domingo, 10 de marzo de 2013

Evangelio - Lunes IV Semana de Cuaresma



Día litúrgico: Lunes IV de Cuaresma
Texto del Evangelio (Jn 4,43-54): En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».

Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.
Comentario: Rev. D. Ramon Octavi SÁNCHEZ i Valero (Viladecans, Barcelona, España)
Jesús partió de Samaría para Galilea
Hoy volvemos a encontrar a Jesús en Caná de Galilea, donde había realizado el conocido milagro de la conversión del agua en vino. Ahora, en esta ocasión, hace un nuevo milagro: la curación del hijo de un funcionario real. Aunque el primero fue espectacular, éste es —sin duda— más valioso, porque no es algo material lo que se soluciona con el milagro, sino que se trata de la vida de una persona.

Lo que llama la atención de este nuevo milagro es que Jesús actúa a distancia, no acude a Cafarnaúm para curar directamente al enfermo, sino que sin moverse de Caná hace posible el restablecimiento: «Le dice el funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo’. Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive’» (Jn 4,49.50).

Esto nos recuerda a todos nosotros que podemos hacer mucho bien a distancia, es decir, sin tener que hacernos presentes en el lugar donde se nos solicita nuestra generosidad. Así, por ejemplo, ayudamos al Tercer Mundo colaborando económicamente con nuestros misioneros o con entidades católicas que están allí trabajando. Ayudamos a los pobres de barrios marginales de las grandes ciudades con nuestras aportaciones a instituciones como Cáritas, sin que debamos pisar sus calles. O, incluso, podemos dar una alegría a mucha gente que está muy distante de nosotros con una llamada de teléfono, una carta o un correo electrónico.

Muchas veces nos excusamos de hacer el bien porque no tenemos posibilidades de hacernos físicamente presentes en los lugares en los que hay necesidades urgentes. Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino que obró el milagro.

La distancia no es ningún problema a la hora de ser generoso, porque la generosidad sale del corazón y traspasa todas las fronteras. Como diría san Agustín: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para dar».
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Otro comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
La fe es un acto con el que me confío libremente a un Dios que me ama
Hoy, el saber de la ciencia por sí sólo no basta. El pan material no es lo único que necesitamos; tenemos necesidad de amor, de significado y de esperanza, de un fundamento seguro. La fe nos dona precisamente esto: es un confiado entregarse a un "Tú" que es Dios, quien me da una certeza distinta, pero no menos sólida que la que me llega del cálculo exacto o de la ciencia.

La fe no es un simple asentimiento intelectual del hombre a las verdades particulares sobre Dios; es un acto con el que me confío libremente a un Dios que es Padre y me ama; es adhesión a un "Tú" que me dona esperanza y confianza.

—Dios ha revelado que su amor hacia el hombre, hacia cada uno de nosotros, es sin medida: en la Cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, nos muestra en el modo más luminoso hasta qué punto llega este amor, hasta el don de sí mismo, hasta el sacrificio total.
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Otro comentario:
LA ORACIÓN PERSONAL
— Necesidad de la oración. El ejemplo de Jesús.
Estaba Jesús orando en cierto lugar...1. Muchos pasajes del Evangelio muestran a Jesús que se retiraba y quedaba a solas para orar2; y se pone particularmente de relieve en los momentos más importantes de su ministerio público: Bautismo3, elección de los Apóstoles4, primera multiplicación de los panes5, transfiguración6, etcétera. Era una actitud habitual de Jesús: «A veces, pasaba la noche entera ocupado en coloquio íntimo con su Padre. ¡Cómo enamoró a los primeros discípulos la figura de Cristo orante!»7. ¡Cómo nos ayuda a nosotros!
En esta Cuaresma podemos fijarnos especialmente en una escena que contemplamos en el Santo Rosario: la oración de Jesús en el Huerto. Inmediatamente antes de entregarse a la Pasión, el Señor se dirige con los Apóstoles al Huerto de Getsemaní. Muchas veces había rezado Jesús en aquel lugar, pues San Lucas dice: Salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos8. Pero esta vez la oración de Jesús tendrá un matiz muy particular, porque ha llegado la hora de su agonía.
Llegado a Getsemaní, les dijo: Orad, para no caer en tentación9. Antes de retirarse un poco para orar, el Señor pide a los Apóstoles que permanezcan también en oración. Sabe Jesús que se acerca para ellos una fuerte tentación de escándalo al ver que es apresado su Maestro. Se lo ha comunicado ya durante la Última Cena, y ahora les advierte que no podrán resistir la prueba si no permanecen vigilantes y orando.
La oración es indispensable para nosotros, porque si dejamos el trato con Dios, nuestra vida espiritual languidece poco a poco. «Si se abandona la oración, primero se vive de las reservas espirituales..., y después, de la trampa»10. En cambio, la oración nos une a Dios, que nos dice: Sin mí no podéis hacer nada11. Conviene orar perseverantemente12, sin desfallecer nunca. Hemos de hablar con Él y tratarle mucho, con insistencia, en todas las circunstancias de nuestra vida. Además, ahora, durante este tiempo de Cuaresma, vamos con Jesucristo camino de la Cruz, y «sin oración, ¡qué difícil es acompañarle!»13.
El Señor nos enseña con el ejemplo de su vida cuál ha de ser nuestra actitud: dialogar siempre filialmente con Dios. «No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama»14. Siempre hemos de procurar tener presencia de Dios y contemplar los misterios de nuestra fe. Ese diálogo con Dios no debe interrumpirse; más aún, debe hacerse en medio de todas las actividades. Pero es indispensable que sea más intenso en esos ratos que diariamente dedicamos a la oración mental: meditamos y hablamos en su presencia sabiendo que verdaderamente Él nos oye y nos ve. Quizá sea la necesidad de la oración, junto con la de vivir la caridad, uno de los puntos en los que el Señor insistió más veces en su predicación.
— Oración personal: diálogo confiado con Dios.
Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, puesto de rodillas, oraba, diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya15.
Cuando el sufrimiento espiritual es tan intenso que le hace entrar en agonía, el Señor se dirige a su Padre con una oración llena de confianza. Le llama Abba, Padre, y le dirige palabras íntimas. Ese es el camino que debemos seguir también nosotros. En nuestra vida habrá momentos de paz espiritual y otros de lucha más intensa, quizá de oscuridad y de dolor profundo, con tentaciones de desaliento... La imagen de Jesús en el Huerto nos señala cómo hemos de proceder siempre: con una oración perseverante y confiada. Para avanzar en el camino hacia la santidad, pero especialmente cuando sintamos el peso de nuestra debilidad, hemos de recogernos en oración, en conversación íntima con el Señor.
La oración pública (o en común) en la que participan todos los fieles es santa y necesaria, pues Dios quiere ver a sus hijos también juntos orando16, pero nunca puede sustituir al precepto del Señor: tú, en tu aposento, cerrada la puerta, ora a tu Padre17. La liturgia es la oración pública por excelencia, «es la cumbre hacia la cual tiende toda la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo fuente de donde mana toda su fuerza (...). Con todo, la vida espiritual no se contiene en la sola participación de la sagrada Liturgia. Pues el cristiano, llamado a orar en común, debe sin embargo entrar también en su aposento y orar a su Padre en lo oculto, es más, según señala el Apóstol, debe rezar sin interrupción (1 Tes, 5, 17)»18.
La oración hecha en común con otros cristianos también debe ser oración personal, mientras los labios la recitan con las pausas oportunas y la mente pone en ella toda su atención.
En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene con un amigo, sabiéndolo presente, siempre atento a lo que decimos, oyéndonos y contestando. Es en esta conversación íntima, como la que ahora intentamos mantener con Dios, donde abrimos nuestra alma al Señor, para adorar, dar gracias, pedirle ayuda, para profundizar –como los Apóstoles– en las enseñanzas divinas. «Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?” —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!; y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio.
»En dos palabras: conocerle y conocerte: “¡tratarse!”»19.
Nunca puede ser plegaria anónima, impersonal, perdida entre los demás, porque Dios, que ha redimido a cada hombre, desea mantener un diálogo con cada uno de ellos, y al final de la vida la salvación o condenación dependerán de la correspondencia personal de cada uno. Debe ser el diálogo de una persona concreta –que tiene un ideal y una profesión determinada, y unas amistades propias..., y unas gracias de Dios específicas– con su Padre Dios.
— Poner los medios para rezar con recogimiento y evitar las distracciones.
Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los encontró adormilados por la tristeza. Y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación20.
Los apóstoles han descuidado el mandato del Señor. Los había dejado allí, cerca de Él, para que velaran y orasen y así no cayeran en la tentación: pero aún no aman bastante, y se dejan vencer por el sueño y la flaqueza, abandonando a Jesús en aquel momento de agonía. El sueño, imagen de la debilidad humana, ha permitido que se apodere de ellos una tristeza mala: decaimiento, falta de espíritu de lucha, abandono de la vida de piedad.
No caeremos en esa situación si mantenemos vivo el diálogo con Dios en cada rato de oración. Frecuentemente tendremos que acudir a los Santos Evangelios o a otro libro –como este que lees–, para que nos ayude a encauzar ese diálogo, aproximarnos más al Señor, en el que nada ni nadie nos puede sustituir. Así hicieron muchos santos: «Si no era acabando de comulgar –dice Santa Teresa– jamás osaba comenzar a tener oración sin libro, que tanto temía mi alma estar sin él en oración, como si con mucha gente fuera a pelear. Con este remedio, que era como una compañía o escudo en que había de recibir los golpes de los muchos pensamientos, andaba consolada»21.
Hemos de poner los medios para hacer esa oración mental con recogimiento. En el lugar más adecuado según nuestras circunstancias, siempre que sea posible, ante el Señor en el Sagrario. Y a la hora que hayamos determinado en nuestro plan de vida ordinario. En la oración estaremos también prevenidos contra las distracciones; esto supone, en gran medida, la mortificación de la memoria y de la imaginación, apartando lo que nos impida estar atentos a nuestro Dios. Hemos de evitar el tener «los sentidos despiertos y el alma dormida»22.
Si luchamos con decisión contra las distracciones, el Señor nos facilitará la vuelta al diálogo con Él; además, el Ángel Custodio tiene, entre otras, la misión de interceder por nosotros. Lo importante es no querer estar distraídos y no estarlo voluntariamente. Las distracciones involuntarias, que nos vienen a pesar nuestro, y que procuramos rechazar en cuanto somos conscientes, no quitan provecho ni mérito a nuestra oración. No se enfadan el padre y la madre porque balbucee sin sentido el niño que todavía no sabe hablar. Dios conoce nuestra flaqueza y tiene paciencia, pero hemos de pedirle: «concédenos el espíritu de oración»23.
Al Señor le será grato que hagamos el propósito de mejorar en la oración mental todos los días de nuestra vida; también aquellos en los que nos parezca costosa, difícil y árida, porque «la oración no es problema de hablar o de sentir, sino de amar. Y se ama, esforzándose en intentar decir algo al Señor, aunque no se diga nada»24. Si lo hacemos así, toda nuestra vida saldrá enriquecida y fortalecida. La oración es un potentísimo faro que da luz para iluminar mejor los problemas, para conocer mejor a las personas y así poder ayudarlas en su caminar hacia Cristo, para situar en su verdadero lugar aquellos asuntos que nos preocupan. La oración deja en el alma una atmósfera de serenidad y de paz que se transmite a los demás. La alegría que produce es un anticipo de la felicidad del Cielo.
Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre Santa María, que pasó largas horas mirándole, hablando con Él, tratándole con sencillez y veneración. Si acudimos a Nuestra Madre del Cielo, aprenderemos muy pronto a hablar, llenos de confianza, con Jesús, y a seguirle de cerca, muy unidos a su Cruz.
1 Lc 11, 1-3. — 2 Cfr. Mt 14, 23; Mc 1, 35; Lc 5, 16; etc. — 3 Cfr. Lc 3, 21. — 4 Cfr.Lc 6, 12. — 5 Cfr. Mc 6, 46. — 6 Cfr. Lc 9, 29. — 7 San Josemaría EscriváEs Cristo que pasa, 119. — 8 Lc 22, 39. — 9 Lc 22, 40. — 10 San Josemaría EscriváSurco, n. 445. — 11 Jn 15, 5. — 12 Cfr. Lc 18, 1. — 13 San Josemaría EscriváCamino, n. 89. — 14 Santa TeresaVida, 8, 2. — 15 Lc 22, 41-42. — 16 Cfr. Mt 18, 19-20. — 17 Mt6, 6. — 18 Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 10, 12. — 19 San Josemaría EscriváCamino, n. 91. — 20 Lc 22, 45-46. — 21 Santa TeresaVida, 6, 3. — 22 Cfr. San Josemaría EscriváCamino, n. 368. — 23 Preces de laudes. Lunes IV semana de Cuaresma. — 24 San Josemaría EscriváSurco, n. 464.
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Otro comentario: San Anastasio de Antioquía (c - 599), monje después patriarca de Antioquía 
Homilía 5, sobre la Resurrección de Cristo, 6-9; PG 89, 1358-1362 (trad. breviario, difuntos) 

“Tu hijo está vivo”

    “Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muerto” (Rm 14,9).  Pero, no obstante, Dios “no es Dios de muertos, sino de vivos” (Lc 20,38). Los muertos, por tanto, que tienen como Señor al que volvió a la vida, ya no están muertos, sino que viven, y la vida los penetra hasta tal punto que viven sin temer ya a la muerte. Como Cristo que, “una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más”, (Rm 6,9), así ellos también, liberados de la corrupción, no conocerán ya la muerte y participarán de la resurrección de Cristo, como Cristo participo de nuestra muerte. Cristo, en efecto, no descendió a la tierra sino “para destrozar las puertas de bronce y quebrar los cerrojos de hierro” (Sal. 106,16), que, desde antiguo, aprisionaban al hombre, y para librar nuestras vidas de la corrupción y atraernos hacia él, trasladándonos de la esclavitud a la libertad.

    Si este plan de salvación no lo contemplamos aún totalmente realizado —pues los hombres continúan muriendo, y sus cuerpos continúan corrompiéndose en los sepulcros—, que nadie vea en ello un obstáculo para la fe. Que piense más bien cómo hemos recibido ya las primicias de los bienes que hemos mencionado y cómo poseemos ya la prenda de nuestra ascensión a lo más alto de los cielos, pues estamos ya sentados en el trono de Dios, junto con aquel que, como afirma san Pablo, nos ha llevado consigo a las alturas; escuchad, si no, lo que dice el Apóstol: “Nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él”. (Ef. 2,6)




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