El combate de la
oración, ¿contra quién?...
La
oración es un don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte.
Supone siempre un esfuerzo. Los grandes orantes de la Antigua Alianza antes de
Cristo, así como la Madre de Dios y los santos con Él nos enseñan que la
oración es un combate. ¿Contra quién?
Contra nosotros mismos y contra las
astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la
oración, de la unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive como se
ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco
podrá orar habitualmente en su Nombre. El "combate espiritual" de la
vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración. (No. 2725
Catecismo)
"El
demonio sabe que si te separa de la oración te estará finalmente separando de
Dios, para hacerte suyo, pues te reclama como tal. Sabe que cada que inicias
algo en las cosas de Dios tiene que hacer todo lo posible para que más pronto
que tarde hacerte desistir y, así, ir acumulando triunfos que le permitan
quedarse con tu alma, ganar finalmente el combate espiritual de tu vida."
Verlo
análogo como en escena de telenovela donde están los protagonistas, un hombre y
una mujer, que quieren unir sus vidas, pero hay una tercer persona, una mujer,
aquella que no desea esa unión, pues reclama a ese hombre como suyo; comienza
entonces a meter intriga, chismes, calumnia, coqueteo, y a hacer todo lo
posible para que esa unión no se dé. Finalmente si esta mujer, el demonio,
logra su cometido propiamente si serás de él, pues en la vida no hay mas que de
dos sopas, o eres de Dios o eres del demonio el "Príncipe de este
mundo" (Jn 12, 31)
Dos
partes de esta relación en la oración, el don y la respuesta, Dios y tú, la
gracia de Dios y tu acción volitiva, es decir, los actos de la fuerza de tu
voluntad por tomar con decidida firmeza dicha relación con la intención de no
dejarle. Más dos ingredientes esenciales clave para este combate contra quienes
no desean que se de esa relación: perseverancia y constancia. Perseverancia que
te permita levantarte cada vez que caigas herido en el combate, cada vez que
dejes la oración; mas constancia para mantenerte firme y fiel en asiduo
Encuentro con Él.
Pues
de faltarte uno de estos ingredientes la relación es simplemente infecunda, tu
oración no dará frutos, no hay victoria, no se logra el triunfo y el don se
desperdicia. Es como si alguien te diera un billete de lotería que se sabe que
es el ganador del premio mayor, y tu simplemente dejas de irle a cobrar, pues tal
vez no te dio tiempo, o se te presentó algo, "alguna" razón que no te
dejó aprovechar la oportunidad. Y eso que hago ejemplo con algo infinitamente
más insignificante. ¡Qué será entonces del don de la oración!
Como
aquel soldado que lucha en la batalla, y que de manera constante está
disparando contra el adversario, no deja de disparar pues sabe que si lo hace
dará oportunidad al enemigo que se acerque, dispara sin parar hasta que de
momento es herido, digamos en un brazo, éste cae pero se repone y vuelve a
ponerse desde su trinchera para seguir disparando de manera continua sin parar,
nuevamente puede ser herido y caer, pero se vuelve a levantar hasta que no le
quede un aliento de vida para seguir jalando del gatillo. Solo así, podrá salir
victorioso, más si se deja de la primera o segunda herida, no persevera; mas si
deja de disparar constantemente al enemigo, cuán fácil será su derrota.
O como
aquel boxeador que en el ring no deja de atestar golpes contra su adversario,
es constante en su lucha, de repente puede ser noqueado y tirado sobre la lona,
pero se vuelve a levantar, persevera, y sigue luchando intentado con mayor
fuerza atinar golpes al enemigo, y aunque vuelva de ser noqueado, una y otra
vez, él se levanta hasta que no le queden fuerzas para ya no hacerlo. Pero qué
pasa si el boxeador en esa constancia y perseverancia en seguir en la lucha y
asestar golpes al enemigo, en algún momento donde se percibe se está llegando
al clímax, en los constantes golpes dados al adversario el otro está casi por caer,
este boxeador del que estamos hablando desiste un poco, y deja de golpear, deja
de ser constante pues se confía, el otro, retomará fuerzas y volverá, sí, y
volverá con mayor rigor en su ataque.
Si
en la oración se deja de ser constante, los enemigos toman mucho mayor fuerza
para volver al ataque, y más difícil cada vez será el levantarte ante una
caída; y al momento que llegues a perder la perseverancia, el no volver a tomar
la oración, aquella cosa de Dios que iniciaste, le darás la victoria a estos dos
enemigos: la concupiscencia (nuestra debilidad humana) y el demonio. Hermanos
en Cristo no hacer que se vuelva inútil la gracia de Dios (Ga 2, 21), cree en
este don de la gracia que proviene de Él y responde decididamente.
Se ora como se vive, porque se vive como se ora.
Finalmente revisa tu vida, cómo se encuentra, cómo reaccionas, cómo actúas,
cómo te ven, cómo se muestran ante ti, cómo se comportan ante ti, de qué se
quejan de ti frecuentemente; limpia el cristal de la ventana de tu vida para
que veas cómo estás orando, si estas o no orando bien, si estas sabiendo orar,
si puedes orar mejor, o preguntarte: "de hacer oración ¿realmente estoy
orando? o ¿qué estoy haciendo entonces?; y ¿cuántas veces he iniciado algo en
las cosas de Dios? ¿Cuántas veces simplemente dejo lo iniciado? ¿Me aburro, me
desespero, me desaliento, por “x” razón, siempre hay alguna que simplemente me
hace desistir?".
Saber que siempre podrás retomar aquello que iniciaste en
las cosas de Dios, pues si has caído has por levantarte, ser perseverante en el
Amor.
¡Ve tu vida, y sabrás si falta algo a tu oración!. O
a lo mejor no te éstas viendo o dejando ver realmente cómo es tu vida. Vives
aparentar en lo artificial más que mostrarte en lo natural.
Y recuerda que tenemos grandes y muy buenos intercesores y maestros en la oración, Jesucristo, su Santísima Madre la Virgen María y todos los santos, pongámonos bajo su protección y saldremos airosos en esta lucha contra nosotros mismos...
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