jueves, 5 de septiembre de 2013

Oraciòn católica para la Vigilia por la Paz



Consagración al Sacratísimo Corazón


"Tuyos somos y tuyos queremos ser."
En su encíclima Annum Sacrum del 25 de Mayo de 1899, el Papa León XIII mandó consagrar el mundo al Sacratísimo Corazón de Jesús.

Como explica aquel Pontífice, Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios Omnipotente, es Rey por derecho de nacimiento; y lo es también por derecho de conquista, al haber arrancado a todos los hombres del poder de las tinieblas, con su santísima sangre vertida en la Cruz.

El imperio de Cristo se ejerce sobre la humanidad toda, pues dice el Pontífice:
No solamente los católicos y aquellos que han recibido regularmente el bautismo cristiano, sino todos los hombres y cada uno de ellos, se han convertido para Él "en pueblo adquirido." (1 P 2:9)....
Santo Tomás nos expone largamente porque los mismos infieles están sometidos al poder de Jesucristo. Después de haberse preguntado si el poder judiciario de Jesucristo se extendía a todos los hombres y de haber afirmado que la autoridad judiciaria emana de la autoridad real, concluye netamente: "Todo está sumido a Cristo en cuanto a la potencia, aunque no lo está todavía sometido en cuanto al ejercicio mismo de esta potencia" (Santo Tomás, III Pars. q. 30, a.4.). Este poder de Cristo y este imperio sobre los hombres, se ejercen por la verdad, la justicia y sobre todo por la caridad.
Sigue diciendo León XIII que al asentimiento que debemos a su santo imperio, "Jesucristo nos permite, en su benevolencia, añadir, si de nuestra parte estamos conformes, la consagración voluntaria."

Por eso exhorta y anima a todos los fieles a consagrarse a su Sacratísimo Corazón.
¿Pero qué hacer con los que no creen? ¿Es posible consagrarlos también? A lo cual se responde:
Pero, ¿podemos olvidar esa innumerable cantidad de hombres, sobre los que aún no ha aparecido la luz de la verdad cristiana? Nos representamos y ocupamos el lugar de Aquel que vino a salvar lo que estaba perdido y que vertió su sangre para la salvación del género humano todo entero.
Nos soñamos con asiduidad traer a la vida verdadera a todos esos que yacen en las sombras de la muerte; para eso Nos hemos enviado por todas partes a los mensajeros de Cristo, para instruirles. Y ahora, deplorando su triste suerte, Nos los recomendamos con toda nuestra alma y los consagramos, en cuanto depende de Nos, al Corazón Sacratísimo de Jesús...
Finalmente, imploramos a todos, con un esfuerzo unánime, la ayuda celestial hacia los infortunados que están sumergidos en las tinieblas de la superstición. Pediremos que Jesucristo, a Quien están sometidos "en cuanto a la potencia", les someta un día "en cuanto al ejercicio de esta potencia". Y esto, no solamente "en el siglo futuro, cuando impondrá su voluntad sobre todos los seres recompensando a los unos y castigando a los otros" (Santo Tomás, id, ibidem.), sino aún en esta vida mortal, dándoles la fe y la santidad. Que puedan honrar a Dios en la práctica de la virtud, tal como conviene, y buscar y obtener la felicidad celeste y eterna.

Aunque las circunstancias son diversas y hoy nos encontramos ante la posibilidad de una guerra generalizada en Medio Oriente.

Adjunta a su carta, el Papa León XIII envió el texto que debía ser utilizado para efectuar la consagración; mismo que mandó luego Pío XI sea utilizado para reconsagrar al mundo anualmente en la Fiesta de Cristo Rey que él instituyó (Quas Primas 30).

Una de las peticiones incluidas en esta hermosa y autorizada oración, dice: "Otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden"; es decir, "Otorgad a todos los pueblos la Paz", según la definición de San Agustín.

Por eso nos animamos a poner a consideración de nuestros lectores, el texto de la consagración al Sacratísimo Corazón de Jesús, para que lo utilicen en alguna de las devociones que se realizarán el próximo 7 de Septiembre; por ejemplo, al finalizar el rezo del Santo Rosario o delante del Santísimo Sacramento.

Lo ponemos también a consideración de los sacerdotes y párrocos, y de todos los que tienen cura de almas. ¡Qué no les falte valentía para utilizarlo!

Consagración del Género Humano
al Sacratísimo Corazón de Jesús


Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, miradnos humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros somos y vuestros queremos ser y a fin de poder vivir más estrechamente unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, despreciando vuestros mandamientos, os han desechado. Oh Jesús benignísimo, compadeceos de los unos y de los otros, y atraedlos a todos a vuestro Corazón Sacratísimo.

Oh Señor, sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria.
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Vos: devolvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve, se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor.
Sed Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo; dignaos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.

Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: descienda también sobre ellos como bautismo de redención y de vida, la sangre que un día contra sí reclamaron.
Conceded, oh Señor, incolumnidad y libertad segura a vuestra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haced que del uno al otro confín de la tierra no suene sino esta voz:

¡Alabado sea el Corazón Divino, causa de nuestra salud,
a Él se entonen cánticos de honor y de gloria
por los siglos de los siglos!

Amén.

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