DÍA TREINTA Y UNO (7/DIC)
María, nuestra Protectora y Reina
CONSIDERACIÓN. –
Ninguno de los días de nuestra vida pasará, esperámoslo, sin que presentemos a
la Santísima Virgen nuestros piadosos homenajes.
Tenemos sin cesar,
necesidad de la protección todopoderosa de Aquella que es, al mismo tiempo,
Madre de Jesús y Madre nuestra.
No olvidemos jamás
que somos sus hijos, que Ella nos ama y que quiere nuestra felicidad.
Ella nos obtendrá
todas las gracias necesarias para cumplir la obra de nuestra salvación.
Consagrémosle, pues, terminando estas lecturas, nuestra persona, nuestra
familia y pongámonos bajo su guarda, bajo su protección tutelar. Por su
intercesión los pecadores se salvan, los enfermos se curan; Ella da a los
débiles la fuerza y la victoria a los ejércitos. Nada le cuesta para escuchar
nuestras súplicas y necesitándose milagros, Ella los obtiene del Señor, para aquellos
que le han entregado su esperanza y confianza.
CONSAGRACIÓN DE SAN
LUIS DE GONZAGA, A LA SANTA VIRGEN. – Virgen Santa ¡oh María! mi guía y
Soberana, yo vengo a arrojarme al seno de vuestra misericordia y a poner, desde
este momento y para siempre, mi alma y mi cuerpo bajo vuestra sagrada guardia y
protección especial. Os confío y entrego en vuestras manos todas mis esperanzas
y consuelos, todas mis penas y miserias, como también el curso y fin de mi
vida, a fin de que por vuestra santísima intercesión y por vuestros méritos,
todas mis obras sean hechas según vuestra voluntad y para agrado de vuestro
divino Hijo.
PROPÓSITO. – Renovaré frecuentemente la consagración de
mí mismo, a la Santa Virgen.
JACULATORIA. –
María, Reina de todos los santos, rogad por nosotros.
EJEMPLO. –
Caracterizaba sobre todo a San Leonardo de Puerto Mauricio, su tierna devoción
y su profundo amor a la Madre de Dios. Cada noche, recitaba el rosario, cada
vez que oía sonar la hora, decía un Ave María. Celebraba todas las fiestas de
la Reina del Cielo con tierna devoción y llevaba siempre consigo una de sus
imágenes. María recompensó este amor con usura. Así, San Leonardo decía más
tarde: “Cuando recuerdo todas las gracias que he recibido de la Santa Virgen me
figuro ser como una capilla de peregrinación, en la cual, de todos lados,
cuelgan ex-votos.
No tenéis más que
leer, estoy todo cubierto de inscripciones, por dentro y por fuera, en el
cuerpo tanto como en el alma; no creo más que los favores de María. Mi salud
física y moral, mi sacerdocio, mi hábito religioso, todo lo he recibido por la
gracia de esta buena madre. Sobre mi corazón se encuentra grabado: Por la
gracia de María; sobre mi lengua: Por la gracia de María.
Sed bendita sin
fin, ¡oh dulce y tierna Madre, mi protectora bien amada!
Por toda la
eternidad, cantaré las misericordias de María y si tengo la felicidad de
salvarme, no será sino por la intercesión de mi soberana, la incomparable Reina
de los Cielos”.
PLEGARIA DE SAN
BERNARDO, PARA TODOS LOS DÍAS. – Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María, que
jamás se ha oído decir que ninguno de aquellos que han acudido a vuestra
protección e implorado vuestro socorro, haya sido abandonado. Animado con tal
confianza, acudo a Vos ¡oh dulce Virgen de las vírgenes! me refugio a vuestros
pies, gimiendo bajo el peso de mis pecados. No despreciéis, ¡oh Madre del
Verbo!, mis humildes plegarias; antes bien, oídlas benignamente y cumplidlas.
Así sea.
JACULATORIA. – Oh
María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
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