Queridos hermanos en Cristo, aquí les mandamos otros dos capítulos del Segundo Libro de Imitación de Cristo:
CAPÍTULO II
De la humilde sumisión
El discípulo de Cristo no teme las maldiciones: Dios es su defensa
No tengas en mucho quien es por ti o contra ti; más busca y procura que sea Dios contigo en todo lo que haces.
Ten buena conciencia y Dios te defenderá. Al que Dios quiere ayudar, no le podrá dañar la malicia de hombre alguno.
Si tú sabes callar y sufrir, sin dudas verás el favor de Dios. Él sabe bien el tiempo y la manera de librarte, y por eso te debes ofrecer a Él en todo.
A Dios pertenece ayudar y librar de toda confusión.
Algunas veces conviene para nuestra humildad, que otros sepan nuestros defectos y los reprendan.
Al humilde descubre sus secretos:
Cuando el hombre se humilla por sus defectos, entonces fácilmente aplaca y mitiga a los otros, y satisface a los que le odian.
Dios defiende y libra al humilde, al humilde ama y consuela; al humilde se inclina; al humilde da grande gracia, y después de su abatimiento lo levanta a honra.
Al humilde descubre sus secretos, y le atrae dulcemente a sí, y le convida. El humilde, recibida la injuria y afrenta, está en mucha paz, porque está en Dios y no en el mundo.
No pienses haber aprovechado algo, si no te estimas por el más bajo de todos.
CAPÍTULO III
Del bueno y pacífico
No podrás apaciguar a los demás, si no tienes paz contigo mismo:
Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros. El hombre pacífico, aprovecha más que el letrado. El hombre que tiene pasión, aún el bien convierte en mal, y de ligero cree lo malo. El hombre bueno y pacífico, todas las cosas echa a la mejor parte.
El que está en buena paz, de ninguno tiene sospecha.
En cambio, el descontento y alterado, de diversas sospechas es atormentado; ni él descansa ni deja descansar a los otros.
Dice muchas veces lo que no debiera y deja de hacer lo que más le convenía.
Piensa lo que otros deben hacer y él deja sus propias obligaciones.
Ten pues, primero celo contigo, y después podrás tener buen celo con el prójimo.
Pero la paz interior sólo se conserva con el sufrimiento humilde:
Tú sabes excusar y disimular muy bien tus faltas, y no quieres oír las disculpas de los otros. Más justo sería que te acusases a ti, y excusases a tu prójimo. Sufre a tus prójimos, si quieres que te sufran.
Mira cuán lejos estás aún de la verdadera y humilde caridad, que no sabe desdeñar, ni airarse sino contra sí.
No es mucho conversar con los buenos y mansos, que esto a todos place naturalmente: y que cada uno de grado tiene paz y ama a los que concuerdan con él.
Más vivir en paz con los duros, perversos y mal acondicionados y con quien nos contradice, gran virtud y gracia es varonil y muy loable.
Algunos hay que tienen paz consigo y con otros también. Y algunos hay que ni tienen paz consigo ni la dejan tener a otros; molestos para los otros , lo son más para sí mismos.
Hay otros que tienen paz consigo y estudian de poner en paz a los otros.
Más toda nuestra paz, en este miserable valle, más se conserva en el sufrimiento humilde, que no en no sentir contrariedades.
El que sabe mejor padecer, tendrá mayor paz. Y este tal es vencedor de sí mismo, y señor del mundo, amigo de Jesucristo y heredero del cielo.
Continúa.....
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