El 16 de junio de 2002 tuvo lugar en la Plaza de San Pedro, en Roma, la
mayor ceremonia de canonización jamás vista. Fue honrado así uno de los
más grandes santos del siglo XX, nacido en 1887 en Pietrelcina (Italia) y
muerto en 1968 en el convento de San Giovanni Rotondo donde pasó,
prácticamente sin salir, su último medio siglo de vida.
Su confesonario y su misa reunían a multitudes venidas de todo el mundo,
atraídas por la santidad que evidenciaban, entre otros signos, los estigmas
de la Pasión que le acompañaron desde muy joven y las conversiones y
milagros obtenidos por su intercesión.
Y eso ocurrió en vida, pero sobre todo después de muerto, como explica a ReL el
escritor José María Zavala, autor de Padre Pío. Los milagros desconocidos del santo de los
estigmas (LibrosLibres).
¿Ha hecho más ruido el Padre Pío en
estos diez años que en vida, como prometió una vez con sentido del humor?
Se cuentan ya por centenares, e incluso por millares, las conversiones y/o
curaciones por intercesión de este gran santo en todo el mundo desde su
canonización por Juan Pablo II, tal día como hoy pero de hace diez años. Y
aun así, da la impresión de que sólo conocemos la punta del iceberg de la
gran obra que, por su intercesión, sigue haciendo hoy el Señor en las almas
de todos los pecadores.
De hecho, la quinta edición de su libro hubo de incluir un
capítulo especial con casos conocidos presicamente a raíz de su
publicación. A punto de salir la séptima edición, ¿tendría nuevos casos
que contar?
Anteayer mismo recibí el último testimonio en mi correo electrónico: el de
Irene, quien, tras leer el libro del Padre Pío empezó a rezar la novena al
santo para que ella y su marido encontrasen trabajo. Pues antes incluso de
terminarla hallaron los dos un empleo... ¡en plena crisis económica! ¿Acaso no
es un verdadero milagro?
¿Y alguna curación milagrosa?
Hablando de milagros, puede usted imaginarse la ilusión que me hizo constatar
que Ricardo, un viejo compañero de estudios al que no veía desde el colegio,
se ha curado por fin de un cáncer de colon por intercesión del Padre Pío.
Tras treinta años sin verle, apareció en una de las charlas sobre el Padre
Pío que dio el también sacerdote capuchino Elías Cabodevilla. Al final,
Ricardo se acercó a verme para darme la tremenda noticia: "José María, me
estoy muriendo", sentenció. Acto seguido, me explicó que los médicos le
habían dado tan sólo un 5 por ciento de posibilidades de seguir con vida tras
extirparle parte del hígado a causa de una metástasis.
En la última cirugía, le abrieron en canal para echarle quimioterapia "a
granel" y quemar las células cancerígenas con más bien nulas esperanzas
de salvación.
¿Cuál era su estado de ánimo?
"José María", añadió él, con una serenidad que me conmovió,
"no me da miedo morir; lo tengo asumido. Lo único que me preocupa es
dejar viuda y dos niños de once y diez años..." Pensé entonces,
emocionado, en que yo también tenía dos hijos de esa misma edad.
¿Y le habló del Padre Pío?
"Tranquilo, que te vas a curar", osé decirle. Y añadí, de corazón:
"Esta misma noche empezamos a rezar mi esposa, mis hijos y yo la novena
al Padre Pío por ti; haz tú lo mismo". Las pruebas médicas posteriores
evidenciaron su inexplicable curación.
¿Y alguna conversión de la que haya
tenido noticia recientemente?
¿Más milagros? Esther ha experimentado su propia conversión y la de su pareja
con la que convivía desde hacía siete años sin estar casada por la Iglesia.
Hace unos meses contactó conmigo para anunciarme que acababa de poner en
marcha su proceso de nulidad para que tanto ella como él pudiesen contraer
santo matrimonio algún día si era la voluntad de Dios. “Desde que leí el
libro, rezo todos los días al Padre Pío para que me ayude a ser mejor”, me
dijo Esther. Gloria a Dios.
¿Cuándo conoció usted al Padre Pío
y cómo ha influido en su vida?
Hace poco más de cuatro años, unos amigos nos invitaron a ver una película
sobre el Padre Pío en su casa, producida por la RAI italiana para la
televisión. Por el camino, le dije ya a mi esposa que me parecía un rollazo
tragarnos la película de un fraile, que encima duraba más de tres horas.
Pero, a medida que la veía, sentí que algo se removía en mi interior. Hasta
el punto de que esa misma noche, al regresar a casa, me puse a investigar en
Internet la vida del Padre Pío. Me impactó que tuviese los estigmas del Señor
en manos, pies y costado durante cincuenta años consecutivos, y que hubiese
muerto como quien dice “anteayer”, en 1968, sin que yo tuviese la menor
noticia de su existencia.
Y se puso a trabajar...
El Padre Pío irrumpió así en mi vida y me eligió, pese a todas mis miserias,
como instrumento para darle a conocer en España y hacer el bien a tanta gente
necesitada de Dios a través de un libro que no para de venderse. Desde que
conozco al Padre Pío, recibo su ayuda para ser mejor persona y preocuparme
por los demás. Nadie, que yo sepa, ha permanecido indiferente tras explorar
la colosal figura del Padre Pío.
Para este libro y posteriormente ha
visitado varias veces la tumba del santo de Pietrelcina. ¿Vale la pena ir
allí como lugar de peregrinación?
En San Giovanni Rotondo se encuentra el convento donde el Padre Pío vivió más
de cincuenta años. Si uno acude allí con fe y sencillez de espíritu, sentirá
su presencia. Igual que Teresa, quien, pese a estar alejada de Dios, viajó
allí con su madre en busca del gran milagro que curase a ésta de un tumor en
el cerebelo. Cuando regresaron a Madrid, tras una semana implorando la
intercesión del Padre Pío, la madre estaba curada y la hija, convertida. El
caso se relata con todo detalle en el libro; como muchos otros que yo mismo
he presenciado.
Más allá de los favores obtenidos
por su intercesión, ¿cuál es el mensaje del Padre Pío que lo hace tan actual
para nuestro tiempo?
Como dijo el Papa Benedicto XV, “el Padre Pío es uno de esos hombres
extraordinarios que el Señor envía de vez en cuando a la tierra para
convertir a las almas”. Y sin remontarnos tanto en el tiempo, monseñor José
Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, aseguró en la presentación del
libro que el santo italiano fue suscitado por Dios “para sacudir la incredulidad
de nuestro siglo y para escándalo de las mentes secularizadas”. El Padre Pío
nos recuerda que Jesucristo murió en la cruz por Amor, para salvarnos del
pecado, y que con ayuda de la gracia santificante debemos parecernos lo más
posible a Él.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario