Buenas queridos hermanos en Cristo, aquí les mandamos la meditación del quinto día, del mes de la Santísima Virgen María.
DÍA QUINTO (11/NOV)
Dios es nuestro Maestro
CONSIDERACIÓN. – La Santa Virgen se llama a sí misma la sirvienta del Señor; Ella lo reconoce asimismo por su Maestro y el más grande elogio que puede hacerse de los santos, es decir, que ellos también son los servidores del Señor.
Comprended bien el sentido de esta palabra: el servidor, no se pertenece; su tiempo, su trabajo, sus esfuerzos, todo es de su amo; si es dedicado y fiel, toma tan a pecho los intereses de aquel a quien sirve, que los cuida como a los suyos propios.
Nosotros pertenecemos a Dios, que nos ha creado, que nos ha redimido por la sangre de su Hijo. Estamos en la tierra para servirle; es decir, para cumplir los mandamientos que nos ha dado, trabajar para la gloria y para la salvación de nuestros hermanos y la nuestra. ¡Ay! ¡cuántos hombres han repetido en el fondo de su corazón y por sus acciones la espantosa palabra de Satán: “Non serviam”, “yo no serviré” y corrido así, a su propia condenación!
En cuanto a nosotros, imitemos a María, estimémonos felices de servir a un Dios bueno. En la observancia de sus leyes, encontraremos la paz aquí abajo y después de nuestra muerte, la felicidad que es la recompensa.
EJEMPLO. – San Vicente de Paúl vivía siempre en presencia de Dios, su Señor y Maestro. En el instante de iniciar algún trabajo, repetía según el Apóstol: Señor, ¿qué quieres que haga? y se aplicaba con gran cuidado a discernir las manifestaciones de la naturaleza de las inspiraciones de la gracia, a fin de descubrir cuál era la voluntad de Dios para cumplirla. También decía que la perfecta conformidad a la voluntad de Dios, es el mejor modo de triunfar de toda especie de tentación, de purificarse de las diferentes imperfecciones y de conservar la paz del corazón.
PLEGARIA. – Hazme comprender, ¡oh Virgen María! cuán feliz soy por haber sido llamado al servicio del Rey de los reyes, del Señor de los señores, y qué gloria es para mí, pobre criatura, pertenecerle y poder aspirar a la felicidad de habitar en la casa de mi Amo, por los siglos de los siglos. Así sea.
RESOLUCIÓN. – Me glorificaré de estar al servicio de Dios.
JACULATORIA. – Madre del Creador, rogad por nosotros.
Un abrazo en Jesús Misericordioso y la Santísima Virgen María, en el amor del Espíritu Santo, bajo la protección de San José y la mirada amorosa de Dios Padre.
Familia Mobilia
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