MEDITACIONES PARA SEMANA SANTA
por San Francisco de Sales
Lunes Santo
“María,
tomando una libra de ungüento de nardo legítimo, ungió los pies de Jesús”. Jn.
12, 3
Santa Magdalena siempre fue la perfumista del
Señor que la escogía y la llama para Si para ejercer este oficio. EI día de su
conversión, llevaba el unguento precioso con el cual embalsamó a Jesús. En la
cena que siguió a la resurrección de Lázaro, llevaba un frasco de perfumes y
también lo llevó a la sepultura de Jesús. Es decir, siempre hizo el oficio de
perfumista.
También hay otra cosa admirable en ella: que esta
siempre a los pies de Jesús: cuando se convirtió, en el banquete de casa de
Lázaro, al pie de la Cruz y en la Resurrección… ¡Que dichosas seriáis, queridas
Hijas, si a lo largo de vuestra vida, por nada dejaseis de estar a los pies del
Salvador, viviendo en humildad y sumisión; imitando y siguiendo a esta reina de
las perfumistas y más aún a la Reina de todas las reinas, la Virgen, nuestra
querida Señora, de la cual, Santa Magdalena, era tan devota que jamás la
abandono.
También, Nuestra Señora, quería mucho a esta
santa, más que a todas las demás que la seguían. Acompañó a la Virgen en la
muerte de su Hijo, cuando le sepultaron, en el camino de vuelta, y siempre
estuvo junto a Ella hasta que partió para la Santa Gruta, junto a Marsella, a
seguir con su penitencia. Allí llevó una vida más divina que humana, sin dejar
por ello de estar con el corazón a los pies del Salvador.
¡Qué falta nos hace, a ejemplo de esta gran
santa, hacernos pequeñas y rebajadas, a los pies de Nuestro Señor!
Pero además hay que ofrecer el perfume, hay
que llevar, a nuestro Maestro, un corazón amante para que ÉI le penetre y le
despegue de sí mismo, como hacen el ungüento precioso y el bálsamo que, al caer
sobre algodón, se mezclan y se unen de tal forma, cada vez más, poco a poco,
que ya no se sabe si el algodón esta perfumado o si es perfume; ni si el
perfume es algodón o el algodón perfume. ¡Qué feliz es un alma así! En la
tranquilidad de su corazón conserva amorosamente el sentimiento de la presencia
de Dios.
Sermón de San Francisco de Sales. X,
81,87.
Tratado del Amor de Dios. V, 10.
Martes Santo
“Ahora
ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en El”. Jn.
13, 31
¿No sabías, Teótimo, que el Sumo Sacerdote de
la Ley llevaba sobre su espalda y su pecho los nombres de los hijos de Israel:
o sea, piedras preciosas sobre las cuales estaban grabados los nombres de los
jefes de Israel?
Ahí tienes a Jesús, nuestro gran Obispo, mírale y
considera que ÉI nos lleva sobre sus hombros, aceptando la carga de rescatarnos
por su muerte, y muerte de cruz.
¡Oh, Teótimo!, el alma del Salvador nos
conocía a todos con nombre y apellido; pero especialmente en el día de la
Pasión, cuando ofrecía sus lágrimas, sus oraciones, su sangre y su vida por
todos; sus pensamientos de amor iban especial mente para ti: ¡Oh Padre Eterno!,
tomo sobre Mí y cargo con todos los pecados del pobre Teótimo para sufrir los
tormentos de la muerte y el se vea libre y pueda vivir; que yo sea crucificado
con tal que el sea glorificado.
¡Oh amor soberano del Corazón de Jesús! ¿Qué
corazón podrá bendecirte suficientemente?
Así, en su maternal pecho, su Corazón divino
preveía, disponía, merecía, impetraba todos los beneficios que tenemos y no
solamente en general por todos, sino en particular por cada uno; nos preparaba
esos movimientos, esos atractivos, esas inspiraciones y esas suavidades
mediante los cuales nos va alimentando el corazón para la vida eterna.
Miremos esa voluntad eterna que nos destina
esos beneficios, y el Corazón del Salvador que nos los ha merecido a costa de
tantas penas, sobre todo por su muerte y su pasión.
Tratado del Amor de Dios. Libro XII,
cap. 12, pag. 548. Edit. Denfert.
Miércoles Santo
“Entonces
se fue uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los príncipes de las
Sacerdotes y les dijo: ¿Qué me queréis dar y yo os lo entrego?”. Mt. 26, 14-15
EI Espíritu Santo nos advierte: “EI que esta
de pie, cuide de no caer”. Y en el Padrenuestro decimos: “no nos dejes caer en
la tentación”.
Nunca estamos seguros e invariables en lo
referente a conservar el amor de Dios. EI primer ángel y Judas, que lo habían
tenido, lo perdieron; y David y San Pedro también fallaron en un tiempo.
Me diréis: ¿Cómo es posible que quien tiene
el amor de Dios pueda perderlo?, porque el amor, donde reside, resiste al
pecado. Por tanto, ¿cómo puede entrar allí el pecado? Si el amor es fuerte como
la muerte, duro en el combate como el infierno, ¿cómo pueden las fuerzas de la
muerte o del infierno, es decir, los pecados, vencer al amor, el cual por lo
menos le iguala en fuerza y las sobrepasa en ayuda y en derecho?
¿Cómo puede ser que un alma que razona, una
vez que ha saboreado tan gran dulzura como es la del amor divino pueda jamás,
voluntariamente, tragar las aguas amargas de la ofensa a Dios?
Querido Teótimo, hasta los mismos cielos
están estupefactos y los ángeles se quedan pasmados de asombro al ver esta
prodigiosa miseria del corazón humano, que abandona un bien tan amable para
apegarse a cosas tan deplorables.
Mientras estamos en este mundo, nuestro
espíritu esta sujeto a mil humores y miserias y por consecuencia fácilmente
cambia, y muda en su amor. Solamente en el cielo ya no estaremos sujetos a
cambios y permaneceremos inseparablemente unidos por amor a nuestro soberano
Bien.
Porque es imposible ver a la Divinidad y no
amarla. Pero aquí abajo, la entrevemos solamente a través de las sombras de la
fe y nuestro conocimiento no es tan grande que no deje aun espacio para que
entre la sorpresa de los otros bienes aparentes, los cuales se deslizan entre
las oscuridades que se mezclan con la certeza y verdad de la fe. Se deslizan
insensiblemente como raposas y demuelen nuestra viña florida.
Tratado del Amor de Dios. Libro IV, cap.
19, pags. 168, 170, 175. Edit. Denfert.
Jueves Santo
“Amarás
al Señor, tu Dios, con todo tu corazón”. Lc. 10, 27
Consideremos un poco cual es el amor que el
Señor nos tiene y por el que somos tan profundamente amados.
Os ruego que os fijéis en el encanto que pone
el Salvador para expresarnos el ardor de su pasión de amor, tanto en sus
palabras y afectos como en sus obras.
En sus palabras lo vemos claro, pues nunca
habló tanto de ningún tema como del amor suyo hacia nosotros y del deseo que
tiene de que le amemos. Ved que celoso esta de nuestro amor:”Amarás al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todos tus pensamientos, con
todas tus fuerzas, con todo tu espíritu y con todo lo que tu eres, es decir,
todo lo que tu puedas.
En el Santísimo Sacramento parece que nunca se
cansa de invitar a los hombres a recibirlo, pues nos inculca en forma admirable
todo el bien que tiene preparado para los que se acercan a ÉI dignamente. “Yo
soy el Pan de vida” y tantas otras frases… Y hablando de su muerte, dice: “Con
gran deseo he deseado celebrar esta Pascua con vosotros y nadie tiene amor más
grande que el que da la vida por sus amigos”.
¿No creéis, queridas Hijas, que tenemos una
gran obligación de responder, en cuanto podamos, a este amor incomparable con
el que hemos sido y somos amados por Nuestro Señor?
Esta claro que se lo debemos; por lo menos
pongamos empeño en dárselo. Amar a Dios con todo el corazón, ¿que otra cosa es
sino amarle con todo nuestro amor, nuestro ardiente amor? Para llegar a esto,
no debemos amar demasiadas otras cosas, al menos con particular afecto.
Amarle con todo lo que somos es abandonarle
todo nuestro ser para permanecer totalmente sometidos a su Amor.
Sermón de San Francisco de Sales; 30 de
septiem¬bre de 1618. IX, 198.
Viernes Santo
“Jesús
Nazareno, Rey de los judíos”. Jn. 19, 19
Para hablar de la Pasión, mediante la cual
fuimos rescatados todos, tomaré como tema las palabras del título que Pilatos
hizo escribir sobre la Cruz: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”.
Jesús quiere decir Salvador, así que ha
muerto porque es salvador y para salvar hacía falta morir.
Rey de los judíos, o sea que es Salvador y
Rey al mismo tiempo. Judío significa “confesar”; por tanto es Rey pero de solo
aquellos que le confiesen, y ha muerto para rescatar a los confesores; si,
realmente ha muerto y con muerte de cruz.
Ahí tenemos pues, las causas de la muerte de Jesucristo:
la primera, que era Salvador, santo y Rey; la segunda, que deseaba rescatar a
aquellos que le confiesen.
Pero, ¿no podía Dios dar al mundo otro
remedio sino la muerte de su Hijo? Ciertamente podía hacerlo; ¿es que su
omnipotencia no podía perdonar a la naturaleza humana con un poder absoluto y
por pura misericordia, sin hacer intervenir a la justicia y sin que
interviniese criatura alguna?
Sin duda que podía. Y nadie se atrevería a
hablar ni censurarle. Nadie, porque es el Maestro y Dueño soberano y puede
hacer todo lo que le place.
Ciertamente pudo rescatarnos por otros
medios, pero no quiso, porque lo que era suficiente para nuestra salvación no
era suficiente para satisfacer su Amor.
Y que consecuencia podríamos sacar sino que,
ya que ha muerto por nuestro Amor, deberíamos morir también por ÉI, y si no
podemos morir de amor, al menos que no vivamos sino sólo para ÉI.
Sermón de San Francisco de Sales. Viernes
Santo, 25 de marzo de 1622. X, 360.
Sábado Santo
Los hombres se pasan la vida pensando en lo
que harán cuando se vayan a morir y en cómo dejar claras sus últimas
voluntades… Y para ello, hacen su testamento aún en plena salud, por temor a
que los dolores mortales les impidan manifestar sus intenciones. Pero Nuestro
Señor sabía que ÉI conservaba su vida y la entregaría cuando quisiera y dejó su
testamento para la hora de la muerte.
EI Salvador no quiso dejarnos su testamento
hasta la Cruz, un poco antes de morir y allí, antes que nada, lo selló. Su
sello no es otro sino ÉI mismo, como había hecho decir a Salomón, hablando por
medio de él a un alma devota: “Ponme como un sello sobre tu corazón”.
ÉI aplicó su sello sagrado cuando instituyó
el Santísimo y adorabilísimo Sacramento del Altar.
Después hizo su testamento, manifestando sus últimas
voluntades sobre la cruz, un poco antes de morir, haciendo a cada hombre
coheredero suyo.
Su testamento son las divinas palabras que
pronunció sobre la cruz. Me voy a fijar en dos: dice el buen ladrón: ”Señor,
acuérdate de mi cuando estés en tu Reino”; a lo que Jesús responde: “Hoy
estarás conmigo en el Paraíso”.
Palabra de gran consuelo, porque lo que ha
hecho su Bondad por el buen ladrón, lo hará por todos sus otros hijos de la
Cruz, que son los cristianos.
Dichosos hijos de la Cruz, pues tenéis la
seguridad de que os vais a arrepentir; tenéis la seguridad de que será vuestro
Redentor y de que os va a dar la gloria.
Mirando a su Madre de pie, junto a la Cruz,
con el discípulo amado, le dijo: “Mujer, he ahí a tu hijo” y puso en su
corazón… ¿qué clase de amor? el amor materno.
Y María acepto por suyos a todos los hijos de
la Cruz y se convirtió en Madre nuestra.
Sermón de San Francisco de Sales. Viernes
Santo de 1620.
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