La otra alternativa distinta a ir al Cielo que tenemos
Un buen ejercicio para Cuaresma.
No es seguro de que podamos apreciar en su totalidad el “regalo” del Cielo a menos que sepamos cuál es la alternativa: el infierno. En este tiempo de Cuaresma deberíamos pensar en nuestro futuro: ¿dónde vamos a pasar la eternidad?
Hay un ofrecimiento concreto, de Jesús, para lograr nuestra salvación, que implica arrepentimiento, confesar nuestros pecados y pedir el perdón de Dios.
LA PERSONA QUE HABLÓ SOBRE EL INFIERNO MÁS QUE NADA FUE JESÚS
De hecho, en el Sermón de la Montaña, lo menciona cinco veces. Tal vez lo hizo para no sólo decir a sus seguidores como vivir, trabajar y orar, sino también para asustarlos y dirigirlos fuera, por así decirlo.
En las Escrituras el lugar de los muertos es conocido como el Seol en el Antiguo Testamento y el Hades en el Nuevo Testamento. Seol es la palabra hebrea y el Hades era la palabra griega que se refieren simplemente al lugar de todos los muertos, tanto justos como injustos.
Más tarde, el Seol o Hades llegó a ser conocido como el lugar donde los impíos van a residir después de la muerte. El Paraíso, o el Seno de Abraham, llegó a ser conocido como el lugar donde los justos van a residir después de la muerte. (Dejemos la discusión del Purgatorio para otro momento.)
Hay otro término en el Nuevo Testamento que tenemos que entender. Es la palabra “Gehenna”. Gehena literalmente significa “Valle de Hinnon.” ¿Por qué se traduce a Gehena como el infierno? En el Antiguo Testamento, en el Valle de Hinnon, la gente adoraba al dios falso, Moloc, y sacrificaba a sus hijos a Moloc, quemándolos en un altar (2 Crónicas 28:3 y 33:6). El Valle de Hinnon fue también el lugar donde se depositaban los desechos de Jerusalén, el lugar donde se quemaba la basura. Fue asociado no sólo con el fuego, sino también contaminación extrema.
Por lo tanto, la Gehena se convirtió en el término para el infierno, el lugar de tormento eterno de los impíos que no conocieron a Dios o a Su Hijo, Jesucristo.
NO SE PREDICA SOBRE EL INFIERNO
Vivimos en una época donde el infierno no es predicado a menudo. La gente de hoy quiere sentirse bien con el cristianismo.
Incluso hay cristianos que no quieren que se predique sobre el pecado, a fin de sentirse bien, y no culpable.
La gente hoy en día tiene el síndrome de que “es todo sobre mí”.
Yo adoro a Dios y le doy a Dios las gracias por lo que puedo conseguir y hacer, pero no me diga sobre el infierno, dígame que tan bueno es Dios, dígame lo maravilloso de una persona que está en los ojos de Dios, no hiera mis sentimientos.
En definitiva es querer ver sólo la promesa positiva sin ver los requisitos para que se cumpla, porque esos requisitos no estamos muy dispuestos a cumplirlos.
LEVANTANDO OBJECIONES SOBRE EL INFIERNO
Vamos a enumerar algunas objeciones acerca de que no existe el infierno:
1. Dios es un Dios moral. Por lo tanto castigar a alguien por la eternidad es vengativo e inmoral. Dios simplemente no puede ser así.
El cielo y el infierno no tienen nada que ver con Dios siendo un Dios “moral”. Tiene que ver con que Dios es un Dios justo y santo que ha mandado hombres y mujeres de todas partes que se arrepientan y crean en el Evangelio o de lo contrario sufran las consecuencias.
2. Simplemente no hay manera de que cometiendo un pecado finito se pueda merecer un castigo infinito. Las personas caen del borde del acantilado algunas veces en su vida y hacen algo malo. Pero no hay forma en que un Dios de amor y perdón nos castigue por la eternidad a causa de unas pocas veces.
No es las pocas veces el problema. Es la vida de la continua falta de arrepentimiento y la vida de la incredulidad en Jesucristo que merece el castigo eterno.
3. Las penas del infierno que la Escritura describe son bárbaras, crudas, primitivas, y simplemente horribles. No hay manera en que Dios vaya a hacer esas cosas.
Eso no es realmente una objeción, es simplemente una observación precisa. En la Infantería de Marina había un cartel en el área de formación de los cadetes que decía “Nunca te prometí un jardín de rosas”. Se puede imaginar el mismo letrero en la entrada del infierno.
4. ¿No hará que la gente en el cielo esté triste si sabe que sus seres queridos están sufriendo en el infierno? No puede ser un infierno. Sería destruir la felicidad y la alegría del cielo.
No habrá pena en el cielo, ni tristeza, ni llanto ni remordimiento. El pensamiento del infierno no cruzará nuestras mentes.
5. Dios es amor. Simplemente no puede haber un infierno.
Muchos lugares de la Escritura nos dicen que Dios nos ama. Somos sus hijos y Él es nuestro Padre celestial. Él nos perdona cuando confesamos nuestros pecados. Él nos recibe con los brazos abiertos cuando llegamos a Él después de que nos hemos desviado. Pero la misma Biblia que nos dice que Dios nos ama, también nos dice que hay un infierno que le espera a los injustos. No podemos aceptar una verdad e ignorar la otra.
¿QUÉ ES EL INFIERNO?
Sobre la base de una interpretación literal de las Escrituras, el infierno es sin duda un lugar de tormento eterno por el fuego. Hay llanto constante, lágrimas y crujir de dientes. Es un lugar de absoluta y extrema tortura.
Pero hay otra vía de interpretación que dice que estas son palabras figurativas para describir lo que será estar mentalmente torturado por toda la eternidad para una persona que está separada de Dios, Jesús, y sus seres queridos, sin pensar en llegar un día a ser rescatado.
Es el infierno de las personas que reviven una y otra y otra vez todas las oportunidades que tuvieron de llegar a Cristo en esta vida, pero ellos se rieron, lo negaron o lo aplazaron para otro día hasta que fue demasiado tarde.
Cualquiera que sea el infierno tendrá estas cosas con certeza:
Va a ser una auténtica tortura.
Va a ser un lugar o estado de angustia mental sin fin.
Será un lugar lleno de gente.
Y la mejor cosa que debemos saber sobre el infierno es esta:
En la medida que hemos puesto muestra fe y confianza en Jesucristo como nuestro Salvador y Señor, y confiamos plenamente en su misericordia, su gracia y su perdón, no tenemos que ir al infierno. Iremos a nuestra recompensa celestial, a esa mansión que ha sido construida para que moremos con nuestro Señor y todos los santos por siempre jamás.
Fuente : MC Catholic, Signos de estos Tiempos
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