El
jueves 30 de mayo la Iglesia celebra la Solemnidad del Santísimo
Cuerpo y Sangre del Señor, aunque en algunos países se celebrará el
próximo Domingo 2 de junio. La fiesta, extendida en 1269 por el Papa Urbano
IV a toda la Iglesia latina, por una parte constituyó una respuesta de fe y
de culto a doctrinas heréticas acerca del misterio de la presencia real de
Cristo en la Eucaristía, por otra parte fue la culminación de un movimiento
de ardiente devoción hacia el augusto Sacramento del altar.
La piedad popular favoreció el proceso que instituyó la fiesta del Corpus Christi; a su vez, esta fue causa y motivo de la aparición de nuevas formas de piedad eucarística en el pueblo de Dios. Esta festividad es una ocasión propicia para que podamos profundizar en nuestra fe y en nuestro amor hacia la Eucaristía.
Según
tradiciones locales consolidadas, la Solemnidad del Corpus Christi comprende
dos momentos: la Santa Misa, en la que se realiza la ofrenda del Sacrificio,
y la procesión, que manifiesta públicamente la adoración al Santísimo
Sacramento. La procesión es la "forma tipo" de las procesiones
eucarísticas porque prolonga la celebración de la Eucaristía. En efecto,
inmediatamente después de la Santa Misa, la Hostia que ha sido
consagrada se conduce fuera de la Iglesia para que el Pueblo de Dios dé
un testimonio público de fe y de veneración al Santísimo Sacramento.
En la Solemnidad del Santísimo
Cuerpo y Sangre de Cristo del año 2011, Benedicto XVI celebró la
Santa Misa en la Basílica de San Juan de Letrán. Posteriormente presidió la
procesión eucarística que, recorriendo via Merulana terminó en la
Basílica de Santa María Mayor.
En la homilía de la Misa, el Papa emérito recordó que "hoy el Santísimo Sacramento es llevado en procesión por las calles de las ciudades y pueblos, para manifestar que Cristo resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el Reino de los cielos. Lo que Jesús nos donó en la intimidad del Cenáculo, hoy lo manifestamos abiertamente, porque el Amor de Cristo no está reservado a algunos, sino que está destinado a todos".
Refiriéndose a la comunión eucarística, Benedicto XVI señaló que"mientras el alimento corporal es asimilado por nuestro organismo y contribuye a su sustento, en el caso de la Eucaristía se trata de un Pan diferente: no somos nosotros los que lo asimilamos, sino que nos asimila a Sí, y de este modo somos conformados en Jesucristo, miembros de su Cuerpo, una sola cosa con Él. Este paso es decisivo. De hecho, precisamente porque Cristo, en la comunión eucarística, nos transforma en Sí, nuestra individualidad, en este encuentro, es liberada de su egocentrismo e introducida en la Persona de Jesús, que a su vez está inmersa en la comunión trinitaria".
"Así -continuó-, mientras la Eucaristía nos une a Cristo, nos abre también a los demás, nos hace miembros unos de otros: dejamos de estar divididos, y nos hacemos una sola cosa en Él. La comunión eucarística me une a la persona que está a mi lado, y con la cual quizá no tengo una buena relación, pero también a los hermanos que están lejos, en todo el mundo".
Benedicto XVI subrayó que "quien reconoce a Jesús en la Sagrada Hostia, lo reconoce en el hermano que sufre, que tiene hambre y sed, que es forastero, desnudo, enfermo, encarcelado; y está atento a cada persona, se empeña a ayudar, de modo concreto, a todos los que tienen necesidad. Del don del Amor de Cristo proviene por lo tanto nuestra especial responsabilidad de cristianos en la construcción de una sociedad solidaria, justa, fraterna. Especialmente en nuestro tiempo, en el que la globalización nos hace siempre mas dependientes unos de otros, el cristianismo puede y debe hacer que esta unidad no se construya sin Dios, es decir, sin el verdadero Amor, que daría lugar a la confusión, al individualismo, al atropello de todos contra todos".
"El Evangelio -subrayó- tiene en cuenta siempre la unidad de la familia humana, una unidad no impuesta desde fuera, ni por intereses ideológicos o económicos, sino a partir del sentido de responsabilidad de unos hacia otros, porque nos reconocemos miembros de un mismo cuerpo, del Cuerpo de Cristo, porque hemos aprendido y aprendemos constantemente del Sacramento del Altar que el compartir, el amor es el camino de la verdadera justicia".
El Papa emérito terminó poniendo de relieve que "sin ilusiones, ni utopías ideológicas, caminamos por las calles del mundo, llevando dentro de nosotros el Cuerpo del Señor, como la Virgen María en el misterio de la Visitación. Con la humildad de sabernos simples granos de trigo, custodiamos la firme certeza de que el Amor de Dios encarnado en Cristo es más fuerte que el mal, que la violencia y la muerte. Sabemos que Dios prepara para todos los hombres cielos nuevos y tierra nueva, donde reinan la paz y la justicia y en la fe entrevemos el mundo nuevo, que es nuestra verdadera patria". (Jueves 23 de junio de 2011)
En la homilía de la Misa, el Papa emérito recordó que "hoy el Santísimo Sacramento es llevado en procesión por las calles de las ciudades y pueblos, para manifestar que Cristo resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el Reino de los cielos. Lo que Jesús nos donó en la intimidad del Cenáculo, hoy lo manifestamos abiertamente, porque el Amor de Cristo no está reservado a algunos, sino que está destinado a todos".
Refiriéndose a la comunión eucarística, Benedicto XVI señaló que"mientras el alimento corporal es asimilado por nuestro organismo y contribuye a su sustento, en el caso de la Eucaristía se trata de un Pan diferente: no somos nosotros los que lo asimilamos, sino que nos asimila a Sí, y de este modo somos conformados en Jesucristo, miembros de su Cuerpo, una sola cosa con Él. Este paso es decisivo. De hecho, precisamente porque Cristo, en la comunión eucarística, nos transforma en Sí, nuestra individualidad, en este encuentro, es liberada de su egocentrismo e introducida en la Persona de Jesús, que a su vez está inmersa en la comunión trinitaria".
"Así -continuó-, mientras la Eucaristía nos une a Cristo, nos abre también a los demás, nos hace miembros unos de otros: dejamos de estar divididos, y nos hacemos una sola cosa en Él. La comunión eucarística me une a la persona que está a mi lado, y con la cual quizá no tengo una buena relación, pero también a los hermanos que están lejos, en todo el mundo".
Benedicto XVI subrayó que "quien reconoce a Jesús en la Sagrada Hostia, lo reconoce en el hermano que sufre, que tiene hambre y sed, que es forastero, desnudo, enfermo, encarcelado; y está atento a cada persona, se empeña a ayudar, de modo concreto, a todos los que tienen necesidad. Del don del Amor de Cristo proviene por lo tanto nuestra especial responsabilidad de cristianos en la construcción de una sociedad solidaria, justa, fraterna. Especialmente en nuestro tiempo, en el que la globalización nos hace siempre mas dependientes unos de otros, el cristianismo puede y debe hacer que esta unidad no se construya sin Dios, es decir, sin el verdadero Amor, que daría lugar a la confusión, al individualismo, al atropello de todos contra todos".
"El Evangelio -subrayó- tiene en cuenta siempre la unidad de la familia humana, una unidad no impuesta desde fuera, ni por intereses ideológicos o económicos, sino a partir del sentido de responsabilidad de unos hacia otros, porque nos reconocemos miembros de un mismo cuerpo, del Cuerpo de Cristo, porque hemos aprendido y aprendemos constantemente del Sacramento del Altar que el compartir, el amor es el camino de la verdadera justicia".
El Papa emérito terminó poniendo de relieve que "sin ilusiones, ni utopías ideológicas, caminamos por las calles del mundo, llevando dentro de nosotros el Cuerpo del Señor, como la Virgen María en el misterio de la Visitación. Con la humildad de sabernos simples granos de trigo, custodiamos la firme certeza de que el Amor de Dios encarnado en Cristo es más fuerte que el mal, que la violencia y la muerte. Sabemos que Dios prepara para todos los hombres cielos nuevos y tierra nueva, donde reinan la paz y la justicia y en la fe entrevemos el mundo nuevo, que es nuestra verdadera patria". (Jueves 23 de junio de 2011)
El próximo
domingo, 2 de junio, de las 17 horas a las 18 horas, se realizará una solemne
Adoración Eucarística en unión mundial, y su lema es “Un solo
Señor, una sola fe”, elegido para atestiguar el sentido de profunda
unidad que lo caracterizará.
Será un evento
que tendrá lugar por primera vez en la historia de la Iglesia y que podemos
calificar como histórico. Las catedrales del mundo se sincronizarán con la
hora de Roma y estarán, durante una hora, en comunión con el Papa en la
Adoración Eucarística. La adhesión a esta iniciativa ha sido masiva y ha ido
más allá de las catedrales, involucrando a las conferencias episcopales,
parroquias, congregaciones religiosas, sobre todo los monasterios de clausura
y las asociaciones.
En esta
Adoración Eucarística en unión mundial se rezará por las intenciones
propuestas por el Papa Francisco:
1) “Por
la Iglesia, extendida en todo el mundo y hoy en señal de unidad recogida en
la adoración de la Santísima Eucaristía. Que el Señor la haga cada vez más
obediente a la escucha de su Palabra para presentarse ante el mundo siempre
“mas hermosa, sin mancha, ni arruga, sino santa e inmaculada”. Que a través
de su fiel anuncio, la Palabra que salva resuene aún como portadora de
misericordia y haga que el amor se redoble para dar un sentido pleno al dolor
y al sufrimiento, devolviendo alegría y serenidad”.
2) “Por
aquellos que en los diversos lugares del mundo viven el sufrimiento de nuevas
esclavitudes y son víctimas de la guerra, de la trata de personas, del
narcotráfico y del trabajo “esclavo”; por los niños y las mujeres que padecen
todas las formas de la violencia.¡Que su grito silencioso de ayuda encuentre
a la Iglesia vigilante para que, teniendo la mirada puesta en Crito
crucificado no se olvide de tantos hermanos y hermanas dejados a merced de la
violencia!. Por todos aquellos que, además, se encuentran en la precariedad
económica, sobre todo los desempleados, los ancianos, los inmigrantes, los
que carecen de hogar, los presos y cuantos experimentan la marginación. ¡Que
la oración de la Iglesia y su cercanía activa les de consuelo y ayuda en la
esperanza y fuerza y audacia en la defensa de la dignidad de la persona!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario