Práctica de la Hora Santa
Estando de rodillas, figúrate alma cristiana estar a la entrada del
huerto de los Olivos, de aquel huerto testigo de los inmensos dolores de un
Dios Redentor… Besa la tierra como si verdaderamente fuera la de ese misterioso
jardín. Haz de todo corazón actos de fe, esperanza y caridad, y reza, penetrada
de dolor para tus pecados, reconociéndote indigna de pasar una hora con Jesús
agonizante.
Primera postración de Jesús
Primera consideración
Considera, alma compasiva, a tu dulcísimo Salvador, orando postrado y
como anonadado, solitario en aquel triste jardín, abandonado de sus apóstoles,
pues se habían entregado al sueño… Olvidado de todos… y quizá olvidado de tu
mismo corazón… Dirige tus miradas hacia este Dios afligido… Permanece de
rodillas y pídele perdón por tus extravíos, rezando cinco Padre nuestros y
agregando esta aspiración: ¿Por qué, oh buen Jesús oh benigno Salvador, te he
abandonado tanto tiempo? ¡Oh hijos de los hombres, vengan y manifiesten sincero
amor a su divino Redentor!
Segunda consideración
En seguida, considera cuán grande debió ser la aflicción del Corazón
de Jesús al ver que los ángeles lo habían dejado, que su Madre Santísima se
hallaba lejos de él, y que su Padre Celestial lo miraba con indignación a causa
de tus pecados con los cuales se había cargado voluntariamente… Un silencio
espantoso rodea a Jesús por todas partes, y no ve más que la imagen de la
muerte más cruel… ¡Ah! Compadécete de su dolor, consuélalo, haciendo de todo
corazón cinco actos de contrición, en unión de los santos penitentes,
Tercera consideración
Figúrate que Jesús se levanta a duras penas, y se adelanta hacia sus
discípulos… Piensa que te mira con bondad y repite nueve veces con el fervor de
los ángeles: ¡Oh Jesús! Yo te amo; sí te amo de todo corazón.
Segunda postración de Jesús
Primera consideración
Jesús, después de haber dejado a sus apóstoles, vuelve a orar por
segunda vez. , alma fiel que oyes s dulce voz que exclama, agobiado del dolor
más profundo: triste está mi alma hasta la muerte… y que volviéndose hacia ti
añade: Tus innumerables ingratitudes son las causas de mis tormentos…
Redoblado de fervor, dile excitándote a un verdadero arrepentimiento de tus
pecados, y uniendo tus oraciones y tus lágrimas a las de san Pedro después de
su caída: ten piedad de mí, Oh Dios mío, según tu gran misericordia, y según la
multitud de tu clemencia, borra mi iniquidad.
Segunda consideración
Considera al buen Jesús afligido de más en más, sucumbiendo bajo el
peso de su profunda aflicción. Imagínate que ves su divina cabeza inclinada
hacia la tierra… su sagrado rostro, en cuyo semblante se ve estampada la imagen
de su extremo dolor. Este amorosísimo Salvador se halla de más en más afligido
a la vista del endurecimiento de los hombres que no quieren volver hacia él,
prefiriendo la senda de la iniquidad a la de la justicia: lo que aumenta su
pena es tu falta de energía en vencer tus pasiones.
Tercera consideración
Figúrate estar de rodillas cerca de Jesús agonizante, y dile tres
veces: ¡Yo soy, Oh Salvador mío, aquella ingrata oveja que buscaste, llamaste y
que, por tanto tiempo, ha permanecido sorda a tu voz! Heme aquí, ¡Oh amable
Pastor mío! No llores más por tu rebelde hijo. ¿Deseas mi alma? Aquí la tienes,
cubierta de miserias y herida por sus propios pecados. Pero Tú, Oh Médico
caritativo, has dicho: vengan a mí los que están cargados y yo los aliviaré.
Animado de esta confianza, cedo gustoso a tus amorosas solicitaciones y
nuevamente te ofrezco mi alma: haz que sea tuya para siempre. Vengan pecadores,
vengan ovejas descarriadas; vengan todos los que como yo se han alejado del
Buen Pastor; consolémosle con nuestra sincera conversión y apresurémonos a
tomar parte en sus dolores.
Cuarta consideración
Mira, sobrecogida de admiración, a tu Dios en el colmo de la
aflicción, y cómo entra en agonía: apenas respira y parece sucumbir de dolor
previendo que sus sufrimientos serán inútiles a un sinnúmero de hombres
ingratos, que se perderán a pesar de todo lo que hace por ellos… Tú mismo
también lo ofenderás… dile pues de todo corazón: Dios mío, prefiero morir mil
veces antes que ofenderte. Añade cinco actos de caridad y al decir, amo a mi
prójimo como a mí mismo, haz intención de prometer a Jesús, que trabajarás en
ganar almas a su servicio
Quinta consideración
En seguida, dirige tus miradas con amorosa confianza hacia Jesús…óyele
poseído del dolor más profundo, pero resignado: Padre mío, si es posible, has
que este cáliz se aleje de mí; sin embargo que no se haga mi voluntad, sino la
tuya. Únete a este divino Maestro, y repite con él las mismas palabras.
Jesús se levanta y va a sus apóstoles; más hallándolos dormidos, vuelve penetrado de tristeza al lugar de su oración.
Jesús se levanta y va a sus apóstoles; más hallándolos dormidos, vuelve penetrado de tristeza al lugar de su oración.
Tercera postración de Jesús
Primera consideración
Contempla, alma cristiana, a tu amante Salvador nuevamente postrado,
pálido y desfigurado, cubierto de un sudor de sangre, y casi a punto de dar el
último aliento… Su alma angustiada ve de antemano con el más profundo
abatimiento los sufrimientos que se le preparan.
Repasa, en compañía de Jesús los dolorosos pasos de su pasión. En
primer lugar, el beso del traidor Judas… ¡Ah! Llora amargamente por haber sido
pérfida tu también, hacia Jesús por tus comuniones tibias, tal vez sacrílegas,
Erré como oveja como oveja que se perdió, ¡Oh mi Dios, mi Salvador y el más
paciente de todos los padres! Perdóname y no me castigues según el rigor de tu
justicia.
Segunda consideración
Mira a Jesús cuya agonía se prolonga… piensa con él en su cruel
flagelación: ya su cuerpo no es más que una llaga y sus pies nadan en su
sangre… La columna en que está atado se halla cubierta de sangre y los pedazos
de su carne están esparcidos por el suelo… ¡Ah! Es para expiar tus inmodestias,
tus vanidades, tu gula y pereza que el inocente Jesús sufre tantos tormentos… Permanece
al lado de Jesús y di siete veces, uniéndote a María, Madre de dolores la
siguiente aspiración: ¡Oh amabilísimo Jesús! ¿por qué no me es permitido
recibir yo mismo los golpes que despedazan tan cruelmente en tu carne virginal?
Misericordiosísimo Salvador, por mí has recibido tantas heridas! ¿Por qué te he
amado tan poco? Divino redentor mío, sí, prometo amarte con todo mi corazón:
desde ahora quiero vivir, sufrir y morir por ti”.
Mira aun al dolorosísimo Jesús, une tus pensamientos a los suyos… Figúrate
que lleva la cruz a cuestas… ¡Oh que cruz tan pesada! Nuestros pecados aumentan
de tal modo su peso que cae tres veces bajo esa terrible carga… repite tres
veces: ¡Oh cruz santa! Esperanza mía, no agobies al inocente Jesús; yo soy la
culpable; yo soy la que debe sufrir y morir.
Tercera consideración
Considera, alma compasiva, a tu divino Salvador, que llegando al
calvario, es despojado de sus vestidos, le traspasan sus manos y pies, levantan
la cruz… Míralo con amor y escucha sus últimas palabras…Abraza la cruz y di
cinco veces con el buen ladrón (por ti y tus parientes): Dulcísimo Jesús,
concédenos la gracias de una sincera conversión y la perseverancia final. En
seguida, dí tres veces uniéndote con las santas mujeres: Oh Jesús! Soberano
Maestro y amorosísimo Padre, mi corazón siente un vivo pesar al recordar los
crueles dolores que has sufrido en la cruz. No, jamás me separaré de ti: la
bondad con que derramas hasta la última gota para expiar mis innumerables
pecados, penetra mi ama de gratitud, a fin de manifestarte mi reconocimiento
quiero entregarme a ti para siempre.
Toma el crucifijo y besa con amor y respeto las cincos llagas del
Salvador, diciendo a cada una de ellas: Jesús, amor mío, siempre te amaré.
Cuarta consideración
Considera cómo se sobrecoge de espanto la santa humanidad de Jesús a
vista del amargo cáliz que se le presenta y del que ha de beber hasta las
heces… He aquí que vuela el ángel consolador y que, acercándose respetuosamente
a su Señor y Creador, lo levanta. Piensa que te muestra a Jesús, diciéndole:
¡Ah! ¿Quieres dejar de perecer eternamente esta pobre alma? Y que Jesús,
mirándote con ternura, le responde; “No, por ella moriré gustoso… Aquí guarda
un profundo silencio; pues, ¿qué podrías decir para corresponder a tal exceso de
amor? Mas entrega tu corazón a los sentimientos de gratitud que te inspira la
generosidad de tu bondadosos Redentor.
Quinta consideración
Oye ahora los pasos del traidor Judas que, entrando en el jardín,
viene a apoderarse de Jesús.. Besa la tierra como si besaras los helados pies
de tu Salvador… Ve como se levanta y te consuela con la mirada llena de
dulzura, y como deja su oración y va morir para salvarte… síguelo, repitiendo
siete veces: ¡Oh buen Jesús! Pues que vas a morir por mí, yo también quiero morir
por ti!
Puesto de rodillas, como si estuvieras en el lugar justo donde el
Salvador estuvo en agonía, haz doce actos de amor uniéndote a la Magdalena
penitente. Retírate dando gracias a Dios, reflexionando en la felicidad que has
tenido de pasar una hora en compañía de Jesucristo agonizante, y en los
intervalos del sueño, recuerda el lugar sangriento de su agonía. Al otro día
repasa en la memoria las reflexiones que más conmovido tu alma durante la Hora
Sanra y permanece en un piadoso recogimiento.
Oración al acostarse
Ábreme tu corazón, oh Jesús, pues él es el lugar de mi descanso; en él
quiero morar toda mi vida y dar el último suspiro. ¡Ojalá que en él pudiese
ofrecerte continuamente el mío! Haz, o amable Salvador, que mi corazón se una
tan estrechamente al tuyo, que yo pueda decir, como la esposa de los Cantares:
“Yo duermo, mas mi corazón vela…” ¡Oh Jesús! Vela sobre mí mientras duermo. Uno
el reposo que voy a tomar al santo descanso que tú tomaste en este mundo;
quiero tomarlo con los mismos fines que tú, Oh Jesús, y para mayor gloria de tu
Eterno Padre, a fin de que permaneciendo siempre unido a ti, esté siempre
ocupado de Dios.
En tus manos, señor encomiendo mi espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario