FÁTIMA
Y LA VISIÓN DEL INFIERNO
El
Padre Marcel Nault nació el 3 de marzo de 1927 en Montreal, Canadá.
Su vocación fue relativamente tardía. Se ordenó como sacerdote diocesano el 4
de marzo de 1962, un día después de su cumpleaños 35.
Ofrecemos
su discurso pronunciado en la Conferencia Mundial de Paz de Obispos Católicos,
en Fátima, Portugal, en el año 1992 sobre el Infierno y la visión que de el
tuvieron los pastorcitos de Fátima.
Este discurso causó tal impacto que después de la conferencia, algunos Obispos
pidieron al Padre Nault que escuchara sus confesiones.
El 30 de marzo de 1997, domingo de Pascua, a las 12:00 del mediodía, el Padre
Marcel Nault fue llamado de esta vida terrenal a la presencia de Dios a quien
él amó y sirvió con profunda devoción.
Discurso
del Padre Marcel Nault
Nuestro Señor Jesucristo vino a la tierra por un motivo, para salvar a las
almas del Infierno. Enseñar la realidad del Infierno es la tarea más importante
e ineludible de la Santa Iglesia Católica. Uno de los grandes Padres de la
Iglesia, San Juan Crisóstomo, continuamente enseñaba que Nuestro Señor
Jesucristo predicaba con más frecuencia sobre el Infierno que sobre el Cielo.
Algunos piensan que es mejor predicar sobre el Cielo. No estoy en acuerdo.
Predicar sobre el Infierno produce muchas más y mejores conversiones que las
obtenidas con la mera predicación sobre el Cielo. San Benito, el fundador de
los Benedictinos, al estar viviendo en Roma el Espíritu Santo le dijo: “Tú
vas a perder tu alma en Roma e irás al Infierno.” Él dejó Roma y
se retiró a vivir en el silencio y la solicitud fuera de Roma para meditar
sobre la vida de Jesús y el Santo Evangelio. San Benito huyó de todas esas
ocasiones de pecado de la Roma pagana. Él oró, se sacrificó por sí mismo y por
los pecadores. El Espíritu Santo difundió la noticia de su santidad. Como
resultado, la gente lo visitaba para ver, escuchar y seguir su ejemplo y
consejo. San Benito se apartó por sí mismo de toda ocasión de pecado y alcanzó
la santidad. La Santidad atrae a las almas.
¿Por qué piensan que San Agustín cambió su vida? ¡Por temor al Infierno! Yo
predico con frecuencia sobre la trágica realidad del Infierno. Es un dogma
católico que sacerdotes y obispos ya no predican más. El Papa Pío IX, que
pronunció los dogmas de la Infalibilidad del Papa y el de la Inmaculada Concepción
de María, y que también emitió su famoso Sílabo condenatorio contra los errores
y herejías del mundo moderno, solía pedir a los predicadores que enseñaran a
los fieles con mayor frecuencia sobre las Cuatro Postrimerías, en especial
sobre el Infierno, así como él mismo daba el ejemplo predicando. El Papa pidió
esto porque la meditación sobre el Infierno genera santos.
LOS
SANTOS TEMEN AL INFIERNO
Aquí nos encontramos con algo curioso, los santos temen ir al Infierno pero los
pecadores no sienten tal temor.
San Francisco de Sales, San Alfonso María Ligorio, el Santo Cura de Ars, Santa
Teresa de Ávila, Santa Teresita del Niño Jesús, tuvieron miedo de ir al
Infierno.
San Simón Stock, el Superior General del Carmelo, sabía que sus monjes tenían
miedo de ir al Infierno. Sus monjes ayunaban y hacían oración. Vivían
recluidos, separados del peligroso mundo dominado por Satanás. Aún así tenían
miedo de ir al Infierno. En 1251, Nuestra Señora del Monte Carmelo se apareció
en Aylesford, Inglaterra, a San Simón Stock. Ella le dijo: “No teman
más, te entrego una vestidura especial; todo el que muera llevando esta
vestidura no irá al Infierno.” Yo llevo puesto mi Escapulario Café
bajo mis vestiduras y llevo otro en mi bolsillo porque nunca sé cuándo la gente
me pedirá que les hable sobre el Infierno o el Escapulario Café. María dijo al
sacerdote dominico, el beato Alán de la Roche, “Yo vendré y salvaré
al mundo a través de Mi Rosario y Mi Escapulario.”
Uno no puede especializarse en todo y enseñar sobre todo; uno debe elegir. Yo
creo que ésta es la voluntad de Dios: que yo predique sobre el Infierno. Un
Monseñor, mi superior hace tiempo, me dijo en una ocasión: “Predicas
con demasiada frecuencia sobre el Infierno y eso asusta a la gente.” Él
agregó: “Marcel, yo nunca he predicado sobre el Infierno, porque a
la gente no le gusta. Tú los asustas.” En un tono muy amistoso,
Monseñor me dijo en su oficina: “Marcel, yo nunca he predicado sobre el
Infierno y nunca lo haré, y mira qué agradable y prestigiada posición he
alcanzado.” Yo guardé un largo silencio, luego lo mire a los ojos.
“Monseñor”, le dije, “usted está en la vía del Infierno para toda la
eternidad. Monseñor, usted predica para complacer al hombre, en lugar de
predicar para complacer a Cristo y salvar a las almas del Infierno. Monseñor,
es un pecado mortal de omisión el rehusarse a enseñar el Dogma Católico sobre
el Infierno.”
Cuando Dios envió Profetas en el Antiguo Testamento, fue para recordarle al
hombre que regresara a la verdad, que regresara a la santidad. Jesús vino,
predicó y envió a sus Apóstoles al mundo para predicar el Santo Evangelio. La
Serpiente vino y difundió su veneno a través de herejías, pero Jesús envió a su
Amadísima Madre, la Reina de los Profetas: “Ve a la tierra y
destruye las herejías.” Los Padres de la Iglesia han escrito que
la Madre de Dios es el martillo de las herejías.
Si se toman el tiempo de estudiar con gran atención el mensaje de Nuestra
Señora de Fátima, notarán que es un mensaje de lo más trágico y profundo, que
refleja las enseñanzas del Santo Evangelio.
LAS LECCIONES DADAS EN FÁTIMA
El resumen del Mensaje de Fátima es, que el
Infierno existe. Que el Infierno es eterno y que iremos ahí si morimos en
estado de pecado mortal. “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo
entero si pierde su alma?” Nuestra Señora vino y nos dijo que
podemos salvarnos a través de sus dos divinos sacramentos de predestinación: el
Santo Rosario y el Escapulario Café. También manifiesta un énfasis especial
sobre la Devoción a su Inmaculado Corazón y la Devoción de los Primeros Cinco
Sábados. En la primera aparición del Ángel de Portugal en el Cabeco, en mayo de
1916, el Ángel vino a los tres niños y les mostró cómo adorar a Dios con la
oración: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y Te amo. Te pido perdón
por los que no creen, ni adoran, ni esperan y no Te aman.” El
Ángel oró esta oración mientras se postraba con la frente en el suelo. El Ángel
de Fátima les había mostrado a los tres niños en el orden de las oraciones, qué
es lo primero. Primero, uno debe adorar a Dios y después orar a los santos.
Primero Dios, las criaturas después. El Ángel de Fátima mostró al hombre que
debe adorar a Dios y orar ante Él de rodillas. Entre más conoce el hombre a
Dios, más se humilla ante Dios su Creador.
El gran Obispo francés Bossuet dijo: “El hombre en verdad se
engrandece cuando está de rodillas.” Sí, el hombre realmente se
engrandece cuando se arrodilla ante su Creador y Redentor, Jesús, en el
Santísimo Sacramento. El Ángel de Fátima vino a enseñarles a los tres niños que
nuestro primer deber, de acuerdo con el Primer Mandamiento, es adorar a Dios.
En su tercera aparición en el Cabeco, el Ángel de Portugal vino con un Cáliz en
su mano izquierda y una Hostia en la mano derecha. Los niños se preguntaban qué
estaba pasando. El Ángel milagrosamente suspendió el Cáliz y la Hostia en el
aire y se postró en tierra y recitó una oración Trinitaria de profunda
adoración: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Te
adoro profundamente y Te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en
reparación de todas las ofensas, sacrilegios, abandonos e indiferencias con Él
mismo es ofendido y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y por
la intercesión del Inmaculado Corazón de María, Te pido la conversión de los
pobres pecadores.”
Dios desea que Le adoremos de rodillas. ¿Nos arrodillamos en adoración y
oración ante Jesús en el Santísimo Sacramento? Debemos hacerlo. Cuando los tres
Reyes Magos de Oriente fueron a Belén y entraron en donde estaba el Niño Jesús,
se postraron frente a Él para adorarlo de rodillas. Tenemos este ejemplo en las
Escrituras y del Ángel de Fátima, que Dios quiere que Le adoremos de rodillas.
EL
REFORZAMIENTO DE LOS DOGMAS CATÓLICOS
Un año más tarde, el 13 de mayo de 1917, los
niños vieron a una jovencita aparecerse ante ellos. Era la primera aparición de
Nuestra Señora. Lucía le preguntó: “¿De dónde vienes?”Ella
le contestó: “Vengo del Cielo.” El Dogma Católico de la
existencia del Cielo. Los niños preguntaron: “¿Iremos al Cielo?” Ella
contestó: “Sí, irán al Cielo.” Entonces preguntaron:“¿Nuestras
dos amiguitas están en el Cielo?” María les contestó: “Una
de ellas, sí”. Los niños preguntaron: “¿Dónde está la otra
chica? ¿Está en el Cielo?” María les contestó: “Ella
está en el Purgatorio y lo estará hasta el fin del mundo.” Esta
chica tenía unos 18 años de edad. Un segundo Dogma Católico, el Purgatorio
existe y prevalecerá hasta el fin de este mundo. La Madre de Dios no puede
mentir. El Ángel de Fátima enseñó a los tres niños cómo adorar a Dios Padre,
Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Este es un reforzamiento del Dogma de la
Santísima Trinidad, el mayor de todos, sin el cual la Cristiandad no podría
permanecer. Debemos adorar a las Tres personas de la Santísima Trinidad.
UNA
VISIÓN DEL INFIERNO
El
viernes 13 de julio de 1917, Nuestra Señora se apareció en Fátima y les habló a
los tres pequeños videntes. Nuestra Señora nunca sonrió. ¿Cómo
podía sonreír, si en ese día les iba a dar a los niños la visión del Infierno?
Ella dijo: “Oren, oren mucho porque muchas almas se van al
Infierno.” Nuestra Señora extendió sus manos y de repente los
niños vieron un agujero en el suelo. Ese agujero, decía Lucía, era como un mar
de fuego en el que se veían almas con forma humana, hombres y mujeres,
consumiéndose en el fuego, gritando y llorando desconsoladamente. Lucía decía
que los demonios tenían un aspecto horrible como de animales desconocidos. Los
niños estaban tan horrorizados que Lucía gritó. Ella estaba tan atemorizada que
pensó que moriría. María dijo a los niños: “Ustedes han visto el
Infierno a donde los pecadores van cuando no se arrepienten.”
UN
DOGMA CATÓLICO MÁS, LA EXISTENCIA DEL INFIERNO
El Infierno es eterno. Nuestra Señora dijo: “Cada
vez que recen el Rosario, digan después de cada década: Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las
almas, especialmente a las más necesitadas de Tu misericordia.” María
vino a Fátima como profeta del Altísimo para salvar a las almas del Infierno.
El patrono de todos los pastores, San Juan María Vianney, solía
predicar que el mayor acto de caridad hacia el prójimo era salvar su alma del
Infierno. Y el segundo acto de caridad es el aliviar y librar a
las almas de los sufrimientos del Purgatorio. Un día en su pequeña iglesia
(donde hasta este día se conserva su cuerpo incorrupto), un hombre poseído por
el demonio se le acercó a San Juan María Vianney y le dijo: “Te
odio, te odio porque arrebataste de mis manos a 85 mil almas.”
Eminencias, Excelencias, Sacerdotes, cuando seamos juzgados por Jesús, Jesús
nos hará una sola pregunta: “Yo te constituí Sacerdote, Obispo,
Cardenal, Papa, ¿cuántas almas salvaste del Infierno?” San
Francisco de Sales, de acuerdo con estadísticas, ha convertido, y probablemente
salvado, a más de 75 mil herejes. ¿Cuántas almas has salvado tú?
Cuando leemos a los Padres de la Iglesia, a los Doctores de la Iglesia y a los
santos, uno se estremece ante una realidad: todos ellos enseñaron el Evangelio
de Jesús y sobre las Cuatro Postrimerías: Muerte, Juicio, Infierno y Paraíso.
Todos han predicado el Dogma Católico del Infierno porque cuando meditamos en
el destino de los condenados, no deseamos ir al Infierno.
No es mi intención criticar a los Obispos, pero debo confesar esta verdad. En
mis 30 años de sacerdocio, es triste reconocer que nunca he visto, ni
escuchado, que un Obispo, aún mi Obispo o cualquier otro Obispo, predique el
Dogma de la Iglesia Católica Romana sobre el Infierno.
Supongo que en sus países o en otros lugares sí lo hacen, pero en Norteamérica
no es predicado este Dogma de Fe. Cierto día en una catedral le dije a un
Obispo: “Su Excelencia, usted realiza bellas meditaciones sobre el
Santo Rosario cada noche por la radio. Esto es hermoso. Pero debo preguntarle,
por qué no abrevia un poco su meditación e inserta después de cada década del
Rosario la oración: “Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego
del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más
necesitadas de Tu misericordia.” ¿Por qué se rehúsa decir esta pequeña oración
después de cada década, tal como lo pidió Nuestra Señora de Fátima el 13 de
julio de 1917, después de que les había mostrado el Infierno a los tres
videntes? El Obispo me dijo: “Mire, a la gente no le
gusta que prediquemos sobre el Infierno, la palabra Infierno les asusta.” No
estamos para predicar lo que complazca a las multitudes sino para salvar sus
almas del Infierno, para evitar que vayan al Infierno eternamente. Es probable
que esta afirmación no sea aceptada por todos los Obispos pero con frecuencia
los oigo rezar el Rosario omitiendo esta oración piadosa para salvar almas del
Infierno. Yo creo que esta pequeña oración de Nuestra Señora de Fátima dada a
los niños el 13 de julio de 1917, es más poderosa y más placentera a Dios que
cualquier meditación por bella que sea, aunque haya sido expresada por un
Obispo. Cada uno de nosotros hemos recibido nuestra misión de Dios, y creo que
Jesús y Nuestra Señora desean que mi misión sea que yo predique sobre el
Infierno. Por esto es que predico sobre el Infierno. Hay muchas revelaciones
que podemos leer en la biografía de las almas privilegiadas. Algunas almas que
están al Infierno han sido obligadas por Dios a hablarnos para ayudarnos a
crecer en nuestra fe.
Constituye
un pecado mortal de omisión el rehusarse a predicar el Dogma Católico sobre el
Infierno. Tales almas condenadas han dicho: “Podríamos
soportar estar en el Infierno por mil años. Podríamos soportar estar en el
Infierno un millón de años, si supiéramos que un día dejaríamos el Infierno.”
Amigos míos, debemos meditar, no sólo en el fuego del Infierno, no sólo en la
privación de contemplación de Dios, sino que debemos también meditar en la
eternidad del Infierno. Meditar seriamente frente al Sagrario sobre el Dogma
Católico sobre el Infierno. Queridos Obispos, ustedes deben predicar por
completo el Evangelio de Jesús, incluyendo la trágica realidad del Infierno
eterno.
CONCEPTO
HERÉTICO DE LA MISERICORDIA DE DIOS
Un sacerdote en una conferencia carismática dijo
a una multitud de unas 3 mil personas y unos 100 sacerdotes que: “Dios
es amor, Dios es misericordia y verán su infinita Misericordia en el fin del
mundo, cuando Jesús liberará a todas las almas del Infierno, aún a los
demonios.”Este sacerdote sigue predicando y su Obispo no suspende sus
facultades por enseñar tal herejía. “Vayan al fuego eterno”,
dijo Jesús. Fuego eterno, no fuego temporal.
La verdad es que el Infierno existe. El Infierno es eterno, y todos iremos al
Infierno si morimos en estado de pecado mortal. Yo puedo ir al Infierno.
Ustedes pueden ir al Infierno. Si algunos de nosotros morimos en pecado mortal,
estaremos en el Infierno por toda la eternidad, ardiendo, llorando y gritando
sin consuelo. No por un millón de años, sino por billones y billones y billones
de años y más allá, por toda la eternidad. En nuestra vida mortal, ¿quién no ha
cometido un pecado mortal? Un solo pecado mortal no confesado con
arrepentimiento, antes de morir, es suficiente para que Jesús nos arroje al
Infierno.
Uno de los grandes Padres de la Iglesia, Patrón de todos los predicadores
católicos, San Juan Crisóstomo dijo: “Pocos Obispos se salvan y
muchos sacerdotes se condenan.” Cuando venía de Lisboa a Fátima
por autobús, tuve la ocasión de predicar a los laicos, sacerdotes y obispos
presentes en el autobús. Les imploré: “Por favor, cuando lleguen a
Fátima, por qué no se animan a hacer una buena confesión general de vida.
Quizás hace diez años, quizás hace cincuenta, no han tenido el valor de
confesar ese pecado grave por vergüenza. Por favor, hagan una confesión santa y
completa en Fátima antes de su regreso. Hay muchos sacerdotes en Fátima que
nunca más volverán a ver hasta que lleguen al Cielo.” Yo predico a
los Obispos como lo hago con toda persona, porque los Obispos también tienen un
alma que salvar. Y si los Obispos son realmente humildes, aceptarán la verdad
aún si proviene de un simple y ordinario sacerdote. No nos vayamos de Fátima
sin hacer una Santa Confesión General.
UN
GRAN ACTO DE CARIDAD
Sus Excelencias, Jesús nos hizo sacerdotes.
Jesús, Nuestro Señor, nos escogió entre millones de hombres para hacernos
sacerdotes. Nos hicimos sacerdotes por un motivo: para ofrecer el Santo
Sacrificio de la Misa a Dios Padre Todopoderoso, para rezar el Breviario cada
día y para predicar el Evangelio de Jesús para salvar las almas del Infierno.
Nadie tiene la seguridad de ir al Cielo a menos que haya recibido una
revelación privada de Dios como le ocurrió al Buen Ladrón en la cruz o a los
tres videntes de Fátima. ¿Por qué no abrazar los medios seguros que el Cielo
nos ha dado, el Santo Rosario (“la devoción a Mi Rosario es un signo seguro de
predestinación”), el Escapulario Café y el maravilloso Sacramento de la
Confesión.
Prediquen, mis queridos Obispos, como los hacían los Padres de la Iglesia. La
tarea principal de un Obispo es predicar, no sólo administrar una diócesis. La
Iglesia necesita ver y escuchar a los Obispos predicando como lo hacían los
Padres de la Iglesia. Si uno solo de ustedes, Obispos presentes aquí en Fátima,
regresara a su diócesis y en ciertas ocasiones predicara sobre las Cuatro
Postrimerías junto con todo el mensaje de Fátima, qué gran acto de caridad
sería para todos sus amados fieles. Con la asistencia del Espíritu Santo digan
a sus fieles: “Escuchen, mis hermanos en Cristo, yo soy su Obispo, estoy
aquí para salvar su alma del Infierno. Por favor escuchen, acepten y mediten mi
enseñanza en este día. Ustedes también, mis amados sacerdotes de mi diócesis,
imiten a su Obispo, y prediquen sobre el Infierno con la autoridad que Jesús
les ha dado. Prediquen cuanto menos una vez al año un sermón completo sobre el
Infierno.” Si hacen esto, estarían realizando el mayor acto de
caridad de su sacerdocio, de su episcopado. Como mencioné anteriormente, en mis
treinta años de sacerdocio, nunca he escuchado a un Obispo predicar sobre el
Infierno. Cuando deseo encontrar un sermón sobre el Infierno, me veo obligado a
leer a San Juan Crisóstomo, a los Padres de la Iglesia, a los Doctores de la
Iglesia y a los santos predicadores. Queridos Obispos, por favor, prediquen
sobre el Infierno como lo hizo Jesús, Nuestra Señora de Fátima, los Padres y
los Doctores de la Iglesia y salvarán a muchas almas. Quien salva a un alma,
salva a su propia alma. Predicar sobre el Infierno es un gran acto de caridad
porque quienes los escuchan creerán por la autoridad que les confiere la
Iglesia. Estas personas rectificarán su modo de vivir y harán una santa
confesión de sus pecados.
EL
VESTIDO DE GRACIA
La gente con frecuencia me pregunta: “¿Por
qué, Padre, es que ya no se predica sobre el Escapulario Café? En el pasado
recibíamos el Escapulario en nuestra Primera Comunión, pero ahora ya no hay más
bendiciones e imposiciones del Escapulario Café. ¿El Escapulario café sigue
siendo válido como en el pasado?” Sí, el Escapulario Café es
válido en estos tiempos también, esta verdad no ha cambiado. El sábado 13 de
octubre de 1917, durante el Milagro del Sol en Fátima, la Virgen María apareció
ante los tres videntes sosteniendo el Escapulario Café en una de sus manos. La
hermana Sor Lucía dijo: “El Rosario y el Escapulario Café son
inseparables.” ¿Por qué entonces los sacerdotes ya no predican
sobre el Escapulario Café? ¿Cómo podrían hacerlo si deliberadamente rehúsan
predicar sobre el Infierno? Si nunca predican sobre el Infierno, la gente no
creerá en el Infierno y por tal motivo, ¿cuál sería el objeto de recibir y
llevar consigo el Escapulario Café?
Jesús dijo: “Si tienen fe, moverán montañas.” Si tienen fe,
convertirán las almas con la gracia de Dios. Si predican sobre el Infierno con
fe, la gente creerá en el Infierno. San Pablo dijo a sus discípulos: “Prediquen
con convicción.” Solo pronunciar o leer una homilía en una iglesia
no es predicar. La predicación debe buscar mover las voluntades; la predicación
debe motivar a los hombres a cambiar sus vidas para salvar sus almas del
Infierno.
LA
DESERCIÓN SACERDOTAL
Hay cuatro razones principales por las que 75 mil
sacerdotes han abandonado el sacerdocio:
1)
Porque se han negado a orar cada día.
2)
Porque no evitaron las ocasiones de pecado y olvidaron que la prudencia es la
ciencia de los santos.
3)
Porque no tuvieron la humildad y el valor para hacer confesiones santas y
completas. Jesús dijo: “Sin Mí, nada pueden realizar.”
4)
Porque vivían en pecado mortal y continuaban celebrando. Si un sacerdote está
en estado de pecado mortal y celebra la Santa Misa, es una Misa sacrílega para
él.
Cuando recibe la Comunión en este estado,
realiza una Comunión sacrílega. Entonces, ¿cómo puede un sacerdote en estado de
pecado mortal predicar bajo la inspiración y la fuerza del Espíritu Santo?
¿Cómo puede predicar si está endemoniado? Sacerdotes, vayan y hagan una santa
confesión y se volverán en excelentes predicadores. El Espíritu Santo les
hablará a ustedes y por medio de ustedes, y salvarán a miles de almas de ir al
Infierno. Un día, el Santo Cura de Ars recibió la visita de un joven sacerdote
de una parroquia cercana. Este sacerdote tenía gran interés de conocer
personalmente al Cura de Ars. Después del almuerzo, el Cura de Ars le dijo: “¿Serías
tan amable de escuchar mi confesión?” El joven sacerdote por poco
se cae de su silla ante la súplica del Cura de Ars de escuchar la confesión de
este admirable sacerdote con fama de santidad. ¡Los Santos se
confiesan! Y los que se confiesan se vuelven Santos.
Finalmente, Nuestra Señora de Fátima dijo: “Oren, oren muchos y
hagan muchos sacrificios porque muchas almas se van al Infierno porque no hay
quien ore ni se sacrifique por ellas.”Oremos continua y diariamente la
oración que Ella nos enseñó: “Oh Jesús mío, perdona nuestros
pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas,
especialmente a las más necesitadas de Tu misericordia.” .
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en: Scribd.com
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