LIBRO
SEGUNDO
Amonestaciones a la vida interior
CAPÍTULO I
De la conversación interior
Si menosprecias las cosas exteriores vendrá a ti el Reino de Dios:
Dice el Señor: El reino de Dios dentro de vosotros está (Lc., 17,21). Conviértete a Dios de todo corazón y deja este
mísero mundo, y hallará tu alma reposo. Aprende a menospreciar las cosas
exteriores y darte a las interiores, y verás venir a ti el reino de Dios.
Ciertamente el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo(Rom., 14,17),
lo que no se da a los malos.
Jesucristo vendrá a ti y te
mostrará su consolación, si interiormente le preparares digna morada en tu
interior.
Toda su gloria y hermosura es de dentro(Salmo 44,14), y allí tiene
su complacencia.
Su continua visitación es con el
hombre interior y con él habla dulcemente, tiene agradable consolación, mucha
paz y muy admirable familiaridad.
Ea, pues, alma fiel, y prepara tu
corazón a este Esposo, para que quiera venir a ti y morar en ti; porque Él dice
así; Si alguno me ama, guardará mi
palabra, vendremos a él, y moraremos en él(Jn.,14,23).
Da pues lugar a Cristo, y a todo
lo demás cierra la puerta. Si a Cristo tuvieres, estarás rico y te basta. Él
será tu proveedor y fiel procurador en todo, para que no tengas necesidad de
esperar en los hombres, porque los hombres se mudan muy prestos y desfallecen muy
ligeramente: mas Jesucristo permanece
para siempre, y está firmísimo hasta el fin (Jn., 12,34).
Po eso, pon toda tu confianza en Dios, considerándote como peregrino en
la tierra:
No hay que poner mucha confianza
en el hombre quebradizo y mortal, aunque sea provechoso y amado: ni haz de tomar
mucha pena si alguna vez fuere contrario, porque los que hoy son contigo,
mañana te pueden contradecir, y al contrario también; ; muchas veces se vuelven
como el viento.
Pon en Dios toda tu confianza, y
sea Él tu temor y tu amor. Él responderá por ti y lo hará bien, como mejor sea
y convenga.
No tienes aquí ciudad permanente (Hebr., 13,14); donde quiera que estuvieres,
serás extraño y peregrino, y no tendrás jamás reposo hasta que seas unido a
Cristo entrañablemente.
¿Qué miras aquí, no siendo éste el
lugar de tu reposo? En lo celestial ha de ser tu morada, y como de paso has de
mirar todo el terreno. Todas las cosas pasan, y tú con ellas. Guárdate, no te pegues
a ellas, porque no seas preso y perezcas.
En el Altísimo pon tu pensamiento;
y tu oración diríjase sin cesar a Cristo.
Si no sabes contemplar las cosas profundas
y celestiales, descansa en la Pasión de Jesucristo y mora muy de gana en sus
sacratísimas llagas; porque si te llegas devotamente a las llagas y preciosas
heridas de Jesucristo, gran consuelo sentirás en la tribulación, no harás mucho
caso de los desprecios de los hombres y fácilmente sufrirás las palabras de los
maldicientes.
También Jesucristo fue en el mundo
despreciado por los hombres, y entre los denuestos, fue desamparado de los
amigo y conocidos, en la mayor necesidad.
Sufre con Cristo y reinarás con Cristo:
Cristo quiso padecer y ser
despreciado, ¿y tú osas quejarte de alguna cosa?
Cristo tuvo adversarios y
murmuradores, ¿y tú quieres tener a todos por amigos y bienhechores?
¿De dónde se coronará tu
paciencia, si ninguna adversidad se te ofrece?
Si no quieres sufrir algo por
Cristo, ¿cómo serás amigo de Cristo?
Sufre con Cristo y por Cristo, si
quieres reinar con Cristo.
El secreto de la unión con Jesús es morir a todo lo terreno y a sí
mismo:
Si una vez entrases perfectamente
en lo secreto de Jesucristo, y gustases un poco de su encendido amor, no
tendrías cuidado de tu provecho o daño, antes te gozarais más de las injurias
que te hiciesen; porque el amor de Jesús hace al hombre despreciable a sí
mismo. El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y
libre de las aficiones desordenadas, se puede volver libremente a Dios y levantarse
sobre sí mismo en el espíritu, y descansar en Él con suavidad gozosa.
Aquél a quien saben todas sus
cosas a lo que son, no como se dicen o estiman, es verdaderamente sabio, y
enseñado más de Dios que de los hombres.
El que sabe andar dentro de sí y
tener en poco las cosas de fuera, no busca lugares, ni espera tiempos para
darse a ejercicios devotos.
El hombre interior presto se
recoge; porque nunca se derrama del todo a las cosas exteriores. No le estorba
el trabajo exterior o la ocupación tomada a tiempos por necesidad: mas como
suceden las cosas, así se conforma con ellas.
El que está de dentro bien
ordenado y dispuesto, no cuida de los hechos famosos y perversos de los hombres.
Tanto el hombre se estorba y distrae, cuanto atrae a sí las cosas.
Si fueses bueno y limpio de
corazón, todo te sucedería en bien y en provecho.
Por eso muchas cosas te turban y descontentan,
porque aún no estás muerto a ti perfectamente, ni apartado de lo terreno. No
hay cosa que tanto mancille y estorbe el corazón, cuanto el amor desordenado de
las criaturas.
Si desprecias las consolaciones de
fuera, podrás contemplar las cosas celestiales y gozarte muchas veces de dentro.
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