Buenos días queridos hermanos en Cristo, aquí les mandamos el día 24º, de este mes dedicado a nuestra Madre del Cielo, la Santísima Virgen María.
DÍA VEINTICUATRO (30/NOV)
La Santa Comunión
CONSIDERACIÓN. – Si el cuerpo humano necesita, para sostenerse, alimentos materiales, es necesario también al alma, un alimento que la conserve y le dé fuerzas.
Nuestro divino Maestro no se ha limitado a habitar en medio de nosotros en el Santísimo Sacramento del altar; ha dicho a sus Apóstoles que era el Pan de vida bajado del Cielo y que aquél que lo comiere viviría eternamente. Y sin embargo, un gran número de cristianos se mantienen alejados de la santa Mesa no acercándose más que cuando los preceptos de la Iglesia los obligan bajo pena de pecado. Aquel que se privara durante largas horas de tomar alimento, caería desfallecido y terminaría por morir; del mismo modo, el alma que no se fortifica por la recepción de la Santa Comunión, queda sin energía frente a la tentación y a la prueba y cae en las faltas más graves.
Los discípulos del Salvador, en los primeros tiempos de la Iglesia, cuando la persecución reinaba con furor, salvaban todos los obstáculos para llegar a recibir el Pan de los Fuertes.
Así se volvían invencibles y sabían aceptar la muerte antes que renegar su fe.
¡Cuál no sería el gozo de María, cuando, después de la Ascensión del Salvador, San Juan depositaba cada día sobre sus labios la Hostia santa! ¡Pudiéramos imitarla y por la santidad de nuestra vida, hacernos dignos de aproximarnos frecuentemente, al sacramento de la Eucaristía!
EJEMPLO. – Cuando San Francisco de Sales hacía sus estudios, se confesaba y comulgaba cada ocho días, y cuando se le preguntaba por qué: “Es, decía, por la misma razón que me hace hablar frecuentemente a mi profesor. Nuestro Señor ¿no es acaso mi Maestro en la ciencia de los santos? Acudo seguido a Él, a fin de que me enseñe, porque no e preocuparía medianamente de ser sabio, si no me volviera santo”.
Más tarde, el santo Obispo de Ginebra escribía: “Por una experiencia de veintitrés años consagrados al ministerio de las almas, puedo comprender la eficacia del sacramento de la Eucaristía: Fortifica el alma para el bien, le inspira el alejamiento del mal, la consuela, la eleva, en una palabra, la deifica, por así decirlo, con la condición de que se lo reciba con fe viva y corazón recogido.
PLEGARIA DE SAN BERNARDO. - ¡Oh María! ¡Que podamos nosotros por vuestra gracia, acercarnos a vuestro divino Hijo! Pueda Él, que se ha dado a nosotros por Vos, recibirnos también por Vos. Sois nuestra Reina y Mediadora, recomendadnos pues y presentadnos a Él. Así sea.
RESOLUCIÓN. – Pondré todo cuidado en prepararme para la comunión y rogaré a María, me comunique sus disposiciones.
JACULATORIA. – María, Casa de Oro, rogad por nosotros.
Un abrazo en Jesús Sacramentado y María Santísima, en el amor del Espíritu Santo, bajo la protección de San José y la mirada amorosa de Dios Padre.
Familia Mobilia
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