DÍA VEINTISÉIS (2/DIC)
Santificación del Domingo
CONSIDERACIÓN. – Dios
nos ha ordenado consagrarle un día de cada semana y entregarnos al reposo, en
memoria de Aquél que ha querido tomarlo, después de haber cumplido la obra de
la Creación.
La Escritura Santa
nos habla de la severidad con la cual los judíos guardaban el sábado,
equivalente a nuestro domingo.
La Sagrada Familia
fue en esto también un modelo de perfección cumplida.
¡Ay! en nuestra
época, esta ley tan sabia, que tiene por objeto no solamente hacernos
glorificar a Dios, sino también obligarnos a tomar un reposo necesario al
cuerpo después de seis días de trabajo, es a menudo violada, aún entre los
cristianos.
Si nos abstenemos
de trabajar ¿hacemos del verdaderamente del domingo un día de plegarias? ¿Asistimos siempre a
Misa o a los oficios religiosos?
Sin duda, Dios nos
permite algunas honestas diversiones, pero a condición de que no se vuelvan las
únicas ocupaciones de un día que es el suyo: Nos quejamos durante la semana de
no tener tiempo para pensar en las cosas de Dios, salvo para cumplir los actos
de la mañana, oraciones de la noche, etc. Que al menos el domingo sea empleado
en una sola ocupación: la ocupación esencial para nosotros: la de nuestra
salvación.
EJEMPLO. –
Diocleciano había prohibido a los cristianos, bajo pena de muerte, asistir los
domingos a los oficios divinos. No obstante, San Saturnino, Santa Victoria y
muchos otros santos de África, no se dejaron atemorizar con estas amenazas.
Cuando se
apoderaron de sus personas, los torturaron, los desgarraron, pero en medio de
estos suplicios declararon con firmeza que la asistencia a los oficios del domingo
era un deber indispensable y que quien lo descuidase, se hacía culpable de un
crimen enorme.
En cuanto a
nosotros, hagamos lo posible por cumplirlos. Jamás faltemos a las asambleas
religiosas. Seamos fieles al precepto divino. ¡Deba nuestra fidelidad costarnos
la vida!
Estos santos
murieron en prisión, de las heridas recibidas, el año 304.
PLEGARIA DE SANTO
TOMÁS DE AQUINO. - ¡Oh Bienaventurada y dulcísima Virgen María, Madre de Dios,
Reina de los Ángeles, he aquí que yo me acojo en el seno de vuestra bondad,
recomendándoos este día y todos los días de mi vida, mi cuerpo, mi alma, todas
mis acciones, mis pensamientos, mis deseos, toda mi vida y el fin de mis días,
a fin de que, por vuestra intercesión, ellos tiendan todos al bien, según la
voluntad de Nuestro Señor Jesucristo. Así sea.
PROPÓSITO. – Santificaré el domingo asistiendo a los
oficios y jamás bajo ningún pretexto me entregaré al trabajo.
JACULATORIA. – Oh
María, vaso insigne de devoción, rogad por nosotros.
PLEGARIA DE SAN
BERNARDO, PARA TODOS LOS DÍAS. – Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María, que
jamás se ha oído decir que ninguno de aquellos que han acudido a vuestra
protección e implorado vuestro socorro, haya sido abandonado. Animado con tal
confianza, acudo a Vos ¡oh dulce Virgen de las vírgenes! me refugio a vuestros
pies, gimiendo bajo el peso de mis pecados. No despreciéis, ¡oh Madre del
Verbo!, mis humildes plegarias; antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas.
Así sea.
JACULATORIA. – Oh
María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
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