17 de Marzo, la Iglesia celebra a San Patricio, apóstol de los irlandeses.
Patricio nació en torno al año 372 en un pueblo de Escocia. Hijo de un funcionario del Imperio Romano, fue educado en el catolicismo. A la edad de dieciséis años, fue hecho esclavo y trasladado a Irlanda. Dice en su autobiografía: "Después que llegué a Irlanda estuve dedicado a cuidar ovejas y oraba muchas veces durante el día y el amor de Dios, su fe y su temor crecieron en mí y mi espíritu se conmovía hasta el punto que diariamente rezaba un centenar de veces y durante las noches casi lo mismo y permanecí en los bosques y las montañas; antes del amanecer la nieve, el hielo y la lluvia me llamaban a oración y no sufría ningún daño de ellos, ni padecía entonces pereza alguna porque mi espíritu ardía dentro de mí".
Después de seis años de cautiverio logró huir y volver a reunirse con algunos miembros de su familia que aún quedaban vivos. Una noche tuvo un sueño misterioso en el cual irlandeses cuyo trato había frecuentado le reclamaban diciendo: "Ven joven santo y mora de nuevo entre nosotros". Patricio interpretó este sueño como una invitación divina a que volviera a Irlanda, esta vez no en calidad de esclavo sino de predicador de la libertad cristiana. Decide en consecuencia abrazar la carrera eclesiástica y prepararse para la vida misionera.
Años después, el Papa Celestino lo envía consagrado Obispo a que emprenda la tarea de evangelizar a los irlandeses, un pueblo pagano pero culto, el único de los pueblos celtas que nunca llegó a ser dominado por el Imperio Romano.
En pocos años todo el pueblo es bautizado e innumerables jóvenes ingresan en los estados monacales; el país se puebla de monasterios. Las Iglesias y Catedrales de la fe cristiana se levantan por doquier; el paganismo desaparece totalmente de la isla y el pueblo todo comienza a vivir la vida cristiana. Se señala como un hecho notable en la conversión del pueblo irlandés que a diferencia de lo sucedido en otras naciones, éste se hizo cristiano sin mártires; el pueblo aceptó con alegría y casi con naturalidad el mensaje sobrenatural del cristianismo. Este hecho singular se debe a la gran austeridad de la vida, a los ayunos y mortificaciones, de Patricio y sus compañeros, los cuales impresionaron al pueblo no sólo con sus palabras sino con el ejemplo de sus vidas.
Después de seis años de cautiverio logró huir y volver a reunirse con algunos miembros de su familia que aún quedaban vivos. Una noche tuvo un sueño misterioso en el cual irlandeses cuyo trato había frecuentado le reclamaban diciendo: "Ven joven santo y mora de nuevo entre nosotros". Patricio interpretó este sueño como una invitación divina a que volviera a Irlanda, esta vez no en calidad de esclavo sino de predicador de la libertad cristiana. Decide en consecuencia abrazar la carrera eclesiástica y prepararse para la vida misionera.
Años después, el Papa Celestino lo envía consagrado Obispo a que emprenda la tarea de evangelizar a los irlandeses, un pueblo pagano pero culto, el único de los pueblos celtas que nunca llegó a ser dominado por el Imperio Romano.
En pocos años todo el pueblo es bautizado e innumerables jóvenes ingresan en los estados monacales; el país se puebla de monasterios. Las Iglesias y Catedrales de la fe cristiana se levantan por doquier; el paganismo desaparece totalmente de la isla y el pueblo todo comienza a vivir la vida cristiana. Se señala como un hecho notable en la conversión del pueblo irlandés que a diferencia de lo sucedido en otras naciones, éste se hizo cristiano sin mártires; el pueblo aceptó con alegría y casi con naturalidad el mensaje sobrenatural del cristianismo. Este hecho singular se debe a la gran austeridad de la vida, a los ayunos y mortificaciones, de Patricio y sus compañeros, los cuales impresionaron al pueblo no sólo con sus palabras sino con el ejemplo de sus vidas.
Comentario:
Corremos la página de la revista que está en nuestras manos y surge algo que conmueve nuestra alma, algo que no debiéramos mirar. Por un lado, sentimos un cosquilleo en varias partes de nuestro cuerpo, nuestros ojos bambolean dubitativamente pero no pueden apartarse de lo que se ve allí. No hay dudas, algo ocurre en nuestro interior, y sin embargo eso que se manifiesta ante nuestra alma es dulce y atractivo, como un suave y letal veneno. De inmediato nos imaginamos que Jesús está sobre nuestro hombro mirando la misma página de la revista y con una mueca violenta aparta la mirada. Demasiado tarde, pero finalmente corremos la página y distraídamente pretendemos que nada ha ocurrido, pero la verdad es que esa imagen quedo retratada en nuestras retinas, en nuestra alma, y volverá una y otra vez a reclamar su presa: nosotros.
Escuchamos como la conversación se va acalorando, se pone intensa y toca cada vez zonas más prohibidas. De repente no resistimos e intervenimos con una expresión que contiene palabras que no son exactamente dignas de un hijo de Dios. En el momento de pronunciarlas sentimos la conmoción que provocan en la audiencia, el efecto buscado. ¡Ahora me prestarán atención! Sin embargo, algo más ocurre en nuestro interior: nos sentimos avergonzados de hablar de esa manera, de ensuciar con barro pestilente nuestra boca, y nos imaginamos a la Virgen viéndonos en ese momento y emitiendo una exclamación de espanto ante la vista del hijo envuelto en un fango verbal inesperado.
La experiencia de caer en el pecado nos pone, en el momento de ocurrir, sujetos a dos sensaciones totalmente opuestas: por una parte el dulzor perfumado, inconfundible, turbador y seductor del pecado mismo. Surge esa clara sensación de haber tenido el valor de cruzar una frontera más, de haber podido transgredir, de ser rebelde, desobediente. El pecado tiene la misma efectiva publicidad que vemos en la televisión para convencernos de comprar su producto, a veces con un mensaje vulgar y ruidoso, pero muchas otras con sutiles y sensuales llamados a las partes donde se esconden nuestras mas profundas miserias: nuestra vanidad y sensualidad.
Pero, en esa batalla espiritual que vivimos en cada acto de nuestra vida, también experimentamos el sacudón, ese calor que sube por nuestro cuerpo y se instala en nuestro rostro y orejas, indicando a las claras que algo hicimos mal. Es claramente vergüenza, culpa, remordimiento, y un bombardeo de pensamientos que nos gritan ¿por qué hiciste eso? Y la respuesta no viene clara, porque nuestra alma está aún embotada del perfume del pecado, y no sabe si darle cabida al perfume o al calor en el rostro que nos indica que algo hicimos mal.
Vivimos inmersos en el mundo, por lo que estas pequeñas o grandes experiencias de tentación seguida de pecado ocurren a diario, demasiado a menudo. Me sucede a veces el ver adolescentes que en pocos meses cambian totalmente su modo de hablar, y no se dan cuenta que eso ocurre porque se han metido en un circulo donde se habla de ese modo. El alma queda entonces manchada de tal forma que los demás vemos luego esas manchas de modo ostensible. “De la boca sale lo que en el alma habita”. A veces los veo relatar programas de televisión con gran interés y risotadas, mientras ellos no comprenden que están manchando su alma con cosas que no son buenas. Baste pensar en Jesús mirando ese programa sentado junto a nosotros en nuestro sillón preferido, compartiendo la diversión y risotadas. Imposible, ¿verdad?
¿Son estas acaso cosas menores a las que no debemos prestar atención? Yo creo que si debemos prestar atención, si es que no queremos ir a la batalla espiritual desarmados y faltos de entrenamiento. Nuestra capacidad de construirnos una coraza que nos proteja de las tentaciones y provocaciones del mundo configura probablemente la principal arma que debemos tener como soldados de Jesús.
San Patricio construyó en Irlanda hace siglos esa coraza con oración, y aun hoy la rezamos. Los invito a conocerla, a rezarla, a meditarla, porque fue hecha hace más de 1500 años y sin embargo no ha perdido vitalidad en lo más mínimo. Es que el misterio de la iniquidad (el mal) no ha cambiado mucho. Sigue usando las mismas estratagemas para tentarnos y arrastrarnos a nuestra propia perdición.
La Coraza de San Patricio nos llene de rechazo por las cosas malas que nos ofrece el mundo. Por las habladurías, las imágenes de impureza, las palabras que no debieran salir de nuestra boca, los dichos o miradas hirientes. En fin, que la Coraza de San Patricio nos enseñe a tenerle verdadero asco al pecado, para que nos revuelva el estomago la sola idea de pecar, y nos de paz y consuelo la idea de callar, mirar mansamente lo que ocurre, dar vuelta la cabeza cuando es necesario hacerlo para evitar ver u oír lo que no nos hace bien, y evitar la curiosidad y habladurías malsanas.
El siguiente texto es una oración compuesta por San Patricio, que refleja plenamente su sometimiento a la Providencia Divina y su sentido de la presencia de Dios. Es llamada el Pectoral o la Armadura de San Patricio porque constituye en lo espiritual lo que los pectorales o armaduras colocadas sobre el pecho del guerrero pretendían asegurar en el orden material.
LA ARMADURA DE SAN PATRICIO
Me envuelvo en el día de hoy y ato a mí
una fuerza poderosa:
la invocación de la Santísima Trinidad
...y las Tres Divinas Personas.
Me envuelvo en el día de hoy y ato a mí
la fuerza de Jesucristo,
Hijo de María siempre Virgen,
con su bautismo,
la fuerza de su crucifixión y sepulcro,
la fuerza de su Resurrección y Ascensión
la fuerza de su vuelta en la Segunda Venida
para hacer Justicia.
Me envuelvo en el día de hoy
y ato a mí la fuerza del amor de los Querubines,
la obediencia de los Angeles,
el servicio de los Arcángeles,
la esperanza de la resurrección para el premio,
las oraciones de los patriarcas,
las profecías de los profetas,
las palabras de los apóstoles,
la fe de los mártires,
la inocencia de las santas vírgenes y
las buenas obras de los confesores.
Me envuelvo en el día de hoy
y ato a mí el amor maternal
y la pureza virginal de María Santísima,
hija de Dios Padre,
Madre de Dios Hijo
y esposa de Dios Espíritu Santo.
Me levanto hoy
y ato a mí el poder del cielo,
la luz del sol,
el brillo de la luna y de todos los demás astros,
el esplendor del fuego,
la velocidad del rayo,
la rapidez y ligereza del viento,
la profundidad de los mares,
la estabilidad y firmeza de la tierra
y la solidez de la roca.
Me envuelvo en el día de hoy
y ato a mí la fuerza de Dios para orientarme.
El poder de Dios para sostenerme,
la sabiduría de Dios para guiarme,
el ojo de Dios para prevenirme,
el oído de Dios para escucharme,
la palabra de Dios para apoyarme,
la mano de Dios para defenderme,
el camino de Dios para recibir mis pasos,
el escudo de Dios para protegerme,
los ejércitos de Dios para darme seguridad
contra las trampas de los demonios,
contra las tentaciones de los vicios,
contra las inclinaciones de la naturaleza,
contra todos aquellos que desean el mal,
de lejos o de cerca,
estando yo solo o en la multitud.
Convoco en el día de hoy a todas
esas fuerzas poderosas,
que están entre mí y el maligno:
contra las encantaciones de los falsos profetas,
contra las leyes negras del paganismo,
contra las leyes falsas de los herejes,
contra la astucia de la idolatría,
contra los conjuros de brujas, brujos y magos,
contra la curiosidad que daña el cuerpo
y el alma del hombre.
Invoco a Jesucristo que me proteja
en el día de hoy contra el veneno, el incendio,
el ahogo, las heridas,
para que yo pueda alcanzar
abundancia en premio.
Cristo conmigo,
Cristo delante de mí,
Cristo detrás de mí,
Cristo en mí,
Cristo sobre mí,
Cristo bajo mí,
Cristo a mi derecha,
Cristo a mi izquierda,
Cristo alrededor de mí,
Cristo en la anchura,
Cristo en la longitud,
Cristo en altura,
Cristo en la profundidad de mi corazón,
Cristo en el corazón y la mente de todos los hombres que piensan en mí,
Cristo en la boca de todos los que hablan de mí,
Cristo en todo ojo que me ve,
Cristo en todo oído que me escucha.
Me envuelvo en el día de hoy
en una fuerza poderosa:
la invocación de la Trinidad, la fe en las Tres Personas,
la confesión de la Unidad del Creador del Universo.
Del Señor es la salvación,
De Cristo es la salvación,
Tu salvación, Señor, esté siempre con nosotros.
Amén
LA ARMADURA DE SAN PATRICIO
Me envuelvo en el día de hoy y ato a mí
una fuerza poderosa:
la invocación de la Santísima Trinidad
...y las Tres Divinas Personas.
Me envuelvo en el día de hoy y ato a mí
la fuerza de Jesucristo,
Hijo de María siempre Virgen,
con su bautismo,
la fuerza de su crucifixión y sepulcro,
la fuerza de su Resurrección y Ascensión
la fuerza de su vuelta en la Segunda Venida
para hacer Justicia.
Me envuelvo en el día de hoy
y ato a mí la fuerza del amor de los Querubines,
la obediencia de los Angeles,
el servicio de los Arcángeles,
la esperanza de la resurrección para el premio,
las oraciones de los patriarcas,
las profecías de los profetas,
las palabras de los apóstoles,
la fe de los mártires,
la inocencia de las santas vírgenes y
las buenas obras de los confesores.
Me envuelvo en el día de hoy
y ato a mí el amor maternal
y la pureza virginal de María Santísima,
hija de Dios Padre,
Madre de Dios Hijo
y esposa de Dios Espíritu Santo.
Me levanto hoy
y ato a mí el poder del cielo,
la luz del sol,
el brillo de la luna y de todos los demás astros,
el esplendor del fuego,
la velocidad del rayo,
la rapidez y ligereza del viento,
la profundidad de los mares,
la estabilidad y firmeza de la tierra
y la solidez de la roca.
Me envuelvo en el día de hoy
y ato a mí la fuerza de Dios para orientarme.
El poder de Dios para sostenerme,
la sabiduría de Dios para guiarme,
el ojo de Dios para prevenirme,
el oído de Dios para escucharme,
la palabra de Dios para apoyarme,
la mano de Dios para defenderme,
el camino de Dios para recibir mis pasos,
el escudo de Dios para protegerme,
los ejércitos de Dios para darme seguridad
contra las trampas de los demonios,
contra las tentaciones de los vicios,
contra las inclinaciones de la naturaleza,
contra todos aquellos que desean el mal,
de lejos o de cerca,
estando yo solo o en la multitud.
Convoco en el día de hoy a todas
esas fuerzas poderosas,
que están entre mí y el maligno:
contra las encantaciones de los falsos profetas,
contra las leyes negras del paganismo,
contra las leyes falsas de los herejes,
contra la astucia de la idolatría,
contra los conjuros de brujas, brujos y magos,
contra la curiosidad que daña el cuerpo
y el alma del hombre.
Invoco a Jesucristo que me proteja
en el día de hoy contra el veneno, el incendio,
el ahogo, las heridas,
para que yo pueda alcanzar
abundancia en premio.
Cristo conmigo,
Cristo delante de mí,
Cristo detrás de mí,
Cristo en mí,
Cristo sobre mí,
Cristo bajo mí,
Cristo a mi derecha,
Cristo a mi izquierda,
Cristo alrededor de mí,
Cristo en la anchura,
Cristo en la longitud,
Cristo en altura,
Cristo en la profundidad de mi corazón,
Cristo en el corazón y la mente de todos los hombres que piensan en mí,
Cristo en la boca de todos los que hablan de mí,
Cristo en todo ojo que me ve,
Cristo en todo oído que me escucha.
Me envuelvo en el día de hoy
en una fuerza poderosa:
la invocación de la Trinidad, la fe en las Tres Personas,
la confesión de la Unidad del Creador del Universo.
Del Señor es la salvación,
De Cristo es la salvación,
Tu salvación, Señor, esté siempre con nosotros.
Amén
exelente esta pagina pues encuentra una guia espiritual.
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