Siete Domingos de San José
La Iglesia, siguiendo una antigua costumbre, prepara la fiesta de San José, el día 19 de marzo, dedicando al Santo Patriarca los siete domingos anteriores a esa fiesta, en recuerdo de los principales gozos y dolores de la vida de San José.
Comienzan el séptimo domingo antes del 19 de marzo (último domingo de enero o primero de febrero).
FORMA MEDITADA:
PRIMER DOMINGO
03/02/13
Su dolor: cuando decidió abandonar a la Bienaventurada Virgen María.
Su gozo: cuando el ángel le comunicó el misterio de la Encarnación: que el niño nacido de María es Hijo de Dios y el Mesías esperado.
Oración
Glorioso San José, esposo de María Santísima.
Como fue grande la angustia y el dolor de tu corazón,
en la duda de abandonar a tu purísima Esposa,
así fue inmensa la alegría
cuando te fue revelado por el Ángel
el soberano misterio de la Redención.
Por este dolor y gozo,
te rogamos nos consueles
en las angustias de nuestra última hora
y nos concedas una santa muerte,
después de haber vivido una vida
semejante a la tuya junto a Jesús y María.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén
Lectura Bíblica
Mateo 1, 18-25.
La concepción de Jesucristo fue así: Estando desposada María, su madre, con José, antes que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo. José, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió repudiarla en secreto. Mientras reflexionaba sobre ésto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados. Todo ésto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había anunciado por el profeta, que dice:
“He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y se le pondrá por nombre «Emmanuel», que quiere decir «Dios con nosotros».”
Al despertar José de su sueño hizo como el ángel del Señor le había mandado, recibiendo en casa a su esposa, la cual, sin que él antes la conociese, dio a luz un hijo y le puso por nombre Jesús.
Consideración
“Durante su vida, que fue una peregrinación en la fe, José, al igual que María, permaneció fiel a la llamada de Dios hasta el final. La vida de ella fue el cumplimiento hasta sus últimas consecuencias de aquel primer «fiat» pronunciado en el momento de la anunciación, mientras que José —como ya se ha dicho— en el momento de su «anunciación» no pronunció palabra alguna. Simplemente él «hizo como el ángel del Señor le había mandado» (Mateo 1, 24). Y este primer «hizo» es el comienzo del «camino de José».[1]
“En las palabras de la «anunciación» nocturna, José escucha no sólo la verdad divina acerca de la inefable vocación de su esposa, sino que también vuelve a escuchar la verdad sobre su propia vocación. Este hombre «justo», que en el espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido amaba a la virgen de Nazaret y se había unido a ella con amor esponsal, es llamado nuevamente por Dios a este amor.
“«José hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer» (Mateo 1,24); lo que en ella había sido engendrado «es del Espíritu Santo». A la vista de estas expresiones, ¿no habrá que concluir que también su amor como hombre ha sido regenerado por el Espíritu Santo? ¿No habrá que pensar que el amor de Dios, que ha sido derramado en el corazón humano por medio del Espíritu Santo (cf. Romanos 5,5) configura de modo perfecto el amor humano?…[2]
Mediante el sacrificio total de sí mismo José expresa su generoso amor hacia la Madre de Dios, haciéndole «don esponsal de sí». Aunque decidido a retirarse para no obstaculizar el plan de Dios que se estaba realizando en ella, él, por expresa orden del ángel, la retiene consigo y respeta su pertenencia exclusiva a Dios.”[3]
Para concluir, la Letanía de San José puede ser rezada, o bien la siguiente oración:
Oración
Oh Dios,
que con inefable providencia,
elegiste a San José como esposo de la Madre de tu Hijo,
concédenos la gracia de tener como intercesor en el cielo
al que veneramos como protector en la tierra.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén
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