miércoles, 25 de abril de 2012

IMITACIÓN DE CRISTO - 2° Entrega


Queridos hermanos en Cristo, les mandamos la segunda entrega de Imitación de Cristo.


CAPÍTULO III
De la doctrina de la verdad
Dichoso aquel a quien la Verdad hable:
Bienaventurado aquél a quien la verdad por sí misma enseña, no por figuras y voces pasajeras, sino así como ella es. Nuestra estimación y nuestro sentimiento, a menudo nos engañan, y conocen poco. ¿Qué aprovecha la curiosidad de saber cosas obscuras y ocultas, que de no saberlas no seremos en el día del juicio reprendidos? Gran locura es, que dejadas las cosas útiles y necesarias, entendamos con gusto en las curiosas y dañosas: Teniendo ojos no vemos.
¿Qué se nos da de los géneros y especies?
El Verbo es fuente  de verdad  y de paz:
Aquél a quien habla el Verbo Eterno, de muchas opiniones es libre. De este Verbo salen todas las cosas, y todas predican su unidad, y él es el Principio que nos habla(Jn.8,25): Ninguno entiende o juzga sin Él rectamente. Aquel a quien todas las cosas le fueren uno, y trajeren a uno, y las viere en uno, podrá ser estable y firme de corazón, y permanecer pacífico en Dios.
¡Oh verdadero Dios! Hazme permanecer unido contigo en caridad perpetua. Enójame muchas veces leer y oír muchas cosas; en ti está todo lo que quiero y deseo; callen los doctores; no me hablen las criaturas en tu presencia; háblame Tú solo.
Cuanto más entrare el hombre dentro de sí mismo, y más sencillo fuere su corazón, tanto más y mejores cosas entenderá sin trabajo; porque recibe de arriba la luz de la inteligencia. El espíritu puro, sencillo y constante, no se distrae aunque entienda en muchas cosas; porque todo lo hace a honra de Dios y esfuérzase a estar desocupado en sí de toda curiosidad.
 Qué debemos hacer para adquirir la verdadera ciencia:
 ¿Quién más te impide y molesta, que la afición de tu corazón no mortificada? El hombre bueno y devoto, primero ordena dentro de sí las obras que debe hacer exteriormente, y ellas no le inducen deseos de inclinación viciosa; mas él las sujeta al arbitrio de la recta razón. ¿Quién tiene mayor combate que el que se esfuerza a vencerse a sí mismo? Esto debía ser todo nuestro empeño, para hacernos cada día más fuertes y aprovechar en mejorarnos.
Toda perfección en esta vida tiene consigo cierta imperfección; y toda nuestra especulación no carece de alguna obscuridad. El humilde conocimiento de ti mismo es camino más cierto para llegar a Dios que escudriñar la profundidad de las ciencias. No es de culpar la ciencia, ni cualquier otro conocimiento de lo que, en sí considerado, es bueno y ordenado por Dios; mas siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida virtuosa. Porque muchos estudian más para saber que para bien vivir, y yerran muchas veces y poco o ningún fruto sacan.
¡Oh! Si tanta diligencia pusiesen en extirpar los vicios y sembrar virtudes, como en mover cuestiones, no se harían tantos males y escándalos en el pueblo, ni habría tanta disolución en los monasterios. Ciertamente, en el día del juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué hicimos; ni cuán bien hablamos, sino cuán santamente vivimos. Dime, ¿dónde están ahora todos aquellos señores y maestros, que tú conociste cuando vivían y florecían en los estudios? Ya ocupan otros sus puestos, y por ventura no hay quien de ellos se acuerde. En su vida algo parecían; mas ya no hay quien hable de ellos.
¡Oh, cuán presto pasa la gloria del mundo! Pluguiera a Dios que su vida concordara con su ciencia, y entonces hubieran estudiado y leído con fruto. ¡Cuántos perecen en el mundo por su vana ciencia, que cuidan poco del servicio de Dios! Y porque eligen ser más grandes que humildes, por eso se hacen vanos en sus pensamientos.
Quién es el verdadero sabio:
Verdaderamente es grande el que tiene gran caridad. Verdaderamente es grande el que se tiene por pequeño y tiene en nada la cumbre de la honra. Verdaderamente es prudente el que todo lo terreno tiene por estiércol por ganar a Cristo(Fil. 8,8). Y verdaderamente es sabio aquél que hace la voluntad de Dios y deja la suya.
CAPÍTULO IV
De la prudencia de las acciones
Cualidades del hombre prudente:
No se debe dar crédito ligeramente a cualquier palabra ni movimiento interior, mas con prudencia y espacio se deben examinar las cosas según Dios. Mucho es de doler que las más veces se cree y se dice el mal del prójimo, más fácilmente que el bien. ¡Tan débiles somos!
 Mas los varones perfectos no creen de ligero cualquier cosa que otros les cuentan; porque saben que la flaqueza humana es presta al mal, y muy deleznable en palabras.
Gran sabiduría es no ser el hombre inconsiderado en lo que ha de obrar, ni tampoco porfiado en su propio sentir. A esta sabiduría también pertenece no dar crédito a cualesquiera palabras de hombres, ni decir luego a los otros lo que se oye o cree.
Como se adquiere la prudencia:
 Toma consejo del hombre sabio y de buena conciencia, y prefiere ser enseñado por otro mejor que tú, que seguir tu parecer. La buena vida hace al hombre sabio según Dios, y experimentado en muchas cosas. Cuanto alguno fuese más humilde y más sujeto a Dios, tanto será en todo más sabio y sosegado en todas las cosas.


Continuará.....

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