CAPÍTULO
XIX
De los ejercicios que debe practicar el
buen religioso
La vida del religioso sea tal en lo interior, cual parece de fuera:
La vida del buen religioso debe
resplandecer en toda virtud, y que sea tal de dentro cual parece de fuera. Y
con razón debe ser mejor de dentro, porque nos mira nuestro Dios, a quien
debemos suma reverencia donde quiera que estuviésemos, y debemos andar limpios
como ángeles en su presencia.
MEDIOS PARA ALCANZARLO:
1)
Renovar cada
día el buen propósito:
Debemos renovar cada día nuestro
propósito, y despertarnos a más fervor, como si hoy fuese el primer día de nuestra conversión, y
decir: Señor Dios mío, ayúdame en mi propósito y en tu santo servicio, y dame
gracia para que comience hoy perfectamente, que no es nada cuanto hice hasta
aquí.
Según es nuestro propósito, así es
nuestro aprovechar. El que quiere bien aprovechar, ha menester que sea muy
diligente. Si el que propone firmemente falta muchas veces ¿qué será del que
tarde o nunca propone?
Mas acaece de diversas maneras el
dejar nuestro propósito. Y dejar de ligero los acostumbrados buenos ejercicios pocas veces pasa sin algún daño. El
propósito de los justos más pende de la gracia de Dios que del saber propio, y
en Dios confían en cualquier cosa que emprenden. Porque el hombre propone, mas
Dios dispone, y no está en la mano del hombre su camino.
2) Cuidar los ejercicios de piedad:
Si se deja alguna vez el ejercicio
acostumbrado por piedad o por el provecho del prójimo, fácilmente luego se
recupera; más si, por fastidio de corazón o negligencia, muy culpable y dañoso
se sentirá después. Esforcémonos cuanto pudiéremos, que aun en muchas faltas
caeremos ligeramente. Empero alguna cosa determinada debemos proponernos, y
principalmente de remediar la que más nos estorba. Debemos examinar y ordenar
todas nuestras cosas exteriores e interiores, que todo conviene para nuestro
provecho.
3) Examinar las obras del día:
Si no puedes recogerte de continuo,
hazlo siquiera algunas veces; a lo menos una vez en el día: o por la mañana, o
por la noche. A la mañana propón, a la tarde examina tus obras: qué tal ha sido
este día en la obra, y en la palabra , y en el pensamiento, porque puede ser
que ofendiste en esto a Dios y al prójimo muchas veces. Ármate como varón
contra las malicias del diablo: enfrenta la gula y fácilmente refrenarás la
inclinación de la carne.
Nunca estés del todo ocioso; mas lee,
o escribe, o reza, o piensa, o haz algo de provecho común. Los ejercicios
corporales se deben tomar con discreción, y no son igualmente para todos.
4) Regular prudentemente los ejercicios
particulares:
Los ejercicios particulares no se
deben hacer públicamente, porque más seguros son para secreto. Mas guárdate, no
seas más presto para lo particular que para lo común; mas cumplido muy bien lo encomendado,
si aun tienes tiempo, éntrate dentro de
ti, como desea tu devoción.
No podemos todos ejercitar una misma cosa. Una
cosa conviene más a uno que a otro.
También, según el tiempo, te son
más a propósito diversos ejercicios: unos son para fiestas, otros para la
semana. De unos necesitamos para el tiempo de la tentación, de otros para el de
paz y sosiego.
Unas cosas nos place pensar cuando
estamos tristes, y otras cuando alegres en el Señor.
5) En las fiestas principales renovar el buen
propósito:
Mas en las fiestas principales
debemos renovar nuestros buenos ejercicios, e invocar con mayor fervor la
intercesión de los Santos.
De fiesta en fiesta debemos
proponer algo, como si entonces hubiésemos de salir de este mundo y llegar a la
eterna festividad.
Por eso debemos prepararnos con
cuidado en los tiempos devotos, conversar con mayor devoción, y guardar toda la
observancia más estrechamente, como quien ha de recibir en breve de Dios el
premio de sus trabajos.
6) Traer siempre ante los ojos la recompensa
eterna:
Y si se dilatare, creamos que no
estamos aún preparados, ni somos dignos de tanta
gloria como se declarara en nosotros (Rom. 8,18) acabado el tiempo. Pues estudiemos
en prepararnos mejor para morir, pues dice el evangelista San Lucas:. Bienaventurado el siervo, que cuando viniere el Señor, lo hallare
velando (Lc., 12,37): En verdad, os digo, que le constituirá sobre todos sus
bienes.(Mt., 24,47)
CAPÍTULO
XX
Del amor a la soledad y silencio
Busca tiempo para retirarte a la soledad:
Busca tiempo conveniente para estar
contigo, y piensa a menudo en los beneficios de Dios. Deja las cosas curiosas,
y lee tales tratados que te den más compunción que ocupación.
Si te apartares de conversaciones
superfluas, y de andar ocioso y de oír novedades y murmuraciones, hallarás
tiempo suficiente y apto para pensar buenas cosas.
Los mayores Santos evitaban cuanto
podían la compañía de los hombres y elegían el servir a Dios en secreto.
Dijo uno: Cuantas veces estuve entre los hombres, volví menos hombre (Séneca.Carta
7); lo cual experimentamos por cierto cuando mucho hablamos.
Más fácil cosa es callar siempre, que hablar
sin errar. Más fácil es encerrarse en su casa, que guardarse del todo fuera de
ella.
El retiro es necesario para la vida interior:
Por tanto el que quiere llegar a
las cosas interiores y espirituales, le
conviene apartarse con Jesucristo de la gente.
Ninguno se muestra seguro en
público, sino el que se esconde de grado. Ninguno manda seguramente, sino el
que aprendió a obedecer de buena gana.
Ninguno habla con seguridad, sin
el que calla de buena gana. Ninguno preside con seguridad, sino el que se
sujeta con gusto. Ninguno se alegra seguramente, sin el que tiene en sí el testimonio
de la buena conciencia. Mas la seguridad de los santos siempre estuvo llena de
temor divino. Ni por eso fueron menos solícitos y humildes en sí, aunque
resplandecían en grandes virtudes y gracia.
Pero la seguridad de los malos nace
de la soberbia y presunción, y al fin se vuelve en engaño de sí mismos.
Nunca te tengas por seguro en esta
vida, aunque parezcas buen religioso o devoto ermitaño.
Los muy estimados por buenos,
muchas veces han caído en graves peligros por su mucha confianza.
Nos es útil la tentación:
Por lo cual es utilísimo a muchos
que no les falten del todo tentaciones, mas que sean muchas veces combatidos, porque
no estén muy seguros de sí, porque no se levanten con soberbia, ni se derramen
demasiadamente en las consolaciones de fuera.
¡Oh quien nunca buscase alegría transitoria!
¡Oh, quién nunca se ocupase en el mundo, cuán buena conciencia guardaría!
¡Oh, quién cortase todo vano
cuidado, y pensase solamente las cosas saludables y divinas, y pusiese toda su
esperanza en Dios! ¡Cuán sosegada paz poseería!
En el retiro hallamos lo que perdemos por de fuera:
Ninguno es digno de consolación
celestial, sino el que se ejercitare con diligencia en la santa contrición.
Si quieres arrepentirte de
corazón, entra en tu retraimiento y destierra de ti todo bullicio, según está
escrito: Contristaos en vuestros
aposentos(Salmo 4,5). En el recogimiento hallarás lo que pierdes muchas
veces por de fuera.
El rincón usado se hace dulce, y
el poco usado causa hastío. Si al principio de tu conversión guardares bien el
recogimiento, te será después dulce amigo y gratísimo consuelo.
En el retiro aprendemos lo secretos de las Escrituras:
En el silencio y sosiego se perfecciona
el alma devota y aprende los secretos de las Escrituras.
Allí halla arroyos de lágrimas con
que se lave y purifique todas las noches, para que sea tanto más familiar a su
Hacedor, cuanto más se desviare del tumulto del siglo.
Pues así es, el que se aparta de
amigos y conocidos, consigue que se le acerque Dios y sus ángeles.
Mejor es esconderse y cuidar de
sí, que con descuido propio hacer milagros. Muy loable es al hombre devoto
salir fuera pocas veces, huir de mostrarse y no querer ver a los hombres.
En cambio, la salida alegre causa muchas veces triste vuelta:
¿Para qué quieres ver lo que no te
conviene tener? El mundo pasa y sus
deleites(1 Jn., 2,17) Los deseos sensuales nos llevan a pasatiempos, mas
pasada aquella hora, ¿qué nos queda sino derramamiento del corazón y pesadumbre
de conciencia? La salida alegre muchas veces causa triste y desconsolada vuelta, y la alegre
tarde hace triste mañana. Y así todo gozo carnal entra blandamente, mas al cabo
muerde y mata.
¿Qué puedes ver en otro lugar que
aquí no lo veas? Aquí ves el cielo y la tierra y los elementos de los cuales fueron hechas
todas las cosas.
¿Qué puedes ver que permanezca
mucho tiempo debajo del sol? ¿Piensas, acaso, satisfacer tu apetito? Pues cree
que no lo alcanzarás. Si todas las cosas vieses ante ti, ¿qué serían sino una vista
vana?
Llevemos vida de oración y viviremos en paz:
Alza tus ojos a Dios, y ruega por
tus pecados y negligencias.
Deja lo vano a los vanos, y tú ten
cuidado de lo que manda Dios. Cierra tu puerta sobre ti, y llama a tu amado,
Jesús. Está con Él en tu aposento, que no hallarás en otro lugar tanta paz.
Si no salieras, ni oyeras nuevas,
mejor perseverarás en buena paz. Pues te huelgas en oír novedades, conviene que
te venga turbación del corazón.
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