan del Carmelo
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