¿Por qué la Eucaristía es un Sacramento?
La recepción de
Jesucristo sacramentado bajo las especies de pan y vino en la sagrada Comunión
significa y verifica el alimento espiritual del alma. Y así, en cuanto que en
ella se da la gracia invisible bajo especies visibles, guarda razón de
sacramento. Jesús al instituir la Eucaristía le confiere intrínsecamente el
valor sacramental pues a través de ella Él nos transmite su gracia, su
presencia viva. Por ello, la Eucaristía es el más importante de los
sacramentos, de donde salen y hacia el que van todos los demás, centro de la
vida litúrgica, expresión y alimento de la comunión cristiana.
- Sacramento de Unidad. Al referirnos a la
Eucaristía como Comunión, estamos proclamando nuestra unión entre todos
los cristianos y nuestra adhesión a la Iglesia con Jesús. Por ello, la
Eucaristía es un sacramento de unidad de la Iglesia, y su celebración sólo
es posible donde hay una comunidad de creyentes.
- Sacramento del amor fraterno. La misma noche que Jesús
instituyó la Eucaristía, instituyó el mandamiento del amor. Por lo tanto,
la Eucaristía y el amor a los demás tienen que ir siempre juntos. Jesús
instituye la Eucaristía como prueba de su inmenso amor por nosotros y pide
a los que vamos a participar en ella, que nos amemos como El nos amó. Y,
en este sentido, la Eucaristía tiene que estar necesariamente atencedido
por el Sacramento de la Reconciliación pues el recibir el "alimento de
vida eterna" exige una reconciliación constante con los hermanos y
con Dios Padre.
El misterio
eucarístico, desgajado de su propia naturaleza sacrificial y sacramental, deja
simplemente de ser tal. No admite ninguna imitación "profana", que se
convertiría muy fácilmente (si no incluso como norma) en una profanación. Esto
hay que recordarlo siempre, y quizá sobre todo en nuestro tiempo en el que
observamos una tendencia a brrar la distinción entre "sacrum" y
"profanum", dada la difundida tendencia general (al menos en algunos
lugares) a la desacralización de todo.
En tal realidad la
Iglesia tiene el deber particular de asegurar y corroborar el
"sacrum" de la Eucaristía. En nuestra sociedad pluralista, y a veces
también deliberadamente secularizada, la fe viva de la comunidad cristiana -fe
consciente incluso de los propios derechos con respecto a todos aquellos que no
comparten la misma fe- garantiza a este "sacrum" el derecho de
ciudadanía. El deber de respetar la fe de cada uno es al mismo tiempo correlativa
al derecho natural y civil de la libertad de conciencia y de religión.
Los ministros de la
Eucaristía (los Sacerdotes) deben por tanto, sobre todo en nuestros días, ser iluminados por la
plenitud de esta fe viva, y a la luz de ella deben comprender y cumplir todo lo
que forma parte de su ministerio sacerdotal, por voluntad de Cristo y de su
Iglesia.
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