miércoles, 20 de junio de 2012

21° Día del Sagrado Corazón de Jesús - Pidamos por nuestras familias


                                  

DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
                    Santa Margarita María de Alacoque          
8. Remedio soberano para las almas del Purgatorio 
            No deja de sorprender la devoción de Santa Margarita a las ánimas del Purgatorio. Que un santo canonizado la haya tenido es cosa muy natural, pero que un alma como Santa Margarita, cuya misión en la tierra fue únicamente el reinado del Corazón de Jesús; a quien, como ella misma confesará después, el Sagrado Corazón parece había formado para Sí de tal manera, que era enteramente insensible a todo cuanto Él no fuese; que un alma así se nos presente después, no con una devoción ordinaria hacia las benditas ánimas, sino tan saliente y tan marcada cual no se ve en la inmensa mayoría de los santos, ofrece materia para pensar si, tal vez, haya alguna misteriosa relación entre la devoción al Corazón de Jesús y las almas del Purgatorio. 

Devoción de Santa Margarita 
            Que en Santa Margarita sea nota característica, es cosa clara para quien esté versado algún tanto en sus escritos; en la Vida y Obras de la Santa se pueden hallar sin dificultad más de cincuenta pasajes sobre las almas benditas; las apariciones eran frecuentes y muy familiares, tanto que ya la Santa las llamaba sus amigas
            ¡Qué contacto con ellas supone el siguiente párrafo que vamos a transcribir, y que no es sino uno de los muchos que tiene sobre este tema!: 
            «Nuestra querida Madre me ha dado para las almas la noche del Jueves Santo, permitiéndome pasarla delante del Santísimo Sacramento, en donde estuve una parte del tiempo como rodeada toda de estas pobres almas dolientes, con las cuales he contraído una estrecha amistad; y Nuestro Señor me dice que me da para ellas este año, (habla así la Santa porque todas sus obras eran ya del Corazón de Jesús), con objeto de que les haga todo el bien que pueda. Están frecuentemente conmigo, y no les doy otro nombre que el de mis amigas pacientes. Hay una que me hace sufrir mucho, y no la puedo aliviar cuanto yo quisiera». 
            Ellas le contaban sus penas y las causas que las habían motivado, cosa por cierto de grandísima instrucción; muchos de los sufrimientos de la Santa eran debidos a su unión con las ánimas: 
            «El Sagrado Corazón continúa dándome ciertas almas del Purgatorio para ayudarlas a satisfacer a la divina justicia; en este tiempo es cuando sufro un tormento poco más o menos como el de ellas, sin hallar descanso ni de día ni de noche». 
            «El me hizo ver en Sí dos santidades, una de amor y otra de justicia, ambas rigurosas a su manera, y las cuales se ejercitarían continuamente sobre mí. La primera me haría sufrir una especie de Purgatorio dolorosísimo de soportar, a fin de aliviar las santas almas que están en él detenidas, y a las cuales permitiese El, según su beneplácito, que se dirigiesen a mí». 
            Frecuentemente pedía oraciones y sacrificios para ellas, con un encarecimiento que muestra bien el amor que les tenía: 
            «¡Ah, mi buena Madre, -escribía a la M. de Saumaise- qué obligada le quedan!, si me ayuda V. con sus oraciones a aliviar a mis buenas amigas pacientes del Purgatorio, pues así es como yo las llamo! No hay cosa que no quisiera hacer y sufrir por alivianas. Le aseguro que no son desagradecidas». 
            Cuando salían del Purgatorio, venían, a veces, a despedirse y darle las gracias. 
            Con mucha razón y conocimiento de causa en el templo votivo nacional al Sagrado Corazón en Montmartre, una de las capillas esta dedicada a las ánimas benditas, como para demostrar la relación que media entre ellas y esta devoción sagrada. 
(Continúa)
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Comenzamos esta meditación haciendo un acto de contrición por nuestras faltas:
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo Corazón de Jesús,que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tienes en vuestra presencia, pidiendo perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, haberte ofendido, por ser Vos tan bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos luz y gracia para meditar tus virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
 MEDITACIÓN CORRESPONDIENTE AL DÍA
DÍA 21
PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN,
 POR LA RESTAURACIÓN 
  DE LA FAMILIA CRISTIANA
I
Adonde el infierno dirige con más ahínco sus ataques es a la sociedad doméstica. Lograr que desaparezca Jesucristo de la familia, éste es el blanco de sus deseos. Y ¡cómo se va logrando en muchas partes este deseo de Satanás! Apenas se encuentra ya en algunos lugares la familia verdaderamente cristiana. Ciertos padres y madres de hoy parecen haber desterrado la Religión de su hogar, según tienen olvidadas allí todas las prácticas de ella. Apenas se reza; y en familia, apenas se oye en ella el nombre de Dios. Toda la importancia se da al interés, a la vanidad, al lujo exagerado, a las culpables diversiones.
   ¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! Hazte cargo también de esta necesidad y acude a remediarla. Haz tuyos nuevamente nuestros hogares, de donde parece haberte echado el demonio tu enemigo. Vuelve a reinar ¡oh Señor! en nuestras casas, como en otros templos consagrados a Ti. Une a tu Divino Corazón los corazones de los padres y de los hijos, que hoy tienen miserablemente divididos la disipación y el egoísmo.
   ¡Oh Sagrado Corazón! Te pedimos hoy más fervorosamente por esta necesidad, una de las más tristes de nuestros días. 
   Medítese unos minutos.
II
   ¡Qué distinta sería la faz del mundo si volviese a reinar en la familia cristiana el Sagrado Corazón de Jesús! ¡Cómo sería la prudencia de los padres; cómo el respeto de los hijos; cómo la fidelidad de los esposos; cómo el amor de los hermanos! Cada casa cristiana sería un vivo calco de la Sagrada Familia de Nazareth.
   Hoy no reina en muchas de ellas Dios; pero reinan en cambio el egoísmo, la desconfianza, la relajación de los vínculos más sagrados. ¡Corazón de Jesús! ¿Es esta la familia cristiana como Tú la quieres? No. Es como la quiere el demonio, enemigo de tu nombre y de nuestras almas. Quítale, pues, Jesús, este señorío a Satanás; recóbralo Tú para no perderlo ya nunca. Sé Tú mismo en la familia el centro de unión, norma de conducta; den los padres buen ejemplo y sano consejo; muestren los hijos obediencia y docilidad; esmérense todos en el cumplimiento de tu ley y en el respeto a tu Iglesia.
   ¡Oh Señor! Sé Tú el verdadero Padre de familias, de todas éstas acá en la tierra, para que juntas formen un día contigo, la dichosísima familia del cielo. 

   Medítese, y pídase la gracia particular.


ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a tus pies, ¡oh Jesús mío!,considerando las inefables muestras de amor que me has dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo tu adorabilísimo Corazón, te pido humildemente la gracia de conocerte, amarte y servirte como fiel discípulo tuyo, para hacerme digno de las gracias y bendiciones que generoso concedes a los que de veras te conocen, aman y sirven.
   ¡Mira que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Ti como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mira que soy muy ignorante, oh soberano Maestro, y necesito de tus divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mira que soy muy fragil, oh poderosísimo amparo de los débiles, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Ti para no desfallecer! Sé todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, luz de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Ti lo espera todo mi pobre corazón. Tú lo alentaste y convidaste cuando con tan tiernas palabras, dijiste repetidas veces en tu Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de tu Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío te hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tómalo, y dame en cambio lo que sabes me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
   Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias: cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.

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