Encíclica "Miserentissimus Redemptor"
Renovemos la consagración.
Mas, como en el siglo precedente y en el nuestro, por las maquinaciones de los impíos, se llegó a despreciar el imperio de Cristo nuestro Señor y a declarar públicamente la guerra a la Iglesia, con leyes y mociones populares contrarias al derecho divino y a la ley natural, y hasta hubo asambleas que gritaban: «No queremos que reine sobre nosotros» (Lc 19, 14), por esta consagración que decíamos, la voz de todos los amantes del Corazón de Jesús prorrumpía unánime oponiendo acérrimamente, para vindicar su gloria y asegurar sus derechos: «Es necesario que Cristo reine (1 Cor 15, 25). Venga su reino». De lo cual fue consecuencia feliz que todo el género humano, que por nativo derecho posee Jesucristo, único en quien todas las cosas se restauran (Ef 1, 10), al empezar este siglo, se consagra al Sacratísimo Corazón, por nuestro predecesor León XIII, de feliz memoria, aplaudiendo el orbe cristiano.
(Encíclica “Miserentissimus Redemptor”)
Comentario:
Es necesario que cada uno de los cristianos renovemos la consagración al Corazón de Jesús, no sólo de cada uno de nosotros en particular, sino del mundo entero, porque hoy más que nunca los impíos se están confabulando para destruir a Cristo y a su Iglesia, cosa que jamás podrán, porque la promesa del Señor es verdadera, que las puertas del Infierno no prevalecerán.
¡Qué desengaño se llevarán los malos cuando se den cuenta de que Jesús no fue un hombre más, sino que es Dios! Ellos creen que tienen la victoria en un puño, pero se desengañarán cruelmente cuando caigan en la cuenta de que la Iglesia Católica es de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Demos gracias a Dios que estamos dentro de la Iglesia, del Arca de salvación que es la Iglesia Católica y no la abandonemos jamás, aunque parezca que se va a pique, sino sigamos siempre fieles al Papa y a las enseñanzas del Magisterio, porque Jesucristo pronto, por la oración y el sufrimiento de los justos, traerá su Reino de amor a la tierra, y lo hará por medio de María, pues por Ella vino la primera vez, y también vendrá la segunda vez aunque de modo diferente.
Empuñemos las armas de la oración y entreguémonos sin reservas al Sacratísimo Corazón de Jesús para que Él nos utilice como quiera, como dóciles instrumentos en sus benditas manos, para que su Reino se dilate en el mundo y aplaste al mal y al Maligno.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
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