Buenos días queridos hermanos en Cristo, aquí les mandamos la meditación correspondiente al día 13º de este mes de María.
La anunciación
DÍA TRECE (19/NOV)
La autoridad de Dios, en los superiores
CONSIDERACIÓN. – Tenemos superiores que son, para nosotros, los representantes de la autoridad divina.
“Obedeced a los poderes establecidos por Dios para gobernar al mundo”, nos dice el Apóstol. Cuesta a nuestra naturaleza obedecer y someternos y algunas veces, sentimos una especie de rebelión, que debemos apresurarnos a combatir, como contraria al espíritu cristiano. Apliquémonos a ver a Dios mismo, en aquellos que están colocados por encima de nosotros, ya sea en el orden espiritual, como los ministros del Señor, en el orden civil, como las autoridades y magistrados o bien en la familia, como nuestros padres o nuestros patrones, si somos servidores.
Cuando la sumisión nos resulte penosa, pensemos que es meritoria a los ojos de Dios y que será recompensada por Él.
No pensemos sustraernos a las obligaciones de nuestro estado; nosotros tenemos, cada uno, un lugar destinado aquí abajo, y nuestra desgracia viene, muchas veces, de que, descontentos de nuestra suerte queremos ser lo que no somos y arrojar lejos, las penas y pruebas que el Señor nos envía.
La Santísima Virgen, nos da grandes ejemplos de obediencia, pues, toda su vida, Ella se muestra humilde y sumisa a sus superiores, cumple puntualmente las leyes de Dios, y los menores deseos de San José, para Ella son órdenes.
Preguntémonos constantemente si somos verdaderamente obedientes y respetuosos con nuestros superiores, si no hemos criticado alguna vez su conducta, fiscalizado sus órdenes.
EJEMPLO. – Santa Zita, estaba empleada en casa del Señor Pagana di Fatinelli.
En medio de las dificultades que allí encontró, el trabajo y la oración, eran sus dos grandes auxilios. Tenía constantemente ante los ojos, el pensamiento de la Santísima Virgen, viviendo en Nazaret y le pedía le concediera las virtudes que la habían hecho tan agradable a los ojos del Señor.
Se esforzaba en imitar la vigilante calma, que María ponía en las labores domésticas, que no la hacían perder jamás, la presencia de Dios. Como la Santa Virgen fue sumisa a José, Zita se esforzaba en ser sumisa, no sólo a sus patrones, sino a los últimos servidores de la casa, viendo siempre al Maestro supremo, en aquellos a quienes obedecía.
Nuestra joven sirvienta, severa sólo para consigo misma, estaba llena de dulzura para los demás y uno de sus biógrafos recuerda (grande e inocente elogio) que ella pasó cuarenta y ocho años de buenos servicios, sin querella en la familia de Pagana di Fatinelli.
PLEGARIA DE SAN ATANASIO. – Reina de los Ángeles y de los hombres, recibid nuestros homenajes, escuchad nuestras súplicas, obtenednos las gracias de Dios y sobre todo, la de amarlo en el tiempo y en la eternidad. Así sea.
RESOLUCIÓN. – Veré a Dios en mis superiores.
JACULATORIA. – Virgen digna de veneración, rogad por nosotros.
Un abrazo en Jesús Misericordioso y María Santísima, en el amor del Espíritu Santo, bajo la protección de San José y la mirada amorosa de Dios Padre.
Familia Mobilia
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