lunes, 23 de mayo de 2016

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Rayos de Fe

Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Este Dios Único, es un Solo Dios y Tres Personas Distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Este es el misterio más grande de nuestra fe, y nunca hubiéramos averiguado por cuenta propia este misterio si Dios no lo hubiese revelado, porque nuestra razón llega hasta saber que existe un solo Dios. Pero que son Tres Personas y un Sólo Dios, eso solamente porque Dios lo quiso decir a sus hijos, los hombres.
¿Y por qué Dios se quiso revelar? Porque el amigo quiere comunicar su intimidad al amigo, y Dios nos considera sus amigos, como ya Jesús lo ha dicho en el Evangelio: “Ya no os llamo servidores, os llamo amigos”.
¿Y cómo respondemos los hombres a esta predilección de Dios, a esta delicadeza y acto de amor? Muchas veces con indiferencia y falta de correspondencia. ¡Qué triste debe ser para Dios el encontrar corazones tan fríos y hostiles a su Amor! Pensemos cuando nosotros nos abrimos al amigo y encontramos solo frialdad, ¡qué desilusión! ¡Qué dolor!
Este misterio de la Santísima Trinidad es justamente eso, un misterio; imposible de entender para la mente humana, porque trasciende la razón y nuestra pobre cabecita no da para tanto.
Así cuentan de San Agustín que caminaba a la orilla del mar pensando y tratando de entender este misterio de cómo Dios puede ser Uno y Tres Personas distintas. Y encontró a un niño que había hecho un hoyito en tierra y acarreaba el agua del mar y la volcaba dentro del hoyito. Cuando San Agustín le preguntó al niño qué era lo que estaba haciendo, el niño respondió que quería traer toda el agua del mar y meterla en ese pocito. ¡Es imposible!, le dijo el santo. Y el niño le respondió: Pues es más posible que yo logre eso, que el que tú entiendas el misterio de la Santísima Trinidad, y desapareció porque ese niño era un ángel.
Este divino misterio lo proclamamos cada vez que nos hacemos la Señal de la Cruz, pues decimos “En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Es decir, empezamos la frase en singular (“En el Nombre”) y luego nombramos tres Personas (del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo), y así manifestamos creer en este misterio.
Tratemos de vivir una vida agradable a Dios, cumpliendo los Diez Mandamientos, para salvarnos e ir al Cielo a contemplar a este Dios que es la Belleza infinita.

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