Dar fruto . 06-05-2012
Juan 15.1-8
“Yo soy la vid verdadera y mi
Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da
fruto, lo poda y lo limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las
palabras que os he hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros.
Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De
igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
“Yo soy la vid y vosotros sois
los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto;
pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será echado
fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego.
“Si permanecéis unidos a mí, y
si sois fi eles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre
recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos
discípulos míos. Otras lecturas: Hechos 9.26-31; Salmo 22.26-28,
30-32; 1 Juan 3.18-24
LECTIO:
Este discurso, lleno de fuerza,
del Evangelio de Juan traza una vívida imagen de la relación que mantiene Jesús
con el Padre y con sus seguidores, personas como tú o como yo.
En la lectura de la semana
pasada Jesús se describía a sí mismo como ‘buen pastor’ (Juan 10). En el pasaje
de hoy, Jesús habla de sí como ‘la vid verdadera’. Las viñas eran un paisaje
común en tiempos de Jesús, al igual que hoy sucede en muchas regiones.
Hoy destacan tres ‘imágenes’:
Jesús como vid, el Padre como viñador, y los discípulos como sarmientos. La vid
sostiene a los sarmientos: uno no puede producir fruto sin la otra.
El Padre cuida de la vid. Poda
los sarmientos estimulándolos para que crezcan fuertes y den una abundante
cosecha de fruto. A los sarmientos que no dan fruto los cortan y los echan
fuera.
¿Y cómo permanecen los
‘sarmientos’ unidos a la ‘vid’? Jesús ofrece dos ideas: ‘seguid unidos a mí
como yo sigo unido a vosotros (versículo 4) y sed ‘fieles a mis enseñanzas’
(versículo 7). Hemos de vivir como Jesús y aceptar la purificación y la ‘poda’
que llevarán a cabo en nuestras vidas las palabras de Jesús (versículo 3).
El objetivo de nuestras vidas y
el fruto que hemos de producir consisten en dar gloria y alabanza al Padre.
Dicho de manera más sencilla: necesitamos dedicarnos por completo a realizar la
voluntad de nuestro Dios amoroso.
MEDITATIO:
■ Dedica
algo de tiempo a pensar en lo que significa para ti ‘permanecer en’ Jesús.
Considera también cómo pueden permanecer en ti sus palabras.
■
¿Cómo te sientes frente a la corrección o la ‘poda’ de Dios? Recuerda cuánto te ama Dios. ¿Te ayuda traer a la memoria que la poda producirá más fruto?
¿Cómo te sientes frente a la corrección o la ‘poda’ de Dios? Recuerda cuánto te ama Dios. ¿Te ayuda traer a la memoria que la poda producirá más fruto?
ORATIO:
Para orar hoy, toma una hoja de
papel y unos cuantos rotuladores o lápices de colores. Dibuja una vid con sus
frutos: basta con unas pocas líneas y unos borrones.
Dibuja también algunas raíces.
Junto a cada raíz, escribe el nombre de algo que alimente tu relación con Dios.
Imagina que tú eres uno de los sarmientos. Dejando aparte la modestia, ya que
esto es algo entre Dios y tú nada más, trata de darle nombre a algunos de los
frutos que has dibujado en tu sarmiento. Esto ya es más difícil de hacer, pero
pídele al Espíritu Santo que te ayude. En alguno de los otros sarmientos,
escribe los nombres de personas que afianzan tu relación con Jesús. Considera
todo esto con espíritu de oración. Puede que te lleve cierto tiempo, pero
cuando estés dispuesto, ofréceselo a Dios en acción de gracias y con confianza
en las ‘vendimias’ futuras.
CONTEMPLATIO:
Hechos 9.26-31 explica qué
significa estar unido a Jesús: quiere decir estar unido a su Iglesia. Pablo
quedó transformado por medio de su conversión. Para dar el fruto que Dios le
pedía necesitó reconciliarse con la Iglesia de Jerusalén a la que antes había
perseguido.
1 Juan 3.18-24 es muy práctico:
cree en Jesús y ama a tu prójimo. Y el amor hacia tus compañeros en la fe no
debe consistir en meras palabras, sino que debe ser un amor verdadero ‘que se
demuestre con hechos’ (versículo 18).
Lectio Divina de Sociedad
Bíblica España
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