Monición para la Solemnidad de
La Ascensión del Señor
"La Ascensión de Cristo", obra de Pietro Vannucci llamado Il Perugino, que se conserva en el Museo Municipal de Lyon, Francia
El domingo próximo celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor, día glorioso en que Jesucristo, a la vista de sus discípulos, subió por su propia virtud al cielo, cuarenta días después de su Resurrección.
Jesucristo subió al cielo para tomar posesión del reino eterno que conquistó con su muerte; para prepararnos el lugar y servirnos de medianero y abogado con el Padre; y para enviar el Espíritu Santo a sus Apóstoles.
El día de la Ascensión, Jesucristo no entró solo en el cielo, sino que entraron con Él las almas de los antiguos Padres que había sacado del limbo.
Allí, en el Cielo, está sentado a la diestra de Dios Padre, es decir: como Dios es igual al Padre en la gloria, y como hombre está ensalzado sobre todos los Ángeles y Santos, y hecho Señor de todas las cosas.
Para celebrar dignamente la fiesta de la Ascensión hemos de hacer tres cosas:
- adorar a Jesucristo en el cielo como medianero y abogado nuestro;
- despegar enteramente nuestro corazón de este mundo como de lugar de destierro y aspirar únicamente al cielo, nuestra verdadera patria;
- determinarnos a imitar a Jesucristo en la humildad, en la mortificación y en los padecimientos, para tener parte en su gloria.
Desde la fiesta de la Ascensión hasta Pentecostés, Solemnidad que será celebrada el Domingo próximo siguiente, los fieles, a ejemplo de los Apóstoles, han de prepararse a recibir el Espíritu Santo con el retiro, con recogimiento interior y con perseverante y fervorosa oración.
En el modo Extraordinario del Rito Romano, en este día, leído el Evangelio de la Misa solemne, se apaga y después se quita el cirio pascual, para representar que Cristo partió de al lado de los Apóstoles.
En cambio en el Rito Ordinario que se celebra aquí, manda la Iglesia sin mengua del anterior significado, que sea mantenido encendido hasta el final de la Solemnidad de Pentecostés. Luego se coloca en el bautisterio, y se enciende en ocasión de administrarse el sacramento del Bautismo, para simbolizar la presencia del Señor Resucitado en los Sacramentos.
¡Oh Rey de la gloria, Señor del universo,
que hoy asciendes triunfante al cielo,
no nos dejes huérfanos,
envíanos desde el Padre tu promesa,
el Espíritu de la Verdad!
Aleluya.
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