Al caminar de estación a
estación digamos o cantemos:
Perdón oh Dios mío
Perdón
y Clemencia
Perdón
e Indulgencia
Perdón
y Piedad.
Pequé
y mi alma
Su
culpa confiesa
Mil
veces me pesa
De
tanta maldad.
Perdón
oh Dio mío...
SEXTA ESTACION
“La Verónica con un paño limpia el rostro de Jesús”
Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz redimisteis al mundo.
Esta
mujer piadosa y valerosa, se acerca al Señor y le limpia su manchado rostro de
sangre, sudor, lágrimas y polvo que nublaban su vista y le impedía ver su
camino. Todos los días, podemos limpiar
el rostro martirizado de Jesús en nuestro prójimo.
Verónica
demostró su amor a Jesús en una forma esplendorosa, pero también nosotros
podemos demostrar éste amor cien veces al día, si lo deseamos. Amamos lo espectacular, amamos lo
excepcional, pero nos falta amor.
¿Porqué Verónica hizo ese gesto
tan valeroso cuando los apóstoles huían?; es porque ella amaba y el amor tiene
alas. Pidamos ésta gran gracia de amor
a Dios y que Jesús por Su santa Pasión, abrase nuestro corazón con Su amor, ese
amor que nos hará bien y ser prestos a todo por Dios y para Dios.
Todos
los días podemos proclamar nuestra adhesión a Jesús, siendo fieles a Su
Evangelio.
SÉPTIMA ESTACION
“Jesús cae por segunda vez”
Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz redimisteis al mundo.
Somos los grandes culpables de la Pasión de Jesús y nos
gustaría aparentar, ser los inocentes.
¿Olvidamos que por una nada, estamos a menudos dispuestos a poner a
Jesús en tortura? Lo ponemos en la
balanza por un vil placer, una pequeña satisfacción. Olvidamos que, somos nosotros como los
verdugos que por nuestros pecados, dimos poder a Satanás de asesinar a
Jesús. Ponemos a Dios por un camino y
en otro camino a las cosas vulgares y a veces escandalosas, y preferimos irnos
por éste último y cerrar nuestro corazón a la Verdad , a la verdadera vida. Perdón Señor, perdón por nuestra ceguera
espiritual. Os pedimos la gracia de
hacernos comprender la malicia de nuestras faltas, la gravedad de todas nuestras
desobediencias a Vuestros Mandamientos, a Vuestra Voluntad.
Hacednos comprender Oh Jesús, la
malicia de nuestros actos y concédenos la gracia de la conversión y Vuestro
perdón por los méritos de tus Santas llagas.
OCTAVA ESTACION
“En su camino Jesús encuentra a hijas de Jerusalén y las consuela”
Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz redimisteis al mundo.
“Mujeres
de Jerusalén no lloréis por mí, llorad mas bien por vosotras mismas y por
vuestros hijos” dijo el Señor a las plañideras. La verdadera tristeza es el pecado, no es la Pasión en sí misma; porque
todos los males del mundo, vinieron por el pecado. Tenemos nosotros los pobres humanos, que
admitir ésta culpabilidad y golpearnos el pecho, porque el Señor ha sufrido por
causa de nuestros pecados y por los del mundo entero.
La
mayor tristeza, es que el hombre en general, no quiere seguir el camino
señalado por Dios en su Mandamientos y en su Evangelio. El hombre ha deformado éste camino que lleva
al Cielo, y todas las desgracias siguen en la tierra: guerras, injusticias,
sufrimientos de todas clases proliferan, porque han cerrado su corazón a Dios y
se dejan guiar por sus instintos materiales; tenemos un corazón de piedra.
Jesús
nos ha dicho a todos:”Abran su corazón, no su mente”. Pidamos a Dios, un corazón de carne.
NOVENA ESTACION
“Jesús cae por tercera vez”
Te adoramos Señor y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz redimisteis al mundo.
“El
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.
El Hijo de Dios vivo, tomó nuestra
humanidad,
nuestras debilidades, y las cargó en su Cruz hacia su Crucifixión y Muerte
ignominiosa. “No hay mejor amigo, como
el que da la vida por los demás” dice el señor y lo demostró. El hizo de nuestras culpas su carga, y la
carga de nuestros pecados fue su cruz.
Oh
Señor, Salvador nuestro, concédenos la gracia de ser hostias inmoladas y
crucificadas en vos, haced que lleguemos a ser vuestros apóstoles de los
últimos tiempos para enardecer la cristiandad, encender los corazones de
nuestros hermanos y hermanas, para que la humanidad disfrute de mejores días,
para que todo el orbe viva para adorarte y bendecirte por todo lo que haz hecho
por nosotros. “No hay mejor amigo, como
el que da la vida por los demás”, y tú Rey de la Gloria lo haz hecho; por
eso tu Nombre está sobre todo nombre en la tierra y cielo. Como San Pablo: “Ya
no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”.
Continúa
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