IMITAR A CRISTO PARA SER IMAGEN DE DIOS
Buenas tardes queridos hermanos en Cristo, les mandamos otros tres capítulos de este primer libro, que nos ayuda a imitar a Jesucristo, y así poder llegar a tener sus mismos sentimientos, y como dice el Papa Benedicto XVI, y así poder ser imagen de Dios.
CAPÍTULO
XIV
Cómo se deben evitar el juicio temerario
No juzguemos la obras ajenas:
Pon los ojos en ti mismo y
guárdate de juzgar las acciones ajenas. En juzgar a otros trabaja el hombre en vano,
y yerra muchas veces, y peca fácilmente; mas juzgándose y examinándose a sí
mismo, trabaja con fruto. Muchas veces juzgamos la cosa conforme a nuestro
apetito, y perdemos ligeramente el verdadero juicio por el amor propio.
Si fuese Dios siempre el fin
puramente de nuestro deseo, no nos turbaría tan presto la contradicción de nuestra
sensualidad.
No queramos imponer nuestro juicio a los demás:
Muchas veces tenemos algo adentro
escondido, o de afuera se ofrece, cuya afición nos lleva tras sí. Muchos se buscan
a sí mismos en las obras que hacen, y no lo entienden: y paréceles estar en
buena paz cuando se hacen las cosas a su voluntad y gusto; mas si de otra
manera suceden, presto se alteran y entristecen. Por la diversidad de los
pareceres muchas veces se levantan discordias entre los amigos y convecinos,
entre los religiosos y devotos.
La vieja costumbre con dificultad
se deja, y ninguno deja de buena gana su propio parecer. Si en tu razón e
industria te esfuerzas más que en la virtud de la sujeción de Cristo, tarde y
pocas veces tendrás lumbre: porque quiere Dios que nos sujetemos a él
perfectamente, y que trascendamos toda razón, inflamados de su amor.
CAPÍTULO
XV
De las obras hechas por caridad
La obra exterior sin caridad no aprovecha: Dios mira el corazón.
No se debe hacer lo que es malo
por ninguna cosa del mundo; ni por amor de hombre alguno: mas por el provecho
del necesitado, alguna vez se puede dejar la buena obra o trocarse por otra
mejor. De esta manera no se pierde la buena obra, mas mudase en otra mejor. La
obra exterior sin caridad no aprovecha; mas todo cuanto se hace con caridad,
por poco que sea y desechado, todo es fructuoso. Por cierto más mira Dios el corazón
que el don.
Mucho hace el que mucho ama. Mucho
hace el que hace bien la obra buena y bien hace el que sirve más a la comunidad
que a su voluntad.
Muchas veces parece caridad lo que
es carnalidad. Porque la inclinación de la carne, la propia voluntad, la
esperanza de galardón, la afección del provecho pocas veces nos dejan.
Cómo se conoce la verdadera caridad?
El que tiene verdadera y perfecta
caridad, no se busca a sí mismo en cosa alguna; mas en toda cosa desea que Dios
sea glorificado. No tiene envidia de ninguno: porque no ama ningún bien propio,
ni se quiere gozar en sí: más desea, sobre todas las cosas, gozar de Dios. A nadie
atribuye ningún bien; mas refiérelo del todo a Dios, del cual como de fuente
manan todas las cosas, en el cual finalmente todos los santos descansan con
perfecto gozo.
¡Oh quien tuviese una centella de
verdadera caridad, por cierto que sentiría ser todas las cosas mundanas, llenas
de vanidad!
CAPÍTULO
XVI
Que se debe tolerar los defectos ajenos
Debemos sufrir lo que no podemos enmendar a otros:
Lo que no puede el hombre enmendar
en sí ni en los otros, débelo sufrir con paciencia, hasta que Dios lo ordene de
otra manera. Piensa que quizá te es así mejor para probar tu probación y paciencia,
sin la cual no son de estimar en mucho nuestros merecimientos. Mas debes rogar
a Dios por tales impedimentos, para que tenga por bien de socorrerte para que
los lleves buenamente.
Si alguno, amonestado una vez o
dos no se enmendare, no porfíes con él: mas encomiéndalo a Dios, para que se
haga su voluntad a honra suya en todos sus siervos: que bien sabe Él sacar de
los males bienes. Estudia de sufrir con paciencia cualesquier defecto y
flaquezas ajenas, mirando que tú tienes mucho que te sufran los otros.
Razones que nos mueven a soportar los defectos ajenos:
Si no puedes hacerte a ti cual
deseas, ¿cómo quieres tener a otro a la medida de tu deseo?
De buena gana queremos a los otros perfectos, y no
enmendamos los defectos propios.
Queremos que los otros sean corregidos con rigor, y nosotros
no queremos ser corregidos.
No nos agrada si a los otros se les da larga licencia, y no queremos que cosa alguna nos sea negada.
Queremos que los otros sean apremiados con constituciones, y en ninguna manera
sufrimos que nos sea prohibida cosa alguna. Así parece claro cuán pocas veces
amamos al prójimo como a nosotros mismos. Si todos fuesen perfectos ¿qué habría
que sufrir por Dios de nuestros hermanos?
Plan providencial de Dios: Ayudarnos
unos a otros:
Mas así lo
ordenó Dios, para que aprendamos a llevar las cargas unos de otros (Gal.,6,2); porque
no hay ninguno sin defecto, ninguno sin carga, ninguno es suficiente para si , ninguno
es cumplidamente sabio para sí. Y por tanto conviene llevarnos, consolarnos y
juntamente ayudarnos unos a otros, instruirnos y amonestarnos. De cuánta virtud
sea cada uno, mejor se muestra en la ocasión de la adversidad; porque las
ocasiones no hacen al hombre frágil, mas declaran que lo es.
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