MILAGROS Y PRODIGIOS DEL SANTO ESCAPULARIO DEL CARMEN
EL GALÁN DE LA LLAMA AZUL
He aquí una historia fidedigna en la que figura el santo cura de Ars, San Juan Bautista Vianney, y una doncellita que fuera más tarde ferviente religiosa.
Su antiguo y venerado cura es quien contó esta verídica relación, al que nos la dejara escrita. Antes de entrar en religión dicha doncella fuese a ver al santo cura de Ars, para hacer con él confesión general. Este le preguntó al confesarla: “Usted debe acordarse bien, hija mía, de cierto baile al cual asistió hace poco tiempo. En ese baile encontró usted un joven desconocido de todos, pero de modales distinguidos, que fue casi el héroe de la fiesta.
“Sí, padre mío, es cierto.
“Y usted hubiese querido que la invitase a bailar, y estaba usted llena de celos y de despecho al ver que prefería a las demás y que nunca se dirigía a usted para nada.
“En efecto, padre; así era.
“¿Y no recuerda usted que al salir el galán creyó usted ver en la puerta y precisamente bajo sus pies dos llamitas azules, que desde luego tomó usted por una mera ilusión de sus ojos, engañados por la luz y la oscuridad?
“Todo, todo es verdad, padre mío.
“Pues bien, hija mía, ese joven era el demonio, el mismo Lucifer en persona. Aquellas con quienes bailara se hallan en estado de condenación. Y, ¿sabe usted por qué no fue invitada por él?... Pues fue precisamente por el Santo Escapulario del Carmen que usted llevaba puesto y que por devoción a María conservaba como una defensa contra sus asechanzas.”
Hijas de la Virgen: Huelga deciros la impresión que causó esta revelación a la persona de quien hablamos, y podéis inferir fácilmente de este relato que la pureza debe evitar todas las ocasiones peligrosas y cuan útil es para conservarse puras la protección de la que es Reina y Madre de las Vírgenes. (Nyssen).
Leyendo este notable ejemplo viene a la memoria la revelación que tuviera el venerable terciario Carmelita Francisco de Yepes, al cual, según refiere el P.Claus, le fue revelado que los demonios padecen tormento vehementísimos porque ven que el Santo Escapulario se lleva por todos y en todas partes.
Su antiguo y venerado cura es quien contó esta verídica relación, al que nos la dejara escrita. Antes de entrar en religión dicha doncella fuese a ver al santo cura de Ars, para hacer con él confesión general. Este le preguntó al confesarla: “Usted debe acordarse bien, hija mía, de cierto baile al cual asistió hace poco tiempo. En ese baile encontró usted un joven desconocido de todos, pero de modales distinguidos, que fue casi el héroe de la fiesta.
“Sí, padre mío, es cierto.
“Y usted hubiese querido que la invitase a bailar, y estaba usted llena de celos y de despecho al ver que prefería a las demás y que nunca se dirigía a usted para nada.
“En efecto, padre; así era.
“¿Y no recuerda usted que al salir el galán creyó usted ver en la puerta y precisamente bajo sus pies dos llamitas azules, que desde luego tomó usted por una mera ilusión de sus ojos, engañados por la luz y la oscuridad?
“Todo, todo es verdad, padre mío.
“Pues bien, hija mía, ese joven era el demonio, el mismo Lucifer en persona. Aquellas con quienes bailara se hallan en estado de condenación. Y, ¿sabe usted por qué no fue invitada por él?... Pues fue precisamente por el Santo Escapulario del Carmen que usted llevaba puesto y que por devoción a María conservaba como una defensa contra sus asechanzas.”
Hijas de la Virgen: Huelga deciros la impresión que causó esta revelación a la persona de quien hablamos, y podéis inferir fácilmente de este relato que la pureza debe evitar todas las ocasiones peligrosas y cuan útil es para conservarse puras la protección de la que es Reina y Madre de las Vírgenes. (Nyssen).
Leyendo este notable ejemplo viene a la memoria la revelación que tuviera el venerable terciario Carmelita Francisco de Yepes, al cual, según refiere el P.Claus, le fue revelado que los demonios padecen tormento vehementísimos porque ven que el Santo Escapulario se lleva por todos y en todas partes.
Milagros y Prodigios del Santo Escapulario del Carmen por el P. Fr. Juan Fernández Martín, O. C.
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