CAPÍTULO
V
De la lección de las Santas Escrituras
En la Santa Escritura debemos buscar más el provecho que la sutileza:
En las santas Escrituras se debe
buscar la verdad y no la elocuencia. Toda la Escritura Sagrada se debe leer con
el espíritu que se hizo, y más debemos buscar en ellas el provecho y no la
sutileza. De tan buena gana debemos leer los libros sencillos y devotos, como
los profundos. No te cuides de mirar si el que escribe, es de pequeña o gran
ciencia; mas convídate a leer el amor de la pura verdad. No mires quien lo ha
dicho; mas atiende qué tal es lo que se dijo.
Los hombres pasan, la verdad del
Señor permanece para siempre(Sal.116,2). De diversas maneras nos habla
Dios, sin acepción de personas. Nuestra curiosidad nos impide muchas veces en el
leer las Escrituras, porque queremos escudriñar lo que llanamente se debía
creer.
Aprovecharemos leyendo con humildad:
Si quieres aprovechar, lee llanamente,
con humildad, fiel y sencillamente, y nunca desees renombre de sabio. Pregunta
de buena voluntad, y oye callando las
palabras de los santos, y no te desagraden las doctrinas de los viejos, porque no
las dicen sin causas.
CAPÍTULO
VI
De los deseos desordenados
El que se deja guiar por los deseos desordenados, pierde la paz:
Cuando el hombre desea algo
desordenadamente, pierde el sosiego. El soberbio y el avariento nunca están
quietos; el pobre y humilde de espíritu vive en mucha paz. El hombre que no es
perfectamente mortificado en sí mismo, con facilidad es tentado y vencido, aun
en cosas pequeñas y viles. El que es flaco de espíritu, y está inclinado a lo
carnal y sensible, con dificultad se abstiene totalmente de los deseos
terrenos, y cuando lo hace padece muchas veces tristeza, y se enoja presto si
alguno lo contradice.
Y si alcanza lo que deseaba,
siente luego pesadumbre, porque le remuerde la conciencia el haber seguido su
apetito, el cual nada aprovecha para alcanzar la paz que buscaba. En resistir,
pues, a las pasiones, se halla la verdadera paz del corazón, y no en seguirlas.
Ciertamente no hay paz en el corazón del hombre sensual, ni en el que se ocupa en lo exterior, sino en el que anda en
fervor espiritual.
CAPÍTULO
VII
Cómo se ha de huir la vana esperanza y la
soberbia
Vana es la esperanza fundada en las creaturas:
Vano es el que pone su esperanza
en los hombres o en las criaturas: No te avergüences de servir a otros por amor
de Jesucristo y parecer pobre en este mundo. No confíes de ti, sino pon tu
esperanza en Dios. Haz lo que puedas y Dios favorecerá tu buena voluntad. No
confíes en ciencia ni astucia tuya ni ajena, sino en la gracia de Dios, que levanta
a los humildes y abaja a los presuntuosos.
Si tienes riquezas no te gloríes
de ellas, ni en los amigos, aunque sean poderosos; sino en Dios que todo lo da,
y sobre todo desea darse a sí mismo. No te ensalces por la hermosa disposición del cuerpo, que con una pequeña
enfermedad se destruye y afea. No tomes contentamiento de tu habilidad o
ingenio, porque no desagrades a Dios, de quien proviene todo bien natural que
poseyeres.
No debemos estimarnos por mejores que otros:
No te estimes por mejor que otros,
porque no seas quizá tenido por peor delante de Dios, que sabe lo que hay en el
hombre. No te ensoberbezcas de tus obras buenas, porque son muy distintos de
los juicios de Dios los de los hombres, al cual muchas veces desagrada lo que a
ellos contenta. Si algo bueno hay en ti piensa que son mejores los otros, pues
así conservarás la humildad. No te daña si te pospones a los demás, pero es muy
dañoso si te antepones a solo uno. Continua paz tiene el humilde; mas en el
corazón del soberbio hay envidia y desdén muchas veces.
Continua....
No hay comentarios:
Publicar un comentario