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Su Preciosísima Sangre
Exaltaci6n de la Santa Cruz 14
de septiembre de 1993
Querido
padre Tomás:
Cuando Cecilia Chin me invitó a dar una charla en Kansas,
me senté al lado de un hombre
durante el vuelo de San Antonio, Texas. Él supo que yo era Sacerdote al
advertir mi cuello romano y durante el vuelo me mostró algo que pensó me interesaría.
Era una moneda de bronce del siglo
III. Me preguntó cuánto pensaba yo que
podía valer. No tenía la menor
idea. Me sorprendí al saber que valía
$300 dólares americanos. Su valor se debía
a que tenia sellada la cara de Constantino.
La moneda me
interesó porque el Papa Juan XXIII había usado el nombre de Constantino para
explicar el propósito del Concilio Vaticano II. Éste consistía en abrir las
ventanas y dejar que el aire fresco entrara en la iglesia y así sacar todo el
polvo que se había acumulado desde el tiempo de Constantino.
Yo estaba
pensando todo esto mientras sostenía la moneda y de pronto comencé a pensar en
la charla que tenía que dar en Kansas sobre el Santísimo Sacramento. La Eucaristía brota de la Pasión de Cristo. Cuando nos acercamos al Santísimo Sacramento
NOS ACERCAMOS A LA
CRUZ. Durante nuestra
hora santa presentamos al Corazón Eucarístico de Jesús aquellas almas más
necesitadas de Su Misericordia.
Durante
nuestra hora santa, aquellos más necesitados de Su Misericordia son sellados y sellados
con la Preciosísima
Sangre de Jesús. Esto
incluye a los que han de morir ese día.
Se salvan los sellados con la Preciosísima Sangre
de Jesús.
Una noche en
la Iglesia de
San Miguel, acababa de terminar mi hora santa cuando a las 4:00 a.m. llegó una
mujer en un taxi. Ella quería que hablase con su hijo. Vivian en Parañaque. Me dijo que una voz la había despertado diciéndole
que fuera a la Iglesia
de San Miguel. Se levantó justo a tiempo
pues su hijo estaba a punto de suicidarse.
Desde la visita a San Miguel él comenzó a mejorar y ahora está bien.
Otra noche,
Nonette Silla se encontraba en la capilla rezando desde las 2:00 a.m. hasta las
3:00 a.m., una hora antes que la mía. Hacía
tres semanas que ella le había encomendado al Corazón de Jesús a un hombre del
que conocía, que estaba destruyendo la vida moral de muchas de sus amigas. Ella incluía a este hombre en su oración
porque sabía que Jesús también lo amaba.
Ella terminaba su oración invocándole a Jesús que trajera a este hombre
a la capilla para así tener la certeza de su conversión.
Tres semanas
después, mientras ella rezaba en el mismo lugar, oyó a alguien que
sollozaba. Al darse vuelta vio que era
ese mismo hombre. Él le explicó que por tres semanas su mente había estado muy
confundida. Lo que en ese tiempo había
pensado que estaba bien, ahora le parecía que estaba mal. No podía dormir. Esa noche estuvo manejando por toda la ciudad
de Makati donde vivía. Cuando pasó por la Iglesia de San Miguel vio
la luz de la capilla encendida. La luz
era atrayente e invitadora. Decidió
entrar. Lo que encontró no fue la
condena por sus pecados sino que experimentó la tierna misericordia del Santísimo
Sacramento. Por eso sollozaba.
Cuando llegué
a las 3:00 a.m., É1 me contó su
historia. Oí su confesión, le di la
absolución y desde entonces recibe la Comunión diaria.
La hora santa de Nonette fue de más valor que la cara de
Constantino. La Preciosísima Sangre
de Jesús selló su alma y no pudo escapar de la gracia y la misericordia de
Dios.
Yo no vi la película
"La Lista de Schindler", pero un amigo me
relató una escena muy conmovedora.
Schindler saca de su solapa un prendedor de oro y se lamenta no haberlo
vendido, pues si lo hubiese hecho habría podido comprar una vida más, salvar
una vida más. Y llora. Se lamenta de no haber hecho más.
Querido
Tomás, si supiéramos el valor de una hora santa, nunca dejaríamos pasar un solo
día sin hacerla.
El Santo
Padre en Dominicae Cenae, dice que la
adoración sirve para hacer "reparación" por los males del mundo. No hay límite en el valor de una hora santa,
porque los méritos de la Cruz
son infinitos. Por esta razón, el padre
John Hardon, S. J., indica que es absolutamente imposible exagerar el valor de
una sola hora de oración en presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento.
Jesús dijo: "Y yo cuando sea levantado
de la tierra, atraeré a todos hacia mi" (Jn 12, 32). Con cada hora santa que hagamos atraemos a la
parroquia y al mundo entero, las gracias que Jesús obtuvo para nosotros en el Calvario. El triunfo de la cruz es la misericordia que
obtenemos del Santísimo Sacramento que sella a todos y cada uno de nosotros con
la Preciosísima
Sangre de Jesús.
Fraternalmente
tuyo en
Su Amor Eucarístico,
Mons. Pepe
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