¿Está
Cristo presente en la Eucaristía?
Son varios los
caminos por los que podemos acercarnos al Señor Jesús y así vivir una existencia
realmente cristiana, es decir, según la medida de Cristo mismo, de tal manera
que sea Él mismo quien viva en nosotros (ver Gál 2,20). Una vez ascendido a los
cielos el Señor nos dejó su Espíritu. Por su promesa es segura su presencia
hasta el fin del mundo (ver Mt 28, 20). Jesucristo se hace realmente presente
en su Iglesia no sólo a través de la Sagrada Escritura, sino también, y de
manera más excelsa, en la Eucaristía.
¿Qué quiere decir
Jesús con "venid a mí"? Él mismo nos revela el misterio más adelante:
"Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, el que crea
en mí no tendrá nunca sed." (Jn 6, 35). Jesús nos invita a alimentarnos de
Él. Es en la Eucaristía donde nos alimentamos del Pan de Vida que es el Señor
Jesús mismo.
¿No está Cristo
hablando de forma simbólica?
Cristo, se arguye,
podría estar hablando simbólicamente. Él dijo: "Yo soy la vid" y Él
no es una vid; "Yo soy la puerta" y Cristo no es una puerta.
Pero el contexto en
el que el Señor Jesús afirma que Él es el pan de vida no es simbólico o
alegórico, sino doctrinal. Es un diálogo con preguntas y respuestas como Jesús
suele hacer al exponer una doctrina.
A las preguntas y
objeciones que le hacen los judíos en el Capítulo 6 de San Juan, Jesucristo
responde reafirmando el sentido inmediato de sus palabras. Entre más rechazo y
oposición encuentra, más insiste Cristo en el sentido único de sus palabras:
"Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (v.55).
Esto hace que los
discípulos le abandonen (v. 66). Y Jesucristo no intenta retenerlos tratando de
explicarles que lo que acaba de decirles es tan solo una parábola. Por el
contrario, interroga a sus mismos apóstoles: "¿También vosotros queréis
iros?". Y Pedro responde: "Pero Señor... ¿con quién nos vamos si sólo
tú tienes palabras de vida eterna?" (v. 67-68).
Los Apóstoles
entendieron en sentido inmediato las palabras de Jesús en la última cena.
"Tomó pan... y dijo: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo." (Lc
22,19). Y ellos en vez de decirle: "explícanos esta parábola,"
tomaron y comieron, es decir, aceptaron el sentido inmediato de las palabras.
Jesús no dijo "Tomad y comed, esto es como si fuera mi cuerpo.es un símbolo de mi sangre".
Alguno podría
objetar que las palabras de Jesús "haced esto en memoria mía" no indican sino que ese
gesto debía ser hecho en el futuro como un simple recordatorio, un hacer
memoria como cualquiera de nosotros puede recordar algún hecho de su pasado y,
de este modo, "traerlo al presente" . Sin embargo esto no es así,
porque memoria, anamnesis o memorial, en el sentido
empleado en la Sagrada Escritura, no es solamente el recuerdo de los
acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha
realizado en favor de los hombres. En la celebración litúrgica, estos
acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. Así, pues,
cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y
ésta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre
en la cruz permanece siempre actual (ver Hb 7, 25-27). Por ello la Eucaristía
es un sacrificio (ver Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1363-1365).
San Pablo expone la
fe de la Iglesia en el mismo sentido: "La copa de bendición que
bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que
partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?". (1Cor 10,16). La
comunidad cristiana primitiva, los mismos testigos de la última cena, es decir,
los Apóstoles, no habrían permitido que Pablo transmitiera una interpretación
falsa de este acontecimiento.
Los primeros
cristianos acusan a los docetas (aquellos que afirmaban que el cuerpo de Cristo
no era sino una mera apariencia) de no creer en la presencia de Cristo en la
Eucaristía: "Se abstienen de la Eucaristía, porque no confiesan que es la
carne de nuestro Salvador." San Ignacio de Antioquía (Esmir. VII).
Finalmente, si
fuera simbólico cuando Jesús afirma: "El que come mi carne y bebe mi
sangre...", entonces también sería simbólico cuando añade: "...tiene
vida eterna y yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,54). ¿Acaso la
resurrección es simbólica? ¿Acaso la vida eterna es simbólica?
Todo, por lo tanto,
favorece la interpretación literal o inmediata y no simbólica del discurso. No
es correcto, pues, afirmar que la Escritura se debe interpretar literalmente y,
a la vez, hacer una arbitraria y brusca excepción en este pasaje.
Si la Misa rememora
el sacrificio de Jesús, ¿Cristo vuelve a padecer el Calvario en cada Misa?
La carta a los
Hebreos dice: "Pero Él posee un sacerdocio perpetuo, porque permanece para
siempre... Así es el sacerdote que nos convenía: santo inocente...que no tiene
necesidad de ofrecer sacrificios cada día... Nosotros somos santificados,
mediante una sola oblación ... y con la remisión de los pecados ya no hay más
oblación por los pecados." (Hb 7, 26-28 y 10, 14-18).
La Iglesia enseña
que la Misa es un sacrificio, pero no como acontecimiento histórico y visible,
sino como sacramento y, por lo tanto, es incruento, es decir, sin dolor ni
derramamiento de sangre (ver Catecismo de la Iglesia Católica n. 1367).
Por lo tanto, en la
Misa Jesucristo no sufre una "nueva agonía", sino que es la oblación
amorosa del Hijo al Padre, "por la cual Dios es perfectamente glorificado
y los hombres son santificados" (Concilio Vaticano II. Sacrosanctum
Concilium n. 7).
El sacrificio de la
Misa no añade nada al Sacrificio de la Cruz ni lo repite, sino que
"representa," en el sentido de que "hace presente"
sacramentalmente en nuestros altares, el mismo y único sacrificio del Calvario
(ver Catecismo de la Iglesia Católica n. 1366; Pablo VI, Credo del Pueblo de
Dios n. 24).
El texto de Hebreos
7, 27 no dice que el sacrificio de Cristo lo realizó "de una vez y ya se
acabó", sino "de una vez para siempre". Esto quiere decir que el
único sacrificio de Cristo permanece para siempre (ver Catecismo de la Iglesia
Católica n. 1364). Por eso dice el Concilio: "Nuestro Salvador, en la
última cena, ... instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre, con
el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la
cruz." (ver Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium n. 47). Por lo
tanto, el sacrificio de la Misa no es una repetición sino re-presentación y
renovación del único y perfecto sacrificio de la cruz por el que hemos sido
reconciliados.
Frutos de la Eucaristía
- Al recibir la Eucaristía, nos adherimos intimamente con Cristo Jesús, quien nos transmite su gracia.
- La comunión nos separa del pecado, es este el gran misterio de la redención, pues su Cuerpo y su Sangre son derramados por el perdón de los pecados.
- La Eucaristía fortalece la caridad, que en la vida cotidiana tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales.
- La Eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales, pues cuanto más participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su amistad, tanto más difícil se nos hará romper nuestro vínculo de amor con Él.
- La Eucaristía es el Sacramento de la unidad, pues quienes reciben el Cuerpo de Cristo se unen entre sí en un solo cuerpo: La Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo.
- La Eucaristía nos compromete a favor de los pobres; pues el recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo que son la Caridad misma nos hace caritativos.
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