DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Santa Margarita María de Alacoque
5. Deseos vehementes del Sagrado Corazón
Es éste un punto que llama la atención en Santa Margarita, y es muy significativo. Porque, si bien Jesucristo, como tan amante de los hombres, no puede menos de anhelar su salvación y cuanto a ella se refiere, sin embargo, como el lector notará, aquí se descubren deseos tales, que no son los ordinarios, deseos que por lo mismo hacen sospechar alguna especial razón.
Habla la Santa de las almas que salvará esta devoción y añade:
«Esto es lo que le da un deseo tan ardiente de ser conocido, amado y honrado de los hombres, en cuyos corazones tanto anhela establecer por este medio el imperio de su puro amor, que promete grandes recompensas a los que se ocupen en hacerle reinar». Nótese, además, en el texto precedente, el amor singular y extraordinario del Corazón de Jesús para con las personas que propaguen con fervor su devoción, y las promesas verdaderamente espléndidas en favor de estos apóstoles; la explicación es sencilla: como el Corazón Divino siente deseo tan ardiente de que su devoción se difunda, no pueden menos de darle un placer grandísimo los que se ocupen en ello; de ahí su amor, de ahí sus promesas, de ahí todo. Lo mismo se afirma en otros varios pasajes.
Pero volvamos a nuestro tema. En esta misma carta, un poco más adelante, hablando del libro del P. Croiset, que el «Corazón de Jesús pide con tanto ardor», añade la Santa: «Haga usted, pues, sin diferirlo, lo que desea de usted; porque no puedo menos de manifestarle que me insta ardientemente a causa del vehemente deseo, que descubre más y más a su indigna esclava, de ser conocido, amado y honrado de los hombres, para reparar las grandes amarguras y humillaciones que le han hecho sufrir, y de las cuales quiere aplicarles los merecimientos por este medio. Mas dame a conocer ser tan excesivo este deseo, que promete a todos cuantos se consagraren y dedicaren a El para darle este placer etc.».
¡Qué expresivo se muestra aquí el deseo del Corazón de Jesús!
«Mi Divino Maestro dio a conocer a su indigna esclava..., que tenía una ardentísima sed de ser conocido, amado y honrado de los hombres con homenajes y honores particulares, a fin de tener manera de contentar su deseo de comunicarles abundantemente sus misericordias y sus gracias santificantes y saludables».
En este texto magnífico está expresado, con grande integridad, todo el porqué de esos anhelos ardientes de que esta devoción se difunda y se practique.
Mostrándole un día su Corazón arrojando llamas por todas partes, le dijo:
«Si tú supieras cuán sediento estoy de hacerme amar de los hombres, no perdonarías nada para ello». Y otras veces oía decir: «Tengo sed, me abraso en deseos de ser amado». Y esto causaba en mí tan fuerte impresión, que me deshacía en lágrimas por no poder satisfacer su amoroso deseo, cosa que espero harán ahora sus fieles siervos, según me lo prometió al enviarme a aquellos que Él se había preparado para esto».
(Continúa)
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Comenzamos esta meditación haciendo un acto de contrición por nuestras faltas:
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo Corazón de Jesús,que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
MEDITACIÓN CORRESPONDIENTE AL DÍA
DÍA 13
EN EL SAGRADO CORAZÓN,
HALLAREMOS EL MÁS
PRECIADO TESORO
HALLAREMOS EL MÁS
PRECIADO TESORO
I
Se cansan los hombres y se exponen a gravísimos peligros, para adquirirse una fortuna; atraviesan mares, desafían climas; todo les parece poco, si pueden hacerse con un puñado de oro para pasar mejor esta miserable vida. ¡Cuántos, no obstante, ven defraudadas sus esperanzas! y aún cuando consigan verse llenos de riquezas, ¿acaso dan éstas, paz y felicidad a su corazón? Al revés, porque el temor de perderlas o la tristeza de tener que abandonarlas con la muerte, bastan para turbar la alegría de su posesión.
Alma mía, no busques con loco afán estas riquezas perecederas. Sea tu mejor riqueza el Sagrado Corazón de Jesús. He aquí un tesoro que sin gran esfuerzo puedes alcanzar. No has de emprender para ganarlo, largos viajes, ni costosos trabajos, ni difíciles industrias, ni luchar con los elementos, ni arriesgar la salud o la existencia. Todo esto lo hacen los hombres por el oro y la plata de este mundo. Nada de esto exige de ti el Sagrado Corazón de Jesús. Le tienes cerca; está a tu mano. Él mismo se te ofrece y convida. Sólo debes querer ser rica, con las riquezas de éste para dejarse poseer con toda seguridad.
¿Deseas, alma mía, esta brillante fortuna? ¿Te decides a querer ser rica con las riquezas de este Sagrado Corazón?
Medítese unos minutos.
II
¡Oh vanas riquezas del mundo, que tantas veces han excitado mi codicia! ¡Oh mezquinos tesoros de oro y plata, o mejor, de lodo y basura, en los cuales suele poner el hombre su corazón! ¿Qué son en comparación de las riquezas. eternas de ese Corazón Divino, tesoro de los bienaventurados y garantía de toda su felicidad? ¡Qué necios son los hombres que se desviven por alcanzarlos, sabiendo que van a morir, y que los han de dejar apenas hayan empezado a poseeros!
¡Oh Señor, que eres la verdadera riqueza de tus elegidos! No quiero otra cosa que a Ti, ni busco mejor tesoro. Estoy seguro de que si llego a poseerte, ni ladrones, ni adversidades, ni la muerte misma me han de separar de Ti. Los poderosos del mundo tienen suntuosos palacios; a mí me basta un asilo en el nido amoroso de tu Corazón; se cubren con galas y joyas de gran precio; yo sólo quiero para mi alma las joyas de tu gracia; se gozan ellos en espléndidos banquetes y ruidosas músicas; a mí me basta saborear los inefables consuelos de tu amor.
¡Oh Señor, riqueza inagotable! ¡Qué pobre es el corazón que no te posee aunque posea todos los bienes de la. tierra!
Medítese, y pídase la gracia particular.
ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a tus pies, ¡oh Jesús mío!,considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy fragil, oh poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias: cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.
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