El primer domingo después de Pascua celebramos la fiesta de la Divina Misericordia, según las revelaciones de Jesús a Santa Faustina. Esta fue la devoción preferida de nuestro amado Juan Pablo II, junto con la de Fátima, por la que se sentía protegido, y también de nuestro Papa Benedicto XVI.
Dijo Jesús a Sor Faustina:
«Aquéllos que proclamen Mi gran Misericordia, Yo mismo los defenderé en la hora de la muerte como mi Gloria, aunque los pecados de las almas fuesen negros como la noche.» Nº 378.
«Esta es la hora de la gran Misericordia para el mundo entero. ...En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de mi Pasión.» Diario, Nº 1320.
INDULGENCIAS
"Se concede indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística, y oración etc.), al fiel que, en el domingo segundo de Pascua, llamado Domingo de la Misericordia Divina, en cualquier iglesia u oratorio, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial, participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia Divina. O al menos rece, en presencia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús Misericordioso." (Ej.: "Jesús Misericordioso, en tí confío".)
La devoción a la Divina Misericordia es un gran regalo de Dios a la Iglesia, a nosotros. Celebremos el Amor de Dios con un corazón pleno de felicidad, de reconocimiento a un Jesús que después de dos mil años, sigue siendo tan Bueno como en la Galilea de Pedro y los demás apóstoles.
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