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Padre Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione), Santo
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Un hombre de oración y
sufrimiento
Martirologio
Romano: San Pío de Pietrelcina (Francisco) Forgione, presbítero de
la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que en el convento de San Giovanni
Rotondo, en Apulia, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a
la reconciliación de los penitentes, mostrando una atención particular
hacia los pobres y necesitados, terminando en este día su peregrinación
terrena y configurándose con Cristo crucificado (1968)
"Siempre humíllense
amorosamente ante Dios y ante los hombres. Porque Dios le habla a aquellos
que son verdaderamente humildes de corazón, y los enriquece con grandes
dones."
San
Giovanni Rotondo, Italia.
En un convento de la Hermandad de los Capuchinos, en la ladera del monte
Gargano, vivió por muchísimos años el que probablemente fuera el Sacerdote
Místico más destacado del siglo XX, a punto actualmente de ser declarado
Santo por el Vaticano. El Padre Pío, nacido en Pietrelcina en 1887, fue un
hombre rico en manifestaciones de su santidad. Enorme cantidad de milagros
rodearon su vida, testimoniados por miles de personas que durante décadas
concurrieron allí a confesarse. Sus Misas, a decir de los concurrentes,
recordaban en forma vívida el Sacrificio y Muerte del Señor a través de la
entrega con que el Padre Pío celebraba cada Eucaristía.
Es notable su carisma de bilocación: la capacidad de estar presente en dos
lugares al mismo tiempo, a miles de kilómetros de distancia muchas veces.
El Padre Pío raramente abandonó San Giovanni Rotondo; sin embargo se lo ha
visto y testimoniado curando almas y cuerpos en diversos lugares del mundo
en distintas épocas. También tenía el don de ver las almas: confesarse con
el Padre Pío era desnudarse ante Dios, ya que él decía los pecados y
relataba las conciencias a sus sorprendidos feligreses (a veces con gran
dureza y enojo, ya que tenía un fuerte carácter, especialmente cuando se
ofendía seriamente a Dios). Tenía también el don de la sanación (a través
de sus manos Jesús curó a muchísima gente, tanto física como
espiritualmente) y el don de la profecía (anticipó hechos que luego se
cumplieron al pie de la letra).
Vivió rodeado de la Presencia de Jesús y María, pero también de Santos y
Angeles, y de almas que buscaban su oración, para subir desde el Purgatorio
al Cielo. Pero su gracia más grande radicó, sin duda alguna, en sus
estigmas: en 1918 recibe las cinco Llagas de Cristo en sus manos, en sus
pies y en su costado izquierdo. Estas llagas sangraron toda su vida,
aproximadamente una taza de té por día, hasta su muerte ocurrida en 1968.
Múltiples estudios médicos y científicos se realizaron sobre sus Estigmas,
no encontrándose nunca explicación alguna a su presencia u origen.
Su sangre y cuerpo emanaban un aroma celestial, a flores diversas, que
acariciaba no solo a los asistentes a sus Misas, sino también a quienes se
encontraban con él en otras ciudades del mundo, a través de sus dones de
bilocación. Vivió sufriendo ataques del demonio, tanto físicos como
espirituales, que se multiplicaron a medida que las conversiones y la fe
crecían a su alrededor.
En diciembre de 2001 el Vaticano emite el decreto que aprueba los milagros
necesarios para canonizar a nuestro héroe, San Pío de Pietrelcina y fué
canonizado el 16 de julio de 2002.
Vivimos en un mundo que niega lo sobrenatural, se aferra a lo material y a
todo lo que pueda ser explicado a través de la razón, o percibido por los
sentidos. Sin embargo, Dios prescinde de nuestra razón y de nuestros
sentidos, a la hora de someternos a las pruebas de nuestra fe. De cuando en
cuando nos prodiga con regalos del mundo sobrenatural, a través del
testimonio y el acceso a la divinidad de los seres Celestiales. El Padre
Pío es una puerta abierta a Cristo, a María, a los ángeles y los santos. Es
también un testimonio de la pequeñez del ser humano y una invitación a
creer y dejar de buscar explicación a los hechos de la Divina Providencia
(la voluntad de Dios), sino simplemente a unir nuestra voluntad a la de
Dios, y ser lisa y llanamente su instrumento, como el Padre Pío lo fue.
La vida entera del Padre Pío no puede ser explicada a través de la razón o
la lógica humana. La fe y fuerza del Santo del Gargano dan por tierra con
todas las escuelas filosóficas terrenales, dejando una sola salida a todo
intento de crecimiento del hombre: el encuentro con el Dios eterno, el que
nos mira desde lo alto y nos pide, por medio de Su infinita Misericordia,
que nos entreguemos simplemente a Su Voluntad. La negación de nuestro yo
(la muerte de nuestro ego), se constituye en la principal meta de nuestra
evolución, porque SÓLO DIOS ES !
Debemos negarnos
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Padre Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione), Santo
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