DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Santa Margarita María de Alacoque
7. Virtud santificadora de este culto
B) Respecto de las Comunidades religiosas
Dada la fuerza santificante, respecto de los individuos en particular, que esta devoción encierra, se cae de su peso la importancia que del propio modo tendrá en orden a las Comunidades religiosas, que al fin y al cabo se componen de individuos; pero como a pesar de esto, Nuestro Señor tuvo palabras especiales para ellas, no parece será inútil que expongamos nosotros, al menos, algunas de ellas.
La mayoría de los textos hablan de la Visitación y de la Compañía de Jesús, por razón de las personas que intervenían en aquellas circunstancias, pero ya se entiende que, fuera de algunas cosas peculiares de estas Órdenes, lo demás, que es casi todo, son promesas que se realizarán en cualquier Instituto o Comunidad que ponga las condiciones pedidas, ya que Dios Nuestro Señor no es aceptador de personas. Además de que la propia Santa en otros pasajes habla de la misma forma, refiriéndose a todas las Órdenes religiosas, y de que, en fin, la experiencia enseña continuamente que no hay distinción de individuos ni de Órdenes para el Corazón Divino, sino según la distinción de la fidelidad y el amor.
En orden, pues, a las Comunidades religiosas varios son los efectos que Santa Margarita atribuye a la devoción del Corazón de Jesús. Indicaremos sólo los más principales.
Quiebras, cimientos
En carta de 1685 a la M. Saumaise, dice: «Nuestro Padre S. Francisco de Sales, temiendo que los fundamentos de su edificio viniesen a cuartearse, había pedido un sostén capaz de defenderlo. Se le concedió la devoción del Corazón de Jesús, como medio para reparar las quiebras del edificio, y servirle de defensa contra los ataques de sus enemigos, y de apoyo para que no sucumba en lo venidero».
«No puedo dispensarme de decir a V. unas palabras más acerca de la fiesta de nuestro Santo Fundador, el cual me dio a conocer que no había medio más eficaz para reparar las quiebras de su Instituto que introducir en él la devoción al Sagrado Corazón, y que él deseaba que este remedio se usase».
«Yo pienso que éste es uno de los medios más eficaces para tornarle a levantar de sus caídas, y servirle como de castillo inexpugnable contra los asaltos que el enemigo le da continuamente para arruinarlo, por medio de un espíritu extraño de orgullo y ambición, que quiere introducir en lugar de aquel de humildad y sencillez, que son el fundamento del edificio. Y confieso a V. parecerme que nuestro Santo Fundador es quien desea y solicita que esta devoción se introduzca en su Instituto, porque conoce sus efectos».
Nótese cuántas veces habla de cimientos, fundamentos, etc.; y es que en este punto está el nervio de las Órdenes religiosas. Es fácil equivocarse y creer, al menos prácticamente, que la Orden se reduce a guardar escrupulosamente ciertas prácticas tradicionales externas, o si internas, de importancia secundaria, y en cambio lo fundamental, los ejes y el alma del Instituto, lo que fue lo más saliente en los religiosos primitivos, dejarlo en segunda línea. Por ahí vino Israel al estado en que lo hallé Jesucristo, y del cual no se ha levantado aún. A todos se nos dirige aquella magnífica sentencia del Salvador: Haec, estas cosas, es decir, las graves de que acababa de hablar, las fundamentales, los cimientos, oportet facere, se han de hacer, en éstas se ha de insistir; el illa, y aquéllas, a saber, lo del comino y el anís, las menudencias, lo secundario, non omittere, no omitirlas; es decir, poner el cuidado suficiente para no dejarlas, y nada más; porque las energías vitales de nuestro ser son limitadas, y si se nos va mucha agua por la cañería de las menudencias, por fuerza tiene que ir poca por la cañería de los cimientos.
(Continúa)
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Comenzamos esta meditación haciendo un acto de contrición por nuestras faltas:
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo Corazón de Jesús,que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
MEDITACIÓN CORRESPONDIENTE AL DÍA
DÍA 16
EN EL SAGRADO CORAZÓN,
HALLAREMOS LA
FUENTE DE LA ALEGRÍA
HALLAREMOS LA
FUENTE DE LA ALEGRÍA
I
Servid a Dios con alegría, dicen los Libros Santos; y en efecto, la alegría del corazón ha sido siempre el distintivo de los verdaderos servidores de Dios. Los Santos, en medio de sus más rigurosas austeridades, han sido alegres. Nunca la tristeza fue virtud, sino más bien tentación y peligro para el alma cristiana.
Pero ¿dónde encontraremos verdadera alegría? Causas de turbación y tristeza las hallaremos por doquier, y parece imposible substraerse a ellas. Vayamos a depositar nuestras congojas en el Corazón de Jesús, y encontraremos en Él la fuente de la verdadera alegría. Descarguémonos allí del peso de nuestras inquietudes por medio de una perfecta aceptación de la santa voluntad de Dios. No tardaremos en oír resonar en el fondo de nuestro corazón aquellas dulces palabras que tan a menudo dirigía el Salvador a sus discípulos: “¡La paz sea con vosotros!”
¡Oh Jesús mío! Mi alma tiene necesidad de Ti para sacudir el peso abrumador de sus perpetuas tristezas. Tú lo has dicho en otra ocasión: “Alégrate, hijo de Sión, porque está en medio de ti el Santo de Israel”. Dame, ¡oh Señor!, este don celestial con que favoreces a tus escogidos.
Medítese unos minutos
II
Todos buscamos la alegría; pero erramos por lo común el camino para encontrarla. El mundo la promete continuamente, pero bien sabe él que no la puede dar. Sus alegrías son ruidosas y alborotadas, pero ni llenan el corazón, ni duran más que breves momentos. El rostro de los mundanos es casi siempre una máscara alegre, que oculta un corazón devorado por el tedio y el desasosiego, y quizás por el remordimiento. El gozo interior es únicamente propiedad de la buena conciencia. El alma de San Francisco Javier en medio de sus fatigas apostólicas se sentía tan inundada de él, que le obligaba a exclamar:“Basta, Señor, basta”. Cuando, pues, nos hallemos tristes, examinemos nuestro corazón, y veremos que siempre nace nuestra tristeza de alguna secreta falta de virtud.
¡Oh Divino Corazón, que eres en el cielo la alegría de los Ángeles y Santos y en este mundo la de todos tus amigos! Por Ti sonríen alegres en sus tormentos los mártires, en sus penitencias los anacoretas, en sus humillaciones los seguidores de tu santa ley. .Por Ti espero conservar el gozo profundo de mi alma, Jesús amantísimo, hasta en las amarguras de mi última agonía. Habla, oh Dios mío, a mi alma con aquella voz conmovedora, y se estremecerán de júbilo mis entrañas, y disfrutaré ya en este mundo anticipadamente las alegrías del paraíso.
Medítese, y pídase la gracia particular.
ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a tus pies, ¡oh Jesús mío!,considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.
¡Mira que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy fragil, oh poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias: cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.
Un abrazo en Jesús y María, bajo la protección de San José.
Familia Mobilia
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