Trigésimo primero Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : San Carlos Borromeo
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San Bernardo : “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”
Evangelio según San Marcos 12,28b-34.
Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?".
Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;
y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él,
y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;
y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él,
y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Leer el comentario del Evangelio por :
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Sermones sobre el Cantar de los Cantares, n° 83
He leído que Dios es amor (1Jn 4,16), no que era honor o dignidad. El caso es que Dios no es que no quiera ser honrado, ya que dice:" ¿Si soy vuestro padre, dónde está el honor que me debéis?" (Ml 1,6) Habla aquí como padre. Pero si se mostró como esposo, pienso que cambiaría de discurso y diría: "¿Si soy vuestro esposo, dónde está el amor que me es debido?" Porque ya había dicho: "¿Si soy vuestro Señor, dónde está el temor que me debéis?" (Ibid.) Pide pues ser respetado como Señor, honrado como Padre, amado como Esposo.
Entre estos tres sentimientos, ¿cuál es de mayor precio? El amor, sin duda alguna. Porque sin amor, el respeto es penoso y el honor se queda sin correspondencia. El temor es servil, hasta que el amor no viene a liberarlo, y un honor que no está inspirado por el amor no es honor, es adulación. A Dios sólo, ciertamente, honor y gloria, pero Dios los acepta sólo sazonados por miel del amor.
El amor se basta, está a gusto consigo mismo, es su propio mérito y su propia recompensa. El amor no quiere otra causa, ni otro fruto que a sí mismo. Su verdadero fruto, es ser. Amo porque amo. Amo para amar... De todos los movimientos del alma, de sus sentimientos y de sus afectos, el amor es el único que permite a la criatura responder a su creador, si no de igual a igual, por lo menos de semejante a semejante (cf Gn 1,26).
Entre estos tres sentimientos, ¿cuál es de mayor precio? El amor, sin duda alguna. Porque sin amor, el respeto es penoso y el honor se queda sin correspondencia. El temor es servil, hasta que el amor no viene a liberarlo, y un honor que no está inspirado por el amor no es honor, es adulación. A Dios sólo, ciertamente, honor y gloria, pero Dios los acepta sólo sazonados por miel del amor.
El amor se basta, está a gusto consigo mismo, es su propio mérito y su propia recompensa. El amor no quiere otra causa, ni otro fruto que a sí mismo. Su verdadero fruto, es ser. Amo porque amo. Amo para amar... De todos los movimientos del alma, de sus sentimientos y de sus afectos, el amor es el único que permite a la criatura responder a su creador, si no de igual a igual, por lo menos de semejante a semejante (cf Gn 1,26).
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