martes, 27 de marzo de 2012

Carta a un hermano Sacerdote - (24)




24                                                    
Rey de amor
Viernes Santo de abril de 1994
Querido padre Tomás:
Cuando el cardenal Sin es alabado por sus muchos talentos, bromeando, él relata la historia bíblica de la entrada de Jesús en Jerusalén. "Jesús montaba un burro cuando entró en la ciudad. Naturalmente, la gente empezó a cantar mientras las mujeres desplegaban sus mantos sobre el camino por donde Cristo de­bería pasar, recibiéndolo en el nombre de Dios". El pobre burro pensó que todas las alabanzas y ovaciones eran para él. No sabía que eran para Jesús, que estaba montado sobre él".
Todos nos podemos reír del humor de este cuento porque nos hace pensar en la naturaleza humana. Por ejemplo, aque­llos que no quieren la adoración perpetua en su parroquia me recuerdan al burro. Piensan que toda la alabanza de la gente se dirige a ellos.
¿O piensan que Jesús no se lo merece? La adoración perpe­tua es la alabanza por todo lo que Jesús ha hecho por nuestra salvación. El Viernes Santo es el precio que pagó al instituir la Eucaristía la noche del Jueves Santo. Primero el banquete, después la cuenta. Jesús dio su Cuerpo en la cruz por amor a nosotros, para que nos pudiera dar Su Cuerpo y todo Su Amor en la Sagrada Comunión. La Eucaristía es Jesús, Rey de Amor.
Jesús fue levantado en la Cruz con odio, porque no querían que fuera su Rey. "Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: 'Este es Jesús, el Rey de los judíos' (Mt 27, 37). Él es levantado con amor por medio de la adoración perpetua.
Por nuestra adoración de Jesús en la Custodia, hacemos que se derrame sobre la parroquia y el mundo las gracias y méritos de la Cruz. "Y acercándonos a Él con incesantes alabanzas, le decimos al mundo: ¡Este es Jesús nuestro adorable Rey de Amor!". Por medio de la adoración perpetua lo proclamamos Rey dándole el honor que realmente merece. Lo sacamos de la cruz de la vergüenza y reemplazamos la corona de espinas con un trono de gloria rodeándolo de amor día y noche.
Cuando toda la Iglesia lo proclame Rey mediante una re­novación Eucarística, cuando cada parroquia tenga adoración perpetua, entonces Él reclamará su Reino y renovará la faz de la tierra.
Fraternalmente tuyo          
en Su Amor Eucarístico,
Mons. Pepe

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