sábado, 21 de abril de 2012

Evangelio - Sábado 2° Semana de Pascua

             Jesús camina sobre las aguas. - Jesús subió a un cerro para orar a solas:
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<BR>Nos encontramos a Jesús que sube a la montaña para orar. Jesús practica la oración como necesidad vital. Se alimenta, bebe, descansa y vive desde la oración. Adquiere nuevas fuerzas que le permiten continuar el viaje de la vida y de la lucha. Jesús es oración y la oración es Jesús. 
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<BR>Jesús camina sobre el agua:
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<BR>Mientras Jesús ora en la montaña, sus discípulos suben a una barca para cruzar un lago. Un viento fuerte provoca que las olas azoten la barca, y los discípulos temen por su vida, es de noche. En la madrugada, Jesús va hacia ellos caminando sobre el agua. Ellos se asustan al verlo y gritan llenos de miedo. 
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<BR>Los discípulos no reconocen a Jesús. Piensan que es un fantasma. El miedo los había dejado ciegos. Cuando el miedo se apodera de nuestras vidas no podemos ver, no podemos pensar. Jesús se dirige hacia ellos en medio del fuerte viento , toma la iniciativa de buscarlos aunque tenga que caminar sobre las aguas. 
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<BR>Jesús les dice: ¡tengan valor, soy yo, no tengan miedo! Jesús les hace un llamado a vencer el temor, a derrotar el miedo y a reconocerlo. Cuando Jesús esta presente no hay razones para temer. 
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<BR>Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar:
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<BR>Pedro se atreve a responderle y decide ir a su encuentro. Es un acto de fe. Y Pedro comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Jesús. Antes Jesús había caminado hacia ellos. Ahora Pedro caminaba hacia Jesús.
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<BR>Pero al notar la fuerza del viento, Pedro vacila, tiene miedo, le tiemblan las piernas y también le tiembla el corazón, y comenzó a hundirse. Esto nos sucede frecuentemente. Decidimos caminar hacia Jesús, empezamos a hacerlo, pero luego vacilamos y retrocedemos, nos hundimos de nuevo en la indiferencia y el acomodamiento. 
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<BR>Jesús lo tomó de la mano:
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<BR>Al comenzar a hundirse, Pedro le gritó a Jesús que lo salvara. Y Jesús lo tomó de la mano. Jesús siempre nos toma de la mano cuando nos estamos hundiendo, si se lo pedimos, y la mayoría de veces, sin que se lo pidamos. 
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<BR>Espero que sea de bendición la lección de hoy
<BR>que este sea un lindo día para todos...
<BR> - Fotolog

† Lectura del santo Evangelio según san Juan (6, 16-21)
Gloria a ti, Señor.
Al atardecer del día de la multiplicación de los panes, los discípulos de Jesús bajaron al lago, se embarcaron y empezaron a atravesar hacia Cafarnaúm. Ya había caído la noche y Jesús todavía no los había alcanzado. Soplaba un viento fuerte y las aguas del lago se iban encrespando.
Cuando habían avanzado unos cinco o seis kilómetros, vieron a Jesús caminando sobre las aguas, acercándose a la barca,y se asustaron. Pero él les dijo: “Soy yo, no tengan miedo”. Ellos quisieron recogerlo a bordo y rápidamente la barca tocó tierra en el lugar a donde se dirigían.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

† Meditación diaria

Pascua. 2ª semana. Sábado
PERMANECERá HASTA EL FIN DE LOS TIEMPOS


— Indefectibilidad de la Iglesia, a pesar de las persecuciones, de las herejías, de las infidelidades.

Inmediatamente después de la multiplicación de los panes y de los peces, y cuando la multitud se hubo saciado, Jesús mismo la despidió y ordenó a sus discípulos que embarcaran. La tarde estaba ya muy avanzada.
Narra el Evangelio de la Misa1 que los Apóstoles se dirigieron hacia la otra orilla, hacia Cafarnaún. Ya había oscurecido y Jesús no estaba con ellos. Por el Evangelio de San Mateo sabemos que se despidió también de ellos y subió a un monte a orar2. El mar estaba agitado por el fuerte viento que soplaba3, y la barca estaba batida fuertemente por las olas, por tener el viento en contra4.
La tradición ha visto en esta barca la imagen de la Iglesia5 en medio del mundo, zarandeada a lo largo de los siglos por el oleaje de las persecuciones, de las herejías, de las infidelidades. “Aquel viento –comenta Santo Tomás– es figura de las tentaciones y de las persecuciones que padecerá la Iglesia por falta de amor. Porque como dice San Agustín, cuando se enfría el amor aumentan las olas... Sin embargo, el viento, la tempestad, las olas y las tinieblas no conseguirán que la nave se aparte de su rumbo y quede destrozada”6. Desde los primeros momentos tuvo que afrontar contradicciones de dentro y de fuera. También en nuestros días sufre esos embates nuestra Madre la Iglesia, y con ella sus hijos. “No es algo nuevo. Desde que Jesucristo Nuestro Señor fundó la Santa Iglesia, esta Madre nuestra ha sufrido una persecución constante. Quizá en otras épocas las agresiones se organizaban abiertamente; ahora, en muchos casos, se trata de una persecución solapada. Hoy como ayer, se sigue combatiendo a la Iglesia (...).
“Cuando oímos voces de herejía (...), cuando observamos que se ataca impunemente la santidad del matrimonio, y la del sacerdocio; la concepción inmaculada de Nuestra Madre Santa María y su virginidad perpetua, con todos los demás privilegios y excelencias con que Dios la adornó; el milagro perenne de la presencia real de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía, el primado de Pedro, la misma Resurrección de Nuestro Señor, ¿cómo no sentir toda el alma llena de tristeza? Pero tened confianza: la Santa Iglesia es incorruptible”7.
Nos hacen sufrir los ataques a la Iglesia, pero a la vez nos da una inmensa seguridad y una gran paz que Cristo mismo esté dentro de la barca; vive para siempre en la Iglesia, y por eso las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella8; durará hasta el fin de los tiempos. Todo lo demás, todo lo humano pasa; pero la Iglesia permanece siempre tal como Cristo la quiso. El Señor está presente, y la barca no se hundirá, aunque a veces se vea zarandeada de un lado para otro. Esta asistencia divina fundamenta nuestra inquebrantable fe: la Iglesia, frente a todas las contingencias humanas, siempre permanecerá fiel a Cristo en medio de todas las tempestades, y será el sacramento universal de salvación. Su historia es un milagro moral permanente en el que podemos fortalecer siempre nuestra esperanza.
Ya en tiempos de San Agustín los paganos afirmaban: “La Iglesia va a perecer, los cristianos ya han terminado”. A lo cual respondía el Santo Doctor: “Sin embargo, yo os veo morir cada día y la Iglesia permanece siempre en pie, anunciando el poder de Dios a las sucesivas generaciones”9.
¡Qué poca fe la nuestra si se insinúa la duda, porque ha arreciado la tempestad contra Ella, contra sus instituciones o contra el Romano Pontífice y los obispos! No nos dejemos impresionar por las circunstancias adversas, porque perderíamos la serenidad, la paz y la visión sobrenatural. Cristo está siempre muy cerca de nosotros y nos pide confianza. Está junto a cada uno, y no debemos temer nada. Hemos de rezar más por su Iglesia, ser más fieles a nuestra propia vocación, hacer más apostolado entre nuestros amigos, desagraviar más.

— Los ataques a la Iglesia nos llevarán a amarla más, a desagraviar.

La indefectibilidad de la Iglesia significa que esta tiene carácter imperecedero, es decir, que durará hasta el fin del mundo, e igualmente que no sufrirá ningún cambio sustancial en su doctrina, en su constitución o en su culto.
El Concilio Vaticano I dice de la Iglesia que posee “una estabilidad invicta”, y que, “edificada sobre una roca, subsistirá firme hasta el fin de los tiempos”10.
La razón de la permanencia de la Iglesia está en su íntima unión a Cristo, que es su Cabeza y Señor. Después de subir a los cielos envió a los suyos el Espíritu Santo para que les enseñase toda la verdad11, y cuando les encargó predicar el Evangelio a todas las gentes, les aseguró que Él estaría siempre con ellos todos los días hasta el fin del mundo12.
La Iglesia da muestras de su fortaleza resistiendo, inconmovible, todos los embates de las persecuciones y de las herejías. El Señor mismo mira por ella, “ya sea iluminando y fortificando a la jerarquía para que cumpla fiel y fructuosamente su cargo, ya sea –en circunstancias muy graves sobre todo– suscitando en el seno de la Madre Iglesia, hombres y mujeres insignes por su santidad, a fin de que sirvan de ejemplo a los demás cristianos para acrecentamiento de su Cuerpo místico. Añádase a esto que Cristo desde el Cielo mira siempre con particular afecto a su Esposa inmaculada, que sufre en el desierto de este mundo, y, cuando la ve en peligro, por sí mismo o por sus ángeles o por Aquella que invocamos como auxilio de los cristianos y por otros abogados celestiales, la libra de las oleadas de la tempestad y, una vez calmado y apaciguado el mar, la consuela con aquella paz que sobrepuja todo entendimiento (Flp 4, 7)”13. La fe nos atestigua que esta firmeza en su constitución y en su doctrina durará siempre, hasta que Él venga14.
“En ciertos ambientes, sobre todo en los de la esfera intelectual, se aprecia y se palpa como una consigna de sectas, servida a veces hasta por católicos, que –con cínica perseverancia– mantiene y propaga la calumnia, para echar sombras sobre la Iglesia, o sobre personas y entidades, contra toda verdad y toda lógica.
“Reza a diario, con fe: “ut inimicos Sanctae Ecclesiae –enemigos, porque así se proclaman ellos– humiliare digneris, te rogamus audi nos!”. Confunde, Señor, a los que te persiguen, con la claridad de tu luz, que estamos decididos a propagar”15.
Los ataques a la Iglesia, los malos ejemplos, los escándalos nos llevarán a amarla más, a pedir por esas personas y a desagraviar. Permanezcamos siempre en comunión con Ella, fieles a su doctrina, unidos a sus sacramentos, dóciles a la jerarquía.

— Tampoco en nuestra vida faltarán momentos de oscuridad, de tribulación y de prueba. Seguridad junto al Señor. Ayuda de la Virgen.

Cuando ya los Apóstoles habían remado unas tres millas, Jesús llega inesperadamente caminando sobre las aguas, para robustecer su fe débil y para darles ánimos en medio de la tempestad. Se acercó y les dijo: Soy yono temáisEntonces ellos quisieron recibirle en la barca; y al instante la barca llegó a tierra, a donde iban16.
En nuestra vida personal quizá no falten tempestades –momentos de oscuridad, de turbación interior, de incomprensiones...– y, con más o menos frecuencia, situaciones en las que deberemos rectificar el rumbo, porque nos hayamos desviado. Entonces, procuremos ver al Señor que viene siempre entre la tormenta de los sufrimientos, sepamos aceptar las contrariedades con fe, como bendiciones del Cielo, para purificarnos y acercarnos más a Dios.
Soy yo, no temáis. Quien reconoce la voz tranquilizadora de Cristo en medio de los sinsabores, del tipo que sean, encuentra enseguida la seguridad de llegar a tierra firme: ellos quisieron recibirle en la barca; y al instante la barca llegó a tierra, a donde iban, a donde quería el Señor que fueran. Basta estar en su compañía para sentirnos seguros siempre. La inseguridad nace cuando se debilita nuestra fe, cuando no acudimos al Señor porque parece que no nos oye o que se despreocupa de nosotros. Él sabe bien lo que nos pasa, y quiere que acudamos a Él en demanda de ayuda. Nunca nos dejará en un apuro. ¡Qué confianza deben darnos las palabras de Jesús que hoy recoge la Antífona de comunión!: Padre, este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy...17.
Puede parecer, en algunos tiempos más o menos largos, que Cristo no está, como si nos hubiera abandonado o no escuchara nuestra oración. Pero Él nunca abandona. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles... –escucharemos en el Salmo responsorial–, para librar sus vidas de la muerte18.
Si permanecemos cerca del Señor, mediante la oración personal y los sacramentos, lo podremos todo. Con Él, las tempestades interiores y de fuera, se tornan ocasiones de crecer en fe, en esperanza, en caridad, en fortaleza... Quizá con el paso del tiempo comprendamos el sentido de esas dificultades.
De todas las pruebas, tentaciones y tribulaciones por las que hemos de pasar, si estamos junto a Cristo, saldremos con más humildad, más purificados, con más amor a Dios. Y siempre contaremos con la ayuda de nuestra Madre del Cielo. “No estás solo. —Lleva con alegría la tribulación. —No sientes en tu mano, pobre niño, la mano de tu Madre: es verdad. —Pero... ¿has visto a las madres de la tierra, con los brazos extendidos, seguir a sus pequeños, cuando se aventuran, temblorosos, a dar sin ayuda de nadie los primeros pasos? —No estás solo: María está junto a ti”19. Está en todo momento, pero particularmente cuando, por los motivos que sean, lo pasamos mal. No dejemos de acudir a Ella.
1 Cfr. Jn 6, 16-21. — 2 Cfr. Mt 14, 23. — 3 Cfr. Jn 6, 18. — 4 Cfr. Mt 14, 24. — 5 Cfr. Tertuliano, De Baptismo, 12. — 6 Santo Tomás, Comentario sobre San Juan, in loc. — 7 San Josemaría Escrivá, Homilía El fin sobrenatural de la Iglesia, 28-V-1972. — 8 Mt 16, 18. — 9 Citado por G. Chevrot, Simón Pedro, p. 116. — 10 Dz 1824. — 11 Cfr. Jn 14, 16. — 12Cfr. Mt 28, 20. — 13 Pío XII, Enc. Mystici Corporis, 29-VI-1943. — 14 Cfr. 1 Cor 11. — 15 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 936. — 16 Jn 6, 20-21. — 17 Jn 17, 24. — 18 Sal 32. — 19 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 900.




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